_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¡Intolerable!

¿De verdad cree la gente en la democracia? No hablo de la gente de la calle, la cual, enfrentada al paro, al terrorismo, a la inflación, reacciona en forma más pasional que intelectual, más inmediata que mediatamente, dando la culpa al régimen aunque sólo sea porque hay que dársela a alguien. « Piove governo ladro! ». No. En cierto modo, y debido a la poca tradición que tiene el sistema demócrata en España, eso es comprensible. Pero lo que me asombra es que en la democracia no crean, o parece que no crean, siquiera los políticos, los diputados y senadores que si están donde están, si pueden hablar y escribir lo que les parece es precisamente porque el sistema vigente se lo permite.Pues bien, esos políticos parece que no aceptan tampoco los principios que les han llevado al poder y en muchos casos incluso a la libertad física coaccionada por el antiguo régimen. Cuando el número de votos contrarios es mayor que el de los favorables a sus ideas se irritan mucho y hablan de «presiones intolerables», de «avasallamiento». Otras veces justifican las votaciones adversas de forma increíble. Hace poco leí una crónica sobre el referéndum celebrado en Suecia acerca de la conveniencia o no de las centrales nucleares. Como se sabe, ganaron los partidarios, por el 60% contra el 40%. Claro, ¿verdad? Pues no. Según el cronista, lo importante no era que seis de cada diez votantes estuvieran a favor del nuevo sistema energético; lo importante es que «un 40% estaba en contra». Pero además, añadía, habría que estudiar la razón de los votos de esa aparente mayoría y veríamos que en ellos han influido causas muy diversas, incluso bastardas, para llevarles al sí. Precioso. Naturalmente en ningún momento se le plantea al comentarista la posibilidad de que en ese 40% restante hubiese también gente movida por razones bastardas, egoístas, malvadas... No. Por un lado tenemos un bloque formado por gente pura, honrada, digna y limpia: los que dijeron que no. Por el otro, un conglomerado de interesados, vendidos, bobalicones, fáciles de convencer... Por ese camino llegaríamos fácilmente al despotismo ilustrado, donde hay siempre una minoría que sabe y una mayoría que no sabe y cuya misión debe limitarse a seguir las iniciativas de los que piensan por ellos.

Deduzco esto porque ese mismo periodista insinuó algo parecido al tratar de las votaciones en las fábricas sobre el ir o no a la huelga. Parece lógico -aunque lo defienda el Gobierno y el señor Meliá- que cada uno de los interesados en algo tan vital como dejar el trabajo del que come puedan decidir por sí mismos y en el sagrado -no me importa utilizar términos anticuados- secreto del voto en lugar de exponerse a una votación de mano alzada donde queda uno marcado para siempre en la memoria del activista al que interesa más la política de su partido que la economía nacional. Creo que en principio todos estamos de acuerdo en ello... menos ese mismo periodista que aseguró prefiere la atmósfera «revolucionaria » de una sala donde las decisiones se toman por aclamación. (Unos aclaman y los otros solo abren la boca). También se irritaba ese señor ante la posible prohibición -de «piquetes informativos» en caso de huelga. Por lo que tengo entendido, esos piquetes, en general, no informan a los dispuestos a entrar en la obra o la fábrica de las razones de la huelga; les informan que como insistan en cruzar esa puerta les van a partir el cráneo. Resulta evidentemente una información, pero no exactamente la que uno espera de una democracia, que implica, entre otras cosas, la libertad del trabajo.

El piquete informativo en EE UU -los españoles que no los han visto allí los conocen por los telefilmes- consiste en unos señores que se pasean con unos anuncios tipo «hombre sandwich» por delante del establecimiento que quieren señalar como incorrecto en sus relaciones laborales. No pueden estar quietos formando grupos porque interfieren con la libertad de pasar del transeúnte, no pueden agredir a quien quiera entrar en el trabajo porque interfieren con la capacidad de libre decisión del norteamericano; son efectivamente piquetes informativos porque se dedican precisamente a eso, a informar de sus opiniones: «La empresa Tal es injusta con sus obreros». «No compréis en la tienda Cual» y no a actuar físicamente contra los que piensen distinto. Y ¡qué casualidad! resulta que con esa política de guante blanco -¡unos maricas, vamos!- los sindicatos de EE UU han conseguido para el obrero americano las mejores condiciones de trabajo del mundo.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Democracia solo hay una y sin adjetivos. Ni orgánica (la de Franco) ni popular (la de los países del este de Europa): cuando la estábamos estrenando escribí una vez en estas mismas páginas y poniéndome la venda antes del golpe, que en la libertad de expresión no existía más que una palabra «intolerable» y era precisamente esa tan grata a los españoles cuando las, cosas salen distintas de como él quería y aunque la decisión tenga todos los sacramentos de la mayoría de sus paisanos; esa palabra que siempre se dice a gritos: ¡Intolerable!

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_