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La elección de Pérez Miyares como presidente confirma el dominio del continuismo en la UCD andaluza

El I Congreso-Asamblea de UCD de Andalucía, que venía celebrándose en Torremolinos desde el pasado viernes, concluyó el domingo a primera hora de la tarde, tras la aprobación por mayoría absoluta de las tres ponencias -referidas a autonomía, organización del partido y socioeconomía- y con las intervenciones en el acto de clausura de Cecilio Valverde, presidente de la asamblea; Manuel Pérez Miyares, nuevo presidente regional, que ya lo era en funciones, y de Adolfo Suárez, presidente nacional de UCD. Ni el contenido de las ponencias, ni la sustitución de los cargos directivos regionales -sería impropio hablar de renovación- se corresponden con las expectativas de cambio despertadas por la convocatoria de este congreso-asamblea en el mes de marzo, después del revés que para UCD supuso el referéndum andaluz.

Fue necesaria la presencia de Adolfo Suárez en el acto de clausura para que el congreso-asamblea alcanzara un punto de brillantez y repercusión política. Al igual que sucediera entre la afición taurina madrileña con El Cordobés, en la pasada feria de san Isidro, los responsables de esta cumbre de la UCD andaluza vivieron pendientes del parte facultativo hasta el sábado, en que se anunció la presencia de Adolfo Suárez en el acto de clausura, «a menos de nueva recaída en la afección gripal que venía padeciendo». La noche anterior, el secretario general de UCD, Rafael Calvo, se había desplazado a Madrid y hecho entrega al presidente de una carta en la que se solicitaba encarecidamente su presencia, según informó una fuente centrista. La ausencia de Adolfo Suárez hubiera dejado muy mermado un cartel del que ya habían caído previamente todas las figuras de UCD.Sin embargo, la entrada de Adolfo Suárez en el salón de actos del Palacio de Exposiciones de Torremolinos no provocó la habitual ovación que le tributan los militantes centristas en sus desplazamientos: sólo hubo discretos aplausos y un tibio intento de gritar U-ce-dé, U-ce-dé. Tanto fue así que Cecilio Valverde, en función de presidente de la asamblea, después de que hubieran cesado los aplausos, dijo por los servicios de megafonía: «Se han escuchado pocas palmas», y se puso a aplaudir. El auditorio respondió entonces con palmas y algunos pitos.

En una intervención en la que puso Adolfo Súárez en antecedentes del contenido de las tres ponencias, que recordaba a Boby Deglané, tanto por la enjundia expositiva como por las diversas peticiones de aplausos ante citas a personas o a hechos, Cecilio Valverde resaltó de la ponencia autonómica la fijación de unos objetivos máximos para Andalucía, tanto en competencias como en instituciones autonómicas, y transmitió al presidente el sentimiento unánime de los asistentes de iniciar cuanto antes negociaciones con las demás fuerzas políticas para llegar a un compromiso que permita elaborar un estatuto en este mismo año.

Pérez Millares declararía posteriormente que hoy, martes, iba a entrar en contacto con el presidente de la Junta de Andalucía, y en días sucesivos con los partidos, en busca de ese diálogo. Se tiene plena conciencia de que la aceptación de la vía del 151 desbloquearía el contencioso autonómico andaluz, y ya son muchos los centristas que aceptarían esa vía siempre que se encontrara una fórmula que evitara la repetición del referéndum en Andalucía. El propio Pérez Miyares se pronunciaba en este sentido, y cuando al presidente del Gobierno se le planteó si realmente conducir por la vía del 151 la autonomía andaluza ponía en peligro la estabilidad del Estado, Adolfo Suárez optó por eludir la cuestión.

Respecto a la ponencia socio-económica, Cecilio Valverde indicó que en ella se efectúan una serie de análisis y se formulan unas líneas de actuación generales para que en el curso de este año el comité ejecutivo regional de UCD elabore un plan de urgencia para la región.

En cuanto a la ponencia de configuración regional de UCD de Andalucía, indicó que los compromisarios habían tomado conciencia de la necesidad de potenciar los órganos regionales del partido y por ello se habían propuesto modificaciones a los estatutos de UCD, a llevar a cabo en el próximo congreso nacional, todo ello en base a la conveniencia de dotar a los órganos regionales de eficacia en su actuación ante la Administración del Estado en sus diversos niveles, y posibilitar que la voz regional se oiga ante los órganos nacionales del partido.

El nuevo presidente de la UCD andaluza, que habló a continuación de Cecilio Valverde, pidió a su presidente nacional protagonismo político para que no se diga más que no hay en Andalucía interlocutores válidos para negociar con las demás fuerzas políticas o con la institución preautonómica. «Que la gente se entere», dijo, «que en UCD hay una organización regional capaz de pronunciarse. Somos la voz de Andalucía, y la van a oír».

