Alivio en Gran Bretaña ante un presupuesto austero, pero sin graves restricciones
El mejor resumen del presupuesto británico, presentado el miércoles en la Cámara de los Comunes por el canciller del Exchequer, sir Geoffrey Howe, lo ha hecho ayer un matutino popular londinense, el Daily Mail, que titulaba a toda plana: «Austeridad sin lágrimas».El Daily Mail expresaba así, haciendo un juego de palabras con una de las canciones del hit-parade británico (Games without frontiers, world without tears), el contenido del mensaje que el ministro Howe trató de comunicar a sus conciudadanos a través de dos horas de alocución en el Parlamento.
A pesar de las declaraciones catastrofistas con que el líder de la oposición, James Callaghan, y el secretario general de los sindicatos, Len Murray, recibieron la exposición del canciller del Exchequer, la verdad es que se había exagerado tanto a priori sobre la dureza del presupuesto que, una vez conocidos sus detalles, al británico medio le ha parecido duro y austero, pero no sangriento.
El presupuesto es decididamente monetarista y, por tanto, busca combatir la inflación, objetivo primordial del Gobierno, por medio de un control estricto de la masa monetaria, pero se cuida mucho de no utilizar demasiado el hacha en las partidas sensibles para no crear críticas políticas innecesarias.
Lo más importante en la presentación del segundo presupuesto conservador es que, simultáneamente, sir Geoffrey Howe expuso la estrategia económica del Gobierno a medio plazo, con lo que todos los sectores de la vida británica podrán planificar su actuación, por lo menos hasta el año fiscal 1983-84, fecha de la elección de un nuevo Parlamento, si no se producen elecciones generales anticipadas.
El presupuesto puede ser discutido, y de hecho ya ha empezado a serlo por la Cámara, pero es una pieza de trabajo serio que, por lo menos, permite hacer planes a medio plazo. En palabras de Howe, constituye una estrategia para el restablecimiento de la prosperidad por medio del aliento a la iniciativa.
El ministro de Hacienda puso el dedo en la llaga cuando señaló que los británicos tendrán que volver la espalda a los tres espejismos que habían producido la desilusión de una década y que eran «la ilusión de que podemos cobrar lo que no hemos ganado, la ilusión de que los Gobiernos pueden endeudarse eternamente y la ilusión de que se puede conseguir un mejor nivel de vida por medio de las huelgas». En una palabra, que se puede vivir sin trabajar, ideal puesto en práctica por una gran parte de los ciudadanos de este país.
Reducción de la tasa inflacionista
La nueva estrategia económica del Gobierno conservador tiene por objeto conseguir que la inflación quede reducida a un 50% en 1985. La tasa de inflación, situada ahora en el 19,2 %, subirá al 20 % en el segundo trimestre de este año, para bajar al 16,5% a finales de año, y quedar reducida al 13,5 % en junio de 1981.Para conseguir esa tasa del 5 %, el Gobierno se propone ir a una reducción drástica y continuada del gasto público acompañada de una reducción en las necesidades crediticias del sector público, el public sector borrowing requirements, necesidades fijadas en 8.500 millones de libras (unos 1,3 billones de pesetas) y que se espera dejar para 1983-8,4 en sólo 2.500 millones de libras. Para conseguir esta drástica reducción, el Gobierno no sólo se apoya en la reducción del gasto público, sino en el incremento de ingresos procedentes del petróleo del mar del Norte.
La parte más controvertida del presupuesto se refiere a los beneficios de la seguridad social que, por primera vez en cuarenta años, no sólo no estarán ligados al índice de inflación, sino que estarán sometidos al régimen tributario. Otra medida, fuertemente atacada por los sectores sindicales, se refiere a la decisión de considerar que cada huelguista ha recibido ya de su sindicato una cantidad equivalente a 1.800 pesetas del fondo de huelga -la mayoría no reciben nada de sus sindicatos-, por lo que la ayuda del Gobierno será reducida en esa cantidad.
Pero la creencia general es que la familia media británica, a pesar de la moderada subida de la cerveza, el güisqui, los cigarrillos y la gasolina, no lo pasará peor que hasta ahora, siempre que se cumpla una condición, que el índice de inflación baje de verdad.
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