Jerusalén
A la vez que felicitarle por el editorial «Jerusalén responde a Madrid», del día 1 de agosto, quisiera precisar algunos errores que aparecen en la doble página de información sobre la capitalidad de Jerusalén, aparecida el mismo día.Conviniendo en la inoportunidad de la promulgación de la ley de capitalidad, aunque tenga a su favor la mayoría absoluta del único Parlamento democrático de Oriente Próximo, resulta erróneo llamar «nueva capital judía» a la ciudad de Jerusalén, ya que, sin el amparo de la citada ley constitucional, lo es desde hace muchos años, incluso antes de la reunificación resultante tras la guerra de 1967.
Resulta igualmente confuso llamar «Parlamento de Tel Aviv» a una institución que tiene su sede oficial y sus instalaciones específicas en la ciudad de Jerusalén.
Algo más grave es el artículo firmado por Alina Iraizoz, titulado alarmantemente «Jerusalén, a punto de ser destruida». La autora demuestra un desconocimiento total de la ciudad a la que se refiere y por cuya salud parece estar tan preocupada. En su SOS por una nueva Venecia a punto de fenecer, ignora que hasta 1967, y desde 1948, la ciudad de Jerusalén estuvo dividida en dos zonas, con un no mans land erizado de alambres de espinas y constantes incidentes armados. En la ciudad vieja de Jerusalén se procedió a la destrucción sistemática del barrio judío y la expulsión o muerte de sus habitantes. El patrimonio artístico, en peligro durante todos esos años, jamás fue argumentado por nadie, pese al estado calamitoso en que se encontraban el Santo Sepulcro y el Muro del Templo, sagrado para los judíos, por poner dos ejemplos bien diferentes.
La autora del artículo habla de la construcción de «rectángulos de cemento», ignorando que toda la ciudad de Jerusalén, tanto la vieja como la nueva, está construida en piedra y es imposible construir con otro revestimiento, precisamente para mantener el conjunto monumental arquitectónico. Ignora también que los hoteles al american style fueron construidos durante la administración jordana, y, en un alarde de respeto al «espíritu judío», que la periodista se apresura a entrecomillar, porque duda de su existencia, uno de ellos fue levantado sobre un cementerio judío.
La dramatización orquestada en torno al crecimiento normal de una ciudad que nunca ha dejado de ser judía, aunque le resulte extraño a Iraizoz y que nunca dejará de ser árabe ni cristiana, trata de ocultar el abandono total del tesoro artístico y espiritual en que estuvo Jerusalén no sólo durante la administración lordana, sino también durante el mandato británico y la dominación otomana. Un dato rríteresante es que en 1967, y bajo la administración israelí. se instala en la ciudad vieja el sistema de provisión y evacuación de aguas./
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.