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Convención nacional del Partido Demócrata norteamericano

Nueva York se engalana para recibir a los delegados demócratas

Por segunda vez en cuatro años los demócratas escogieron la ciudad de Nueva York, principal metrópoli de Estados Unidos, con sus doce millones de habitantes, para celebrar su convención nacional. Nueva York, la big apple (la gran manzana) como la denominan los neoyorquinos, aceptó con entusiasmo albergar el espectáculo político de la convención. Dar una buena imagen, limpia y acogedora, fue la principal preocupación de las autoridades de Nueva York, que recibe a las 25.000 personas que se calcula moviliza la convención, de las cuales unas 13.000 pertenecen a medios de Prensa.

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Manhattan, corazón de Nueva York, es el centro de los contrastes quizá más espectaculares del mundo. Conviven los impresionantes rascacielos de la Quinta Avenida, con las casitas estilo inglés del barrio de Greenwich Village; los banqueros con sombrero de bombín del centro mundial de las finanzas que es Wall Street, con los vagabundos alcoholizados de la calle Bovery, donde vienen a morir por los suelos los hombres más marginados de la opulenta sociedad norteamericana.Nueva York transforma para la ocasión su palacio de los deportes del Madison Square Garden, famoso por los combates de boxeo o las galas de cantantes, en arena política para unas 20.000 personas. Cierra calles y controla esquinas para evitar incidentes y atracos contra la clase política del Partido Demócrata norteamericano, concentrada esta semana en Nueva York. Lanza una operación «limpieza» para retirar con rapidez las 150.000 toneladas semanales de basura que produce la urbe. Cuadruplica la detención de prostitutas y dobla los agentes antidroga para vigilar el célebre Times Square, epicentro del vicio neoyorkino.

Nueva York imprime camisetas, bolsas, mecheros y chapas con el I love N Y («Amo a Nueva York»), junto a un corazón rojo, para que los millones de turistas extranjeros o nacionales puedan llevarse su recuerdo de la ciudad más diversificada del planeta.

Los delegados a la convención anteponen un fin de semana turístico a su labor política, visitando Manhattan o degustando las excelencias de las mil cocinas distintas que agrupan los restaurantes de Nueva York. Instituciones culturales como el Museo de Arte Moderno. preparan una recepción de élite para que los delegados puedan visitar la famosa Retrospective Pablo Picasso, con el célebre Guernica, a pocos meses de su traslado a España.

Las discotecas y clubes de moda, como Xenón, que ha desplazado al Studio 54, incitan a los líderes de la convención, incluido al puritano presidente Jimmy Carter, quien a decir de la prensa neoyorkina, sería la primera vez que acudiría a una discoteca. Se ultiman los tradicionales multitudinarios almuerzos y cenas para delegados. Los grandes almacenes despliegan campañas de publicidad con el tradicional Welcome delegates (bienvenidos delegados), a fin de captar el interés de los familiares que acompañan a los delegados, o el 50% de mujeres que integran esta convención, y aprovechan para hacer sus compras en Nueva York, antes de regresar para muchos a sus pequeñas localidades «perdidas» en la inmensidad de la geografía de Estados Unidos. Los hoteles están a tope, a pesar de las 100.000 habitaciones que ofrece la hostelería de la big apple. Nueva York es una fiesta, sobre todo para los delegados de la convención. Para los neoyorkinos cuenta el prestigio de la ciudad, sin olvidar los bienvenidos treinta millones de dólares (unos 2. 100 millones de pesetas), que se calcula gastarán la convención y su contexto en la ciudad de Nueva York, donde las finanzas públicas, como en otras grandes urbes, están también en números rojos.

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