Antes que la cárcel, ahorcarse
La impresionante noticia del joven que se ha ahorcado en los calabozos de la Jefatura Superior de Policía por temor a ser conducido a la cárcel de Carabanchel, donde creía que iba a ser asesinado por otro delincuente, hace abrir los ojos a la realidad pavorosa de un inframundo*que está a nuestro lado, pero que se rige por sus propias leyes implacables, que nada tienen que ver con las que teóricamente deberían regularle, y al que nuestra sociedad nutre con las hornadas de seres que periódicamente le envía, más de una vez para terminar como este pobre joven temía o para salir al cabo de algún tiempo moralmente rotos. ( ... )Sin embargo, la sociedad exige que los delincuentes vayan a las prisiones, y tiene razón; y se escandaliza de los que una y otra vez desfilan ante los jueces y, aun re conocida su culpabilidad, salen indemnes, y la sociedad vuelve a tener razón; y pide leyes más rigurosas en ese punto, y sigue asistiéndole la razón. Pero que no cierre los ojos ante el abismo de ignominia en que se precipita a tantos delincuentes primerizos, ocasionales o meramente culposos, a los que se hace pagar un precio durísimo y absolutamente desproporcionado con la gravedad de su culpa. Cárceles, sí, pero cárceles en que la autoridad la impongan quienes deben, en las que manden quienes deben mandar, y unos cuerpos de funcionarios debidamente dotados y asistidos de la autoridad indis pensable que permitan que el de lincuente salga regenerado o, al menos, con la plenitud de su hu mana dignidad. Delincuentes que se ahorcan. porque lo que temen en la cárcel va a ser peor que su misma muerte, eso no.
4 de junio
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.