Jordi Pujol tomará posesión hoy de la presidencia de la Generalidad
Este mediodía, Jordi Pujol tomará finalmente posesión de su cargo de presidente de la Generalidad. El lirismo que podría implicar el acto desapareció como consecuencia de las increíbles y recientes maniobras del ex presidente provisional. Este último estuvo ayer en Lérida acompañado nada menos que del presidente de la Diputación de Barcelona, el socialista Francisco Martí. Este hecho evidencia aún más la colaboración en contra de Pujol de Tarradellas y los socialistas.
El ex presidente provisional almorzó ayer en la Capitanía General de la IV Región Militar con el titular de la misma y unos quince generales, todos ellos en activo y con destino en Cataluña. Inmediatamente después de comer, Tarradellas se dirigió a Lérida, acompañado del presidente de la Diputación de Barcelona, quien carece de toda vinculación y, desde luego, de toda autoridad en aquella zona. Se trataba de volver a poner públicamente de relieve el concierto existente en contra de Pujol por parte de socialistas y Tarradellas.En Lérida, Tarradellas ejerció anoche, según nota oficial, de pregonero de la fiesta mayor de la localidad. Pernoctó en Lérida y, siempre a falta de más sorpresas, llegará a Barcelona poco antes del mediodía de hoy, en que asistirá a la toma de posesión del presidente Pujol. Como ya se informó en la segunda edición de ayer de este diario, la voluntad del Gobierno de Adolfo Suárez de llevar a cabo hoy la toma de posesión de Pujol es tan grande que contribuyó a que hoy no sea día de luto oficial por la muerte del presidente de Yugoslavia. Existió el temor de que, de decretarse tal luto, Tarradellas lo utilizaría para una nueva suspensión.
En los medios políticos catalanes hay coincidencia en señalar que toda la actitud de Tarradellas en estos últimos días confirma su deseo de continuar estando presente en la vida política catalana, y a la menor posibilidad, intentar volver a ocupar la presidencia de la Generalidad. De ahí que juegue a la debilidad política de Pujol -hasta ahora con notable éxito-, a la disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones, en las que él estaría personalmente presente.
La voluntad de los socialistas de potenciar al máximo la utilización de la Diputación de Barcelona aparece como muy decidida. Ello colapsa de plano toda posibilidad de actuación de Pujol. La única salida para éste es la promulgación de disposiciones legislativas o reglamentarias estales (en la medida en que estas últimas sean posibles) transfiriendo competencias a la Generalidad. Este punto es de auténtica vida o muerte para Pujol y la Generalidad, en el plazo más inmediato. Con la contrapartida de las transferencias de la diputación, el Gobierno central puede contar con el total apoyo parlamentario de Pujol.
Impago de sueldos
En el terreno de los contratiempos menores, pero transcendentes, la política de socialistas y Tarradellas muestra puntos muy delicados. Uno de ellos es el impago de los sueldos del último mes a 202 funcionarios que Tarradellas y los demás partidos obligaron a Pujol a aceptar. Se trata del personal contratado por la Generalidad provisional. En consejerías concretas se trata de técnicos eficientes y responsables. En otras, su contratación se basó en el puro amiguismo. Donde ello es más evidente es en la presidencia de la Generalidad y en los servicios que de ella dependen. Como nota significativa destaca que en la lista de este personal entregada a los consejeros aparece una persona cuyo segundo apellido es indicado sólo con la letra T. Esta letra sustituía su nombre completo: Tarradellas. Se ignora el probable grado de parentesco con el presidente provisional.El impago de sus sueldos no coloca a estos funcionarios en su mejor disposición. De orden diferente, pero complementario, es la fraternidad con Tarradellas existente entre los altos funcionarios de extrema derecha, llegados a la diputación con y por el franquismo.
La mayor incógnita reside en saber si Pujol obrará con energía, produciendo una auténtica «ruptura» con ese medio hostil. Para ello precisa, en primer lugar, el apoyo del Gobierno central. Pero, en segundo lugar, una mayor energía que la demostrada en los últimos dos años, en que sus críticas privadas a Tarradellas eran la antítesis de sus alabanzas públicas.
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