La vanguardia cumple medio siglo

No es frecuente que una entidad privada como Ibermúsica organice un concierto-homenaje a algunos de los compositores que el pasado año y ¿ste cumplen los cincuenta años, sobre la base de entradas gratuitas, a pesar del coste que supone la contratación de orquesta, teatro, edición de programas, propaganda y demás. Pero Alfonso Aijón, músico antes que otra cosa, ha sentido la obligación de este gesto encomendando al grupo Koan (veinticinco instrumentistas), dirigido por José Ramón Encinar, un programa con obras de González Acilu, De Pablo, Cristóbal Halffter y Bernaola. Si estaban ausentes José María Mestres y Manuel Castillo se debe, tan solo, a la imposibilidad de alargar la audición en demasía.Contracturas data de 1966, año que Gerardo Gombau las estrena en el Ateneo y supone el comienzo de la carrera inquieta, investigadora, estructural y mierotonalista de González Acilu, autor para el que la renovación ha de iniciarse en la misma materia.

Luis de Pablo, en la ya conocida Invitación a la memoria, de 1977, nos muestra un talante contemplativo, estático, dado a la meditación, casi podríamos decir atónