La libertad
La derecha no tiene otra salida natural que la derecha. Juliana de Holanda no tiene otra salida natural que Beatriz de Holanda. Suárez no tiene otra salida que Abril y Abril no tiene otro espacio natural que los empresarios. La crisis de un Gobierno de derecha no podía ser más que una crisis de crecimiento: más derecha.¿Y la libertad?
Recuerdo el literario y socarrón lamento de los intelectuales del Café Gijón cuando la malograda apertura Fraga:
-¿Y teniendo yo más Fraga tengo menos libertad?
Se ponían calderonianos, ya que no podían ponerse otra cosa. Hoy, Fraga se ve más que nunca con Suárez. Carrillo revela que Suárez, al principio del invento, le habló de un pacto prescindiendo de los socialistas. Suárez podía bajarse del tranvía franquista por la puerta de adelante (Carrillo) o por la puerta de atrás (Fraga). Finalmente, parece que ha elegido la puerta de atrás. Abril Martorell, prieto de empresarios, quisiera contar con el PSOE para, a través de UGT, comer el coco a los obreritos. Se lo hace de Maquiavelo mientras España deja perder la carta del Príncipe, Fernando el Católico, en la subasta de la Sotheby's, no sin la protesta de mi agudo clamor que rasga el viento, y que ha encontrado eco en los señores Mendo y Tusell, hasta el rumor (los rumores no son noticia, ojo para este periódico) de que un mejicano manito nomás, y bien nacido, ha donado la papela a España. La carta que va y viene, el repudio de Tuñón de Lara por la Universidad de Palma do Mallorca (que ha desencadenado un cirio académico en la isla lógico) y la lápida municipal de Franco que el Ayuntamiento ha mandado al trastero. Con todo este metesaca y un Gobierno ya desmadradamente de derechas al que los dedos se le hacen huéspedes socialdemócratas, liberales, democristianos y rojo, ¿qué cara tiene hoy la liberta, en España?
Pues unos días tiene la cara amarga de Aranguren, que es como una bella y noble fealdad pensada por Pablo Serrano para dar un cruce de carroza metafísica, pasota maduro y profesor americano. Y otros días, la libertad, en España, la relativa, residual y decimal libertad que va quedando en algunos ámbitos, y sobrando en otros, tiene la cara leonada y herida de Luis Rosales, que saca otro libro, La almadraba, en un hermoso ejercicio y movimiento continuo de libertad creadora. Y otros días, la libertad tiene la cara de estudiante americana de la estatua de la Libertad de Nueva York, entre Catherine Bassetti y Mary Hemingway, pero, visto todo ello más de cerca, a la distancia que separa, dentro de este mismo periódico, una mesa de otra, el sueño americano tiene la cara de Nixon mejorada por los esteticién de Lara.
Algunas noches, la libertad tiene cara de bella pasota de El Sol, donde Gastón presenta Vaivén y Agustín Tena presenta Dezine, revistas alternativas, ácratas, cinéfilas y «de contactos», aunque me parece que esa reacción de contactos en cadena que es la libertad, esa comunicación de todos con todos, empieza a estar interrumpida por el orgullo y el prejuicio de una derecha que quiere madrugar, pone banderas en los quioscos bombas en la Universidad y telegramas de spray y muerte en las paredes. Si a UCD se la purga de socialdemócratas, liberales de bazo crecido, democristianos, católicos nacionaltácitos e incluso bonzos del Opus, ¿a qué se parece UCD? A Alcalá 44.
La libertad, hoy, en España tiene la cara de Gabriel Jackson, el historiador que ha dicho:
-La continuidad de las mismas personas en el poder es el precio de la evolución, en España.
Una evolución a este precio: tío, se llama involución. Abandonada de unos y otros, la libertad, flor del fango, musa del arroyo, amada mal vestida, quedaba el primero de mayo hecha una sola con la justicia como debe ser, del brazo de los currantes que se manifestaba en un Madrid vacío, inmenso, entre caraqueño y carolino.
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