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Torrijos: "En Centroamérica no es socialista quien quiere, sino quien puede"

«En Centroamérica no es socialista quien quiere, sino quien puede», afirma, dando una chupada a su puro Coiba -un regalo de Fidel Castro-, el general Omar Torrijos, 51 años, «hombre fuerte» de Panamá y uno de los políticos más sorprendentes del área del Caribe. Comandante en jefe de la Guardia Nacional panameña, se hizo famoso cuando, siendo teniente coronel, dio, en 1966, un golpe de Estado incruento en su país y tomó todos los poderes. Para la derecha es un marxista peligroso, un segundo Fidel en Centroamérica, mientras que para la izquierda estaría más cerca del populismo de un Perón tropical. En Madrid, de vacaciones, contó su visión personal de la situación política centroamericana.«El Caribe está atravesando un momento de cambios políticos muy importantes, y la revolución sandinista ha cambiado la geografía política del istmo centroamericano. Los cambios, a pesar de la opinión de los observadores occidentales, se están produciendo por combustión espontánea, no los está soplando nadie; son los pueblos irredentos quienes los empujan. Algunos han sido propiciados por la política de derechos humanos del presidente Carter, pero, en general, Estados Unidos no tiene una posición clara y definida respecto a lo que está pasando»

Torrijos desmiente que Cuba esté ayudando materialmente a la guerrilla salvadoreña, y asegura que Fidel está actuando con «mucha moderación» en Nicaragua. «En El Salvador les está advirtiendo lo difícil que es hacer una revolución sin las fuerzas armadas y sin tener en cuenta la presencia norteamericana. Estados Unidos está en Centroamérica desde siempre, es una realidad que hay que tener en cuenta, y, aunque al final triunfen las insurrecciones -como ocurrió en Nicaragua-, los muchachos tuvieron que pactar con EEUU y los somocistas.»

«Creo», explica Torrijos, «que Nicaragua no puede ser comunista, y no es esa su intención. Su posición geográfica se lo impide. Una cosa es una revolución en una isla (Cuba), y otra bien diferente implantar el socialismo en el continente. Pero, en cualquier caso, los muertos de la guerra nicaragüense son suyos, y tienen derecho a hacer con su revolución lo que quieran.»

«En El Salvador», explica el general Torrijos, «no gana nadie, y tendrá que haber miles de muertos todavía para que el Ejército y la izquierda se den cuenta. La guerrilla -en contra de lo que opinan los gringos- tiene que entenderse directamente con los militares, pero no a través de la Democracia Cristiana. Majano y los de la Junta son bienintencionados. El objetivo de su operación, amparada por Washington, es hacer ciertas reformas, que, objetivamente, perjudican a la oligarquía, pero, a la vez, aplastando a la izquierda en el proceso.»

Curiosamente, el dirigente panameño elogia a Carter, con el que negoció la devolución del canal de Panamá, aunque hubo momentos en que Torrijos pensó que no lo iba a conseguir y tenía un plan para volar la vía de agua.

Torrijos «salta» al tema del sha, un hombre que tiene «la tristeza del ex rey», una enfermedad de difícil curación. Sólo a dos hombres les he oído en mi vida esta frase: «Mi padre me dejó un país»: a Tacho Somoza y, el otro día, en Panamá, al sha. «Lo vi entristecido, angustiado y con un miedo constante de que lo anestesiaran, lo metieran en un avión y lo dejarán en Qom, ante Jomeini. No se podía creer que él -que hacía las leyes- fuera objeto de una demanda de extradición.»

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