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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La moda radical

Es la última moda entreplanta de los grandes almacenes políticos, el airón publicitario/ ideológico de todas las vallas de Madrid, lo que Tom Wolfe hubiera llamado Radical chic. Es la moda política radical, con la cual podemos cerrar por fin de temporada.Jóvenes sabios de la Universidad, como Andrés Amorós, andan en la tentación radical informulada. Hasta Landelino Lavilla puede jugar a eso, con bula de Herrera Oria, por inquietar al Luis de Baviera de la Moncloa. Columnistas como Lorenzo López-Sancho ven en el futuro/ posible/ imposible partido radical una vuelta de sus derechos y su tiempo, cuando el Lorenzo adolescente llevaba a Ortega a hacer campaña por Astorga. Teresa Badell me lo resume a su manera homeopática y deliciosamente nasal, tipo Serrano:

-Aquí lo que necesitamos es la revolución sin rencor de clase.

El rencor de clase es un trauma de cierta clase alta española, alimentado por Giménez-Caballero y otros confusionarios de castañuela con frases así:

-Y vendrán los rojos y violarán a nuestras hermanas.

Con la neogynona, este argumento de los años treinta ha ido perdiendo fuerza, pero nos queda el tic. Manuel Cerezales, tan entrañable para mí, me dice en comentario a mi último libro sobre la guerra civil como metáfora del guerracivilismo nacional, que me ha traicionado la falta de imparcialidad. Pero la imparcialidad no es precisamente un valor literario. En Cerezales veo un radical/moderado/ cristiano y honesto, además de muy culto. Diego Galán, que me pone galanas tarjetas, podría ser un joven intelectual radical escorado hacia el marxismo. En lo radical entra todo.

Giulliana Calvo-Sotelo, pese a llevar tremendos apellidos por parte de académico, no le hace un solo reparo de parcialidad a mi parcialísimo libro, en bella carta desde Mallorca, lo que me descubre que ahí tienen ustedes, señores del partido radical (todavía con minúsculas-) una bella amazona / anfitriona. Dámaso Alonso (a quien me encuentro en la consulta del gran Olaizola, en revisión fin de temporada), está, como media Academia o más, tan en la línea radical/ liberal/ menéndezpidal que no hay ni que planteárselo. Todos esos jóvenes azañistas que han echado flor y fruto en torno al magisterio sigiloso de José Miguel Ullán no parecen ir para otra cosa, políticamente, que para radicales. A Antonio Asensio, de Interviú, le encuentro menos radicalizado y más radical. La acracia carroza de Maria Asquerino y Luis Berlanga, mis entrañables monstruos de cada noche, se está vistiendo ya el maillot fin-de-siglo de lo radical. A Delibes y a Vergés yo les ficharía de raclicales ya mismo. Armero frente a Ansón, ¿qué va a ser sino radical? Para Laín, Tovar, Lázaro-Carreter o Luis Rosales, lo radical puede ser el piso-piloto de lo liberal puesto al día. Todos andan muy numereros con lo radical, salvo Luis, que se va a Cercedilla a escribir otro libro.

Con esta marcha, el único que pasa de radical/liberal es Enrique Líster. Mingote lleva treinta años haciendo radicalismo y mi querido Alfonso Sánchez es un sordo radical. Paco Pavón puede caciquear el radicalismo manchego y Sisita Pastega Miláns del Bosch ya ha sido investida en privé como Miss Radical. Salvador Pániker, que dejó ucedé/centro porque lo encontraba muy centralista, es un radical natural. Y muchos de los nuevos filósofos a la madrileña, auspiciados por Ricardo Malraux de la Cierva, quien un día también escribirá sus A ntimemorias, porque sus memorias verité no creo que tenga el semblante de escribirlas.

Lo radical. Empezó con una conferencia de nuestro señorito, o sea Cebrián, y es ya una moda de playa para no hacer desnudismo político este verano, que el español queda hortera en pernetas, porque se le ve mucho el albañil. Lo radical está en todas las vallas ideológicas del Madrid que se queda sin genle. A la vuelta, o radicales o travestis.

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