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La crisis del "modelo sueco"

Suecia ha sido hasta ahora un modelo en la doble acepción del vocablo: como propuesta para resolver los problemas de una sociedad y como arquetipo considerado digno de ser imitado. Testimonio al mismo tiempo de una supuesta superioridad del sistema, en cuanto se mostraba capaz de armonizar la tasa de beneficios de los empresarios con un nivel de vida más que decoroso de toda la comunidad, sin recurrir a procedimientos abiertamente coactivos sobre ningún sector de la sociedad. Esta imagen, corroborada en los hechos, de una sociedad de bienestar material, sin las tensiones características de casi todos los demás países industrializados, se ha mantenido con pequeños retoques durante cuatro décadas. Se explica así que el llamado modelo sueco se convirtiera en objeto preferido de observación y análisis por parte de economistas, politólogos y sociólogos, particular mente del mundo occidental.Esta cualidad de material de estudio de la sociedad sueca sigue vigente, pero a partir de ahora según muchos indicios, con un nuevo signo: el de investigar cómo pudo ocurrir que hayan aparecido fisuras tan hondas en la fachada de un edificio que aparentaba tanta solidez y que, sobre todo desde afuera, se miraba «comó esas cosas que nunca se alcanzan».

Sería prematuro hablar de un fracaso del modelo -algo que los suecos, ya sea en la cúpula dirigente como en las bases, se niegan a admitir, pese a las evidencias-, pero sí es válido aceptar, por lo menos, que el «modelo» está seriamente cuestionado. Sobre esto no parece haber mayores discrepacias, y los numerosos libros, debates, artículos, escritos por suecos sobre el tema en los últimos años es una prueba de ello.

Es a la luz de este contexto que debe enfocarse cualquier análisis del reciente «gran coñflicto» -así fue denominado por todos-, en el que medidas y contramedidas de patronos y obreros desembocaron en una insólita paralización del país durante casi dos semanas.

Repasar los hitos principales que pautaron el proceso de nacimiento y desarrollo del modelo ayudará a entender mejor el conflicto, sus antecedentes y sus secuelas.

La revolución industrial en Suecia se produjo con bastante retraso en relación a otros países europeos y sus comienzos estuvieron ligados al desarrollo de las industrias forestales en el decenio de 1850. Fueron las exportaciones de madera, y posteriormente las,de las,industrias de pasta de madera y papel -el 54% de la superficie del país está cubierto de bosques-, las que proveyeron la acumulación que permitió financiar la expansión industrial. Desde la primera guerra mundial, Suecia pudo satisfacer las necesidades de capital para su desarrollo dentro del propio, país y, más aún, llegó a ser exportadora de ellos.

Concentración de la propiedad

La expansión de las industrias forestales aparejó a su vez una progresiva concentración de la propiedad de la tierra en manos de grandes sociedades, lo que motivó entonces diversos conflictos sociales, determinando la intervención del Estado, que legisló sobre transacciones y formas de explotación, pero sin modificar la tendencia anotada. La industria maderera, pasta y papel representa actualmente el 17 %de las exportaciones totales, peto afronta crecientes dificultades a raíz de una competencia internacional cada vez mayor, que ha exigido un apuntalamiento financiero, también creciente, del Estado e impuesto una reestructuración de la producción.

En el más largo plazo las perspectivas no son mejores y se prevé una caída de las reservas forestales hacia el año 2000, ya que los bosques suecos crecen más lentamente que los de Canadá o las zonas tropicales.

El otro sostén del desarrollo industrial sueco son sus valiosos recursos minerales, localizados preferentemente en Bergslagen, en el centro del país, con los yacimientos que sirven de base a la metalurgia del hierro y el acero, y en Laponia, al Norte, con los mayores yacimientos de hierro y un elevado contenido, 60%, de mineral puro.

También en este sector clave los últimos años han sido de dificultades, que han exigido un fuerte respaldo estatal, sobre todo en el rubro acero, y tampoco las previsiones de futuro son demasiado optimistas.

Es a partir de la segunda guerra mundial que se produce el gran salto en el desarrollo industrial sueco, en base a que se agregan a los factores ya mencionados un parque industrial que pasa intacto la guerra, dada la tradicional neutralidad sueca, y la incorporación de significativas innovaciones tecnológicas. Se desarrollan así la producción de manufacturas, industria automotriz, astilleros, electrónica, química y plásticos, entre otras.

Cambios sociales

El proceso determina, a su vez, cambios importantes en la sociedad, que se traducen en una fuerte migración hacia las ciudades y en la democratización dé la vida política y las costumbres.

En ello jugará un papel decisivo el impulso de la socialdemocracia, queicon el apoyo de la clase trabajadora conquista sucesivas reformas sociales y políticas, aunque sin cuestionar los fundamentos de una economía que ha sido definida por algunos autores como un capitalismo monopólico de Estado, hegemonizado por una oligaiquía financiera de no más de quince familias. Esta contradicción entre la estructura económica y las tendencias reformistas de la social democracia se zanjará transitoriamente por vía de la conciliación de clases. A cambio de altos salarios, los dueños del poder económico preservaron y ensancharon su poder. Desde el punto de vista de los trabajadores, ello significó aceptar las reglas del juego.

Mientras la coyuntura mundial tuvo signo favorable, Suecia se benefició y el pacto social -institucionalizado en los acuerdos de Saltsjobaden, en 1938- funcionó sin mayores complicaciones. La crisis de los años setenta.vino a detonar un proceso cuya gestación es anterior y que está ligado a la recuperación de la capacidad industrial y tecnología de otros países capitalistas, en particular la República Federal de Alemania y Japón, y a una progresiva pérdida de mercados o, por lo menos, a crecientes dificultades competitivas de -la industria sueca. A partir de ahí pueden detectarse diversos hechos que evidencian el deterioro del modelo sueco, aun admitiendo la pervivencia de una gran vitalidad.

En tal situación, dos caminos posibles se visualizan. Uno, inmediato: la reducción de los salarios y una involución de las reformas sociales. Y en el más largo plazo, la posibilidad de nuevas formas de tecnología que permitan recuperar el lugar perdido.

El conflicto que Suecia acaba de vivir sería una manifestación de lo primero, en el marco de un proceso que sigue su curso.

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