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Los atentados contra camiones españoles comprometen las relaciones hispano-francesas

La tensión creada en el sur de Francia, a causa de los atentados contra los camiones españoles, y, esto, tras el malestar originado por la «pausa» comunitaria solicitada por el presidente Valéry Giscard d'Estaing, comprometen una vez más el buen tono de las relaciones hispano-francesas. Así lo estima la opinión de este país, mientras los medios oficiales califican de «lastimosos» los incidentes de los últimos días en la frontera y se manifiestan deseosos de que cada cual, en Madrid y en París, «sea razonable».

Ayer, los nueve camiones incendiados en el sur de Francia colocaron las relaciones franco-españolas en primera línea de la actualidad francesa. Todos los media fueron sensibilizados al máximo. De una manera bastante general, los editorialistas, como los informadores, condenaron esos métodos que, una fuente competente calificó de «lamentables y peligrosos, porque no es posible nunca saber hasta dónde se puede llegar». Un comentarista de la radio, irónicamente claro, les decía a los agricultores: «Aquel general Franco, en definitiva, era cómodo para todos, pues con su dictadura eliminaba los problemas que hoy se plantean porque España se ha convertido en una democracia». Este editorialista, como el del independiente Le Monde, entre otros, subrayaron el «resfriado» de las relaciones franco-españolas, como consecuencia del momento cumbre que ha alcanzado el problema de la adhesión española a la CEE desde que, la semana última, el presidente Giscard pidió la «pausa» en la ampliación. Fuentes oficiosas multiplicaban ayer sus explicaciones en el sentido de sus deseos: «Que las relaciones españolas sean cada vez más estrechas». Por ello, subrayan, «se han tomado medidas excepcionales para proteger a los camiones españoles». Pero el Gobierno francés, como la opinión, al mismo tiempo que lamentan los excesos de sus agricultores, estiman que el Gobierno de Madrid es posiblemente responsable, en parte, de la crisis actual, porque no conduce una política oportuna y porque no le habla claro a los españoles sobre la realidad hispano-comunitaria. Desde hace varios días los comentarios en ese sentido son corrientes. Un diplomático francés, en privado, resumía ayer ese sentimiento en términos poco agradables para el presidente del Gobierno: «Lo que ocurre», decía, «es que Suárez es el pasado».El mundo de la agricultura, por su lado, con su extremismo actual, revela lo- que piensan los franceses en general, pero, al mismo tiempo, desconfía también de sus autoridades. Varios responsables agrícolas consultados ayer se manifestaron en los mismos términos tajantes: en primer lugar deseamos que el Gobierno tome medidas de salvaguarda de nuestros productos, es decir, que impida la competencia de países terceros. En segundo lugar, son necesarias medidas de fondo. Estas medidas de fondo son: primero, que la «pausa» giscardiana sea real, de dos o tres años, y no sólo electoral. Segundo, una reforma comunitaria del reglamento concerniente a los frutos y legumbres. En estos sectores se insiste en que la «guerra» que estalló ayer de manera violenta «no es una locura de circunstancias ».

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