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Reportaje:

Austria recuerda los difíciles momentos en que logró su plena independencia

Hasta la misma víspera, las potencias no tacharon del tratado la llamada «cláusula de responsabilidad», en la que se consideraba a Austria corresponsable de la guerra desencadenada por Alemania. Los soviéticos eran partidarios de atribuir esta responsabilidad al «Estado austriaco», mientras que norteamericanos y británicos preferían aplicarla al «pueblo austriaco». Al final quedó superado el problema de un plumazo.Con el Tratado de Estado, cuyos veinticinco años conmemora hoy la República austríaca, concluía una década de difíciles negociaciones y de ocupación posbélica. Terminaba el período de las patrullas aliadas -«cuatro en un jeep»- y del espionaje, tan tratado en el cine. Estos días, la televisión austriaca emite en avalancha aquellas películas que reflejaron en la década de los cincuenta una peculiar fisonomía de Viena como capital del espionaje de los dos bloques que empezaban a consolidarse. A la firma del tratado siguió el pago de la factura por parte de la renacida República austriaca. Las potencias occidentales y la Unión Soviética habían hecho de las propiedades alemanas en suelo austríaco una cuestión decisiva. Canadienses y británicos, por un lado, y soviéticos, por otro, ambicionaban la propiedad, o copropiedad, de las reservas petrolíferas austríacas.

Al final, los soviéticos, en cuya zona de ocupación se encontraban los yacimientos, se conformaron con la entrega por Austria de diez millones de toneladas, que, en virtud de dos cláusulas liberatorias posteriores, se quedarían en seis millones.

Trato de feriantes

En la última serie de negociaciones entre los representantes de Austria de la Unión Soviética, en Moscú, un mes antes de la firma del tratado, el estilo, negociador se aproximó al de un trato de feriantes: Anastas Mikoyan, que dirigía la comisión soviética, exigió al presidente del Gobierno de la Austria ocupada el pago de 2.800.000 dólares por la devolución de la línea de navegación del Danubio, a lo que el canciller Julius Raab replicó con la oferta de dos millones, y sin discusión. La misma firmeza fue desarrollada por los nuevos políticos de Viena frente a los aliados occidentales respecto de algunas iniciativas de éstos.Austria se había decidido, apenas concluida la guerra, por un estatuto de neutralidad que fue bien aceptado por los soviéticos desde el comienzo. Pero en octubre de 1949 -la OTAN se había constituido a primeros de ese mismo año- los franceses proponen oficiosamente a Viena que se disponga a ingresar en la Alianza Atlántica. El Gobierno austriaco rechazó inmediatamente tal proposición como incompatible con el estatuto de neutralidad, no equivalente a no alineación, al que se aspiraba. La vía austríaca sólo contaba con un precedente, el de Suiza. Pero las diferencias entre ambos países eran notables. Por lo pronto, Austria no contaba con las posibilidades industriales y bancarias helvéticas, y además acababa de superar los traumas de la guerra. El canciller Bruno Kreisky, que tuvo una gran parte en el logro del Tratado de Estado, comentaba el lunes a un reducido grupo de periodistas el nacimiento de la iniciativa de «neutralizar permanentemente» Austria, como medio de lograr y conservar para el futuro la independencia nacional. Se le ocurrió, sin mas, proponer al ministro soviético de Asuntos Exteriores, Viatcheslav Molotov, que examinase la Constitución helvética.

Coexistencia pacífica

El actual presidente federal de Austria, Rudolf Kirchschlaeget, que por cierto cuenta con las mayores posibilidades de ser reelegido jefe del Estado el próximo domingo, ha recordado estos días la reacción soviética, concretamente la del primer ocupante del Kremlin en aquellos momentos, Nikita Jruschov: «Sepa que conmigo es posible la coexistencia pacífica», comentó Jruscho. «Ustedes serán el mejor ejemplo de esto».Veinticinco años después regresan a Viena los ministros de Asuntos Exteriores de entonces, aunque de los cuatro sólo estén presentes hoy dos, Harold Mac Millan, de Gran Bretaña, y Antoine Pinay, de Francia. Molotov, que acaba de cumplir noventa años, ha declinado la invitación, y John Foster Dulles ya ha muerto.

Los austriacos han dispuesto la sala de la firma exactamente igual a como se encontraba el 15 de mayo de 1955. Frente a quienes ven en este país una reactualización del viejo proverbio «tú, feliz Austria, cásate», alusión de la solución matrimonial de los conflictos en la Austria imperial, el Gobierno vienés cree en que el recuerdo de aquel acto del palacio Belvedere sirva para aproximar de nuevo a los grandes de un lado y otro. Kreisky ha repetido que la independiencia de Austria se logró en un momento no más fácil que el actual.

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