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LAS VENTAS

Buena tarde de los hermanos Campuzano

El público de Las Ventas tiene fama de exigente y duro, además de entendido; pues bien, el domingo fue bondadoso hasta más no poder. Así, se volcó con Tomás Campuzano, al que premiaron con una oreja por una faena rabiosilla y sin calidad. En el sexto, le aplaudieron todo lo que hizo en una labor valiente y voluntariosa. Al Niño de Aranjuez, que estuvo sin sitio toda la tarde, le silenciaron como en Sevilla, cuando en otras ocasiones le hubieran abroncado con furia. En cambio, con José Antonio Campuzano, que hizo lo más torero de la tarde, el público estuvo justo y ecuánime.Tomás Campuzano bajó muy bien las manos con el capote en el tercero de la tarde, pero le faltó quietud y temple. Hubo un lucido y templado quite por gaoneras. Luego, la faena fue entonada, rabiosi¡la, más vibrante que honda. Lo mejor fueron un par de naturales con la mano muy baja, que ligó perfectamente con el de pecho. El sexto toro quedó muy aplomado en la muleta, tal vez por el exceso de kilos. Tomás Campuzano sacó con pases de tirón al toro de tablas y planteó la faena en terrenos del siete. Allí derrochó valor y voluntad, pero no logró rematar un solo pase. El astado se quedaba muy corto y el pequeño de los Campuzano carecía de técnica para alargar el recorrido de la res.

Plaza de Las Ventas

Toros de Bernardino Jiménez: aceptables de presencia, muy chico el primero, cumplieron en varas, sin fuerzas y manejables. José Antonio Campuzano (palmas y saludos y vuelta el ruedo). Niño de Aranjuez (silencio y silencio). Tomás Campuzano (oreja y vuelta por su cuenta). Hubo una gran entrada.

Falta de garra

José Antonio Campuzano estuvo compuesto y arti sta; tal vez le faltó garra. Con un poco más de sentimiento, su buen quehacer hubiera calado más. En el primero de la tarde logró varias series de naturales con temple y largura. Con la derecha no se acopló. Al cuarto lo recibió con unos preciosos lances rodilla en tierra. Realizó una faena muy técnica, en la que el toro se le quedaba muy corto y el diestro aguantaba con valor y tiraba del animal con temple, hasta rematar con limpieza para ligar el siguiente muletazo. Así ejecutó los mejores naturales de la tarde y un par de derechazos lentos, hondos.

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