"Un día germinal"

Con un ímpetu más propio de los que empiezan que de los que continúan, Manuel Pérez Miyares calificó el pasado domingo como «un día germinal y nuevo para la UCD andaluza». No se atrevió, sin embargo, a calificarlo de constituyente, porque, a la luz de los resultados, hubiera sido excesivo. Nada ha cambiado en la UCD andaluza después de este congreso, y es lógico, porque, tal como ha sido preparado, era imposible que nada cambiara. En buena lógica, la convención fue considerada inútil por algunos centristas y a punto estuvo de ser suspendida.Es preciso remontarse a los orígenes de esta reunión de Torremolinos para comprender que los objetivos finales no guardan relación alguna con las expectativas originadas en el momento de su convocatoria. Se trataba, en síntesis, de asumir el correctivo impuesto por el pueblo andaluz en las urnas a la gestión autonómica de UCD, de dotar al partido de una organización capaz de sensibilizarse mejor ante las demandas de su región y, en tercer lugar, de cambiar la imagen de UCD mediante una profunda renovación de la dirección regional.

En el terreno autonómico ya estaba todo decidido antes de Torremolinos, una vez expuesto en el Congreso el plan autonómico gubernamental. La prueba es que nada ha cambiado en este tema después de la reunión de Torremolinos, donde los compromisarios se han limitado a llenar de declaraciones políticas la oferta-marco de Adolfo Suárez. Trabajo que no es poco, según Rafael Calvo.

Los cambios propuestos en los estatutos del partido, cuya materialización queda remitida al II Congreso Nacional de UCD, no tienen nada que ver con los que pretendían los impulsores de este congreso-asamblea. Se ha rechazado de antemano la federalización de UCD y el sueño de crear los centristas de Andalucía; el régimen de incompatibilidades, para acabar con el paracaidismo de los políticos de Madrid, problema especialmente grave en Andalucía, ha quedado limitado a la incompatibilidad del cargo de secretario general con el de parlamentario; la democratización de los órganos y cargos, haciendo más directa su elección, ha sido borrada de la ponencia. Todo se remite a un posterior reglamento. Se puede decir que la máxima novedad, por lo que afecta a los estatutos de UCD, es la petición de que se cree un consejo político regional, novedad que contaba ya con las bendiciones de Madrid.

La asamblea, marginada

Dejar para el final la sustitución de los cargos directivos regionales tiene una explicación: no ha tenido nada que ver con el congreso-asamblea. En todo caso, puede señalarse la coincidencia de que ambos sucesos se hayan producido en el Palacio de Exposiciones de Torremolinos, porque los compromisarios de la asamblea no han participado en la elección de los nuevos cargos, facultad que estatutariamente es exclusiva de los miembros del comité ejecutivo regional.Los que querían que esto fuera un congreso, de alguna manera constituyente, abogaban por una dimisión en bloque del comité ejecutivo regional y porque los compromisarios eligieran una gestora que condujera los asuntos del partido hasta un segundo congreso regional, a celebrar el próximo año, después del II Congreso Nacional de UCD. A la vista de que desde Madrid se hacían prevalecer los estatutos, propusieron que, al menos, los compromisarios de la asamblea propusieran los candidatos a la presidencia, secretaría y vicepresidencias, para que luego el comité ejecutivo regional cumpliera con el trámite estatutario de designar los nuevos cargos, respetando las indicaciones de la asamblea; pero tampoco prosperó esta posibilidad.

Convocado por sorpresa el comité ejecutivo regional, sólo Manuel Pérez Miyares fue propuesto para la presidencia por Cecilio Valverde y obtuvo treinta votos favorables, frente a veintitrés votos negativos y en blanco. El candidato consideró que el apoyo obtenido era insuficiente y renunció a ocupar el cargo, a menos de obtener un respaldo mayor. Se pasa a una segunda votación, teniendo ya como contrincante a Pedro Valdecantos, que encabezaba la candidatura crítica, con Miguel Sánchez Montes de Oca y Santaella como aspirantes a la vicepresidencia, de la que a última hora se había descolgado J. J. Rodríguez Alcaide como aspirante a la secretaría regional. Producida la votación, gana Manuel Pérez Miyares por 35, frente a los dieciséis de los críticos. Para las vicepresidencias salen elegidos Soledad Becerril, por Sevilla; Luis Merino, por Málaga, y Pedro Martí, por Ceuta y Melilla. La secretaría queda vacante por derrota de J. J. Rodríguez Alcaide.

Por otra parte, era imposible que la asamblea tuviera un carácter constituyente cuando los compromisarios eran elegidos por los consejos políticos provinciales, y no por asambleas provinciales. Si se aceptaba el continuismo en la elección de los compromisarios, aun en el

supuesto de que el congreso-asamblea hubiera tenido opción a participar en la elección de los cargos regionales, el resultado no hubiera sido muy otro: la lógica del continuismo lo hubiera impedido. El nuevo presidente rechaza, por su parte, que el continuismo tenga nada que ver con antiprogresismo ni con un menor grado de exigencia autonómica.

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