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Crítica:SEXTA CORRIDA DE LA FERIA DE SEVILLA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Soportamos a las figuritas de los dos pases

No les exijáis otra cosa que los dos pases, pues no dan más de sí. Las figuritas del momento han aprendido a dar dos pases y de ahí no las saques. El más sabio es el que antes se percata de si el toro los admite o no. El más lego, no acaba de enterarse nunca y se empeña en colocarlos contra viento y marea. El más artista es, naturalmente, el que consigue interpretarlos con mayor personalidad y sentimiento.El secreto está en que los toros admitan esos dos pases y por esta razón, no por otra, las figuritas exigen determinadas ganaderías, pues saben que sus productos son habitualmente los que más se resignan a aceptarlos. Entre estas ganaderías se encuentra la de Carlos Núñez, y de ahí que ayer la torearan -como tantas veces- Paquirri y Manzanares.

Plaza de Sevilla

Sexta corrida de feria. Cinco toros de Carlos Núñez, escasos de trapío, mansurrones, con genio. Tercero de Martín Berrocal, manso y peligroso. Paquirri: estocada corta tendida (ovación y salida al tercio). Dos pinchazos y media estocada tendida (silencio). Manzanares: bajonazo trasero tendido tirando la muleta y cuatro descabellos (silencio). Pinchazo tirando la muleta y bajonazo (indiferencia). Luis Francisco Esplá: estocada baja (ovación y salida al tercio). Metisaca y dos descabellos (vuelta). Gran ovación en sus intervenciones en el tercio de banderillas.

Pero los Núñez no son material al que se puedan pegar los dos pases, digamos, a ciegas, porque tienen casta y a veces sacan un geniecillo incómodo que puede llegar a peligroso. Y así sucedió en esta ocasión. A Paquirri, poderoso diestro, le incomodaba el picante de los Núñez y sus faenas resultaron desluciditas. Parecía también que el barbateño estaba desganado, él que siempre se crece cuando alguien le pone la proa, como ha ocurrido con Manzanares, cuyas imposiciones le han dejado fuera de la feria de san Isidro.

En el albero de la Maestranza tenía ocasión Paquirri de dirimir esta cuestión y demostrar su valía, como la tenía Manzanares para hacer toreo tan fino como la politiquilla que esgrime por los despachos. Pero ni uno ni otro, porque esta reacción sería de torero, y ya se sabe que las figuritas de hoy renuncian de antemano a toda manifestación de torería. Ambos parecían conformes cada uno por su lado.

La andadura de Manzanares no pudo ser más desafortunada. Porque su primer torillo no admitía los dos pases, abrevió. El otro sí los admitía y estuvo cinco minutos de reloj pegándolos incansablemente, pero sin que ni uno de ellos saliera medianamente bueno. Acabó aburrido el Núñez, quería irse de la muleta (como nosotros de la plaza, a escape), perdió fijeza, y entonces Manzanares quiso volver a empezar, ¡Je!, citaba con un zapatillazo en la arena, se ponía colorado como un tomate, sudaba... el público no aguantó más y empezaron a oírse silbidos, crecidas protestas.

Hubo en la tarde un toro manso a la antigua, el de Martín Berrocal, que era de precioso pelo colorao, terciado, bien armado, bonito y serio. Recelaba los capotes, acometía a los caballos a oleadas para luego salirse suelto, esperaba en banderillas y a la muleta llegó crecido, con fiera acometida por el pitón derecho y peligrosísima por el izquierdo, frente a lo cual estuvo Esplá valentón, lo mismo que en su última faena ante un Núñez manejable que asimismo derrotaba por el izquierdo. Le aplaudieron mucho.

Pero el alboroto lo armó en banderillas, como siempre, con sus carreras espectaculares por todo el ruedo, giros en la cara de la res, frenazos en seco tras correr hacia atrás con más velocidad que hacia delante. Clavó desigual y a cabeza pasada, más el público que abarrotaba la Maestranza, ante el cual hacía su presentación ayer Esplá, se entusiasmó con la espectacularidad del tercio y comprendió el mérito que tiene hacer todo eso sin ser caballo. Este torero quizá no será figurita, pero consiguió despertar a la clientela, que se había dormido con los pases-mecedora manufacturados por Paquirri y Manzanares. En muchas ocasiones, en lugar de olés se oían ronquidos.

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