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La muerte del ex emperador iraní

Una de las mayores fortunas privadas del mundo

El ex sha de Irán, uno de los hombres más ricos del mundo, deja una fortuna evaluada, según estimaciones contradictorias, entre 2.000 y 20.000 millones de dólares (140.000 y 1.400.000 millones de pesetas), que el «Irán islámico» no tiene la intención de abandonar a los herederos imperiales.

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Estas cantidades fabulosas, que el sha había colocado principalmente en Estados Unidos y en Suiza durante los últimos años de su reinado, procedían, sobre todo, de los «impuestos» que el sha de Irán cobraba sobre el petróleo y las inversiones rentables de la Fundación Pahlevi.Creada en 1958, la Fundación Pahlevi, organismo de beneficencia desde un punto de vista jurídico, era en realidad un auténtico holding financiero, que administraba los bienes y fortuna de la familia imperial.

Según un inventario realizado hace un año por adversarios del antiguo régimen, el ex sha y sus familiares tenían en Irán participaciones en veintisiete bancos y compañías de seguros, en veinticinco empresas metalúrgicas, ocho compañías mineras, 45 empresas de obras públicas, diez sociedades de material de construcción, 43 sociedades alimentarias y veintiséis empresas comerciales.

Además, según este inventario, la familia, Pahlevi poseía el 70% de la capacidad hotelera de Irán.

Durante los últimos años del imperio, la Fundación Pahlevi incrementó sus inversiones en Estados Unidos. Según Shahriar Royhani, representante del ayatollah Jomeini en Washington, la fortuna del sha en Norteamérica oscilaba entre 15.000 y 23.000 millones de dólares. La fundación está instalada en Nueva York, en un edificio de 36 pisos, cuyo valor inmobiliario es de 14,5 millones de dólares.

El ex sha de Irán parece haber tenido una cierta predilección por el sector inmobiliario. El exiliado perseguido, en busca durante largos meses de un refugio, disponía en tres continentes de unas quince residencias lujosísimas. Sólo en Suiza la familia Pahlevi posee tres propiedades, una cerca de Ginebra y otras dos en Saint Moritz, cuyo valor aproximado es de siete millones de francos suizos (más de trescientos millones de pesetas). La muerte del sha ha relanzado en Suiza, como en el resto del mundo, las especulaciones sobre la venta de sus bienes. La residencia de Saint Moritz, comprada por el sha en 1968, por la cantidad de 3,5 millones de francos (unos 150 millones de pesetas), podría ser vendida, según el diario suizo Blick. Es una de las más lujosas de esta elegante estación, donde el sha pasó unos días en 1975.

La familia del sha posee otra propiedad de 65 hectáreas en Surrey (Gran Bretaña), comprada por el sha para su hijo mayor en 1977. Un castillo renovado cerca de Thonon (Francia), una magnífica casa cerca de Palma de Mallorca, edificios en Buenos Aires y Río de Janeiro y un espléndido chalé en Lubbock (Texas) constituyen el resto del patrimonio inmobiliario del ex emperador.

Además, en Estados Unidos la Fundación Pahlevi adquirió una serie de «casas familiares» en San Francisco.

Los Pahlevi poseen también el edificio que alberga la Casa de Irán, en los Campos Elíseos, de París; el de la Embajada de Irán en Roma, un gran chalé en la Costa Azul y otro en Acapulco (México).

Nombres de mujer

Aparte de por el dinero, la vida del ex sha estuvo también marcada por varios nombres de mujer. Por un lado, su hermana gemela Ashraf, ambicioso personaje que le influyó políticamente y que, a la vez, le sirvió de relaciones públicas en el extranjero. Por otro, sus tres mujeres: la princesa egipcia Fawzia, hermana del rey Faruk, con la que tuvo un hijo; la princesa Soraya, que fue repudiada por su esterilidad e hizo derramar litros de lágrimas a las amas de casa del entonces opulento Occidente, y, por último, Farah Diba, que aseguró la sucesión de la dinastía alumbrando a Ciro.Salpicados entre estas historias quedan otros muchos más nombres de mujer. Según se rumoreaba en los mentideros de Teherán, el sha las prefería rubias y norteuropeas. Hay quien afirma que algunos personajes de la corte imperial le conseguían eventuales amantes.

En cualquier caso, el auténtico amor de su vida fue Soraya. Según él mismo, Reza Pahlevi gobernaba «con la ayuda del Corán y de Soraya». Al parecer, en más de una ocasión, y después de haberse casado con Farah Diba, el sha hizo alguna escapada a Europa para pasar unas horas con su ex mujer. Hasta el triunfo de la revolución islámica, Soraya seguía conservando una calle con su nombre en Teherán.

Su primer matrimonio (con la princesa egipcia Fawzia) fue, sin embargo, un fracaso. Fawzia anhelaba el cosmopolita Cairo y nunca terminó de adaptarse al entonces provinciano Teherán. Este primer matrimonio fue inducido por el padre del sha, el creador de la dinastía, Reza Jan, quien intentaba acercarse a la poderosa monarquía egipcia. Pero la hermana gemela del sha, Ashraf, pareció sentirse celosa y boicoteó la relación.

Farah Diba, la mujer con la que tuvo descendencia y a la que coronó emperatriz, le dio cierto tono intelectual a la corte de Teherán. Fue ella quien organizó certámenes culturales que servían de escaparate del régimen, e incluso se afirma que cubría algunas de las lagunas culturales de su esposo.

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