El Ejército y el Rey
Le escribo estas líneas para preguntar a las autoridades políticas y militares y a la opinión pública española en general si no creen que, al encontrarse en la reciente asamblea de ex combatientes, celebrada en Madrid el domingo 6 de julio, dos militares de alto rango como los tenientes genérales Iniesta Cano y De Santiago no hubieran debido estos notableis representantes de nuestro Ejérelito, al escuchar, durante el discurso de Girón, los murmullos, silbidos y gritos de « ¡Traidor! » (¿traidor a quiénes?, ¿a ellos?), lanzacios por diversos asistentes y dirigidos a nuestro Rey, que es el jefe supremo de ese Ejército, además cle jefe del Estado y símbolo de la nación, ponerse rápida y militarmente en pie, ordenar la detención fulminantede los culpables de tales injurias al jefe del Estado, tipificadas como delito grave en nuestro ordenamiento jurídico y abandonar airadamente una asamblea que era visiblemente caldo de cultivo para temibles y ciegas aventuras.¿No advirtió claramente el pro-
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