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Lionel Hampton, leyenda y vida en el "jazz"

Lionel Hampton nació en Birmingham (Alabama), una de las ciudades más racistas del sur de Estados Unidos. Su padre, Charles, comenzaba una carrera como pianista cuando la guerra del catorce se lo llevó a Europa, donde desapareció en acción. La madre (Gertrude) tuvo que cargar con el recién nacido Lionel y su hermano. Finalmente, el padre no había muerto, y al cabo de los años apareció en un hospital para veteranos, ciego y medio paralítico. En vista de todo ello, el niño Lionel se fue a casa de sus abuelos, en la más cosmopolita e industrial Chicago.Desde pequeño sintió la necesidad de golpear un instrumento, para lo cual se metió de vendedor callejero del The Chicago Defender, periódico de clientela negra, que mantenía una big band para sus asalariados. Allí entró el crío, pegándole a un par de bombos e iniciando lo que sería una carrera fulgurante. Afortunadamente, su abuela (Lavinia) vio claro por dónde iba Leo y le puso en contacto con su amigo Les Hite, que tenía un grupo de jazz. Allí permaneció unos cuatro años, al tiempo que estudiaba música en la universidad de California del Sur y era despedido de su empleo en una tienda de refrescos, ante la cantidad de vasos que se cargaba ensayando diferentes ritmos.

Pero la carrera de Hampton había de sufrir un cataclismo a raíz de su primer encuentro con Louis Armstrong, quien le solicitó para un par de grabaciones. Allí, en el estudio, nuestro batería descubrió un instrumento raro que, derivado del xilófono y la marimba, se utilizaba en disco para efectos graciosos. Era el vibráfono, y eran los primeros años treinta. Según el nuevo converso al instrumento, la particularidad del vibráfono es precisamente su pedal, que proporciona a las notas un timbre acampanado y sin el cual el trasto viene a sonar «como el llanto de un gato siamés con sinusitis». Toda una imagen.

En 1936, Hampton se encuentra con Benny Goodrnan, clarinetista, que por aquella época estaba considerado como el rey del swing, y se enrola en su cuarteto junto a Gene Krupa a la batería y Teddy Wilson al piano. Sin embargo, a los cuatro años el gran Goodman tiene que disolver su grupo por cuestiones de salud, y Lionel piensa en formar su propia banda. Para ello recorre Estados Unidos, llama a jóvenes músicos sin experiencia, a los que incluso viste y da de comer, y ¡se lanza a la carretera! Por aquella época, esto de las giras no era tan cómodo como hoy en día. Entonces uno se trasladaba mayormente en autobús y las distancias podían ser de cientos de millas. Era un trabajo duro, pero algunos sobrevivían. Como, por ejemplo, Charlie Mingus, Quince Jones, Charlie Parker, Dexter Gordon, Fats Navarro o Dinah Washington; todos ellos miembros de una orquesta en la que el líder permitía a sus músicos improvisaciones continuas, cosa más bien rara en el comercializado y bailón mundo de la época.

El mismo Lionel, verdadero descubridor del vibráfono, era todo un virtuoso, y sus raíces africanas eran tan claras que Leopoldo Stokowski le preguntó en una ocasión cuánto tiempo había pasado en el Congo estudiando percusión. Lo que Stokowski no sabía era que los ingresos de la orquesta habían crecido desde dos millones y medio de pesetas, en 1942, hasta más de sesenta millones en 1948.

A partir de los primeros sesenta, la vieja dinámica de la gran orquesta estaba condenada, y Hampton formó un pequeño grupo que poco a poco fue quedando marginado de la actualidad del jazz con la aparición, a finales de los cuarenta, del be-bop y más tarde con el hard bop y el free jazz. Sin embargo, su actividad nunca ha cesado. Tras una visita a Israel compuso su única obra larga, King David, un trabajo de más de ochenta minutos de duración. Cuando le preguntaron sobre cómo trabajaba su banda, su respuesta fue: «Recuerda lo que dice la Biblia. Dice: "Toca la trompeta, golpea los platillos". Eso es lo que nosotros hacemos».

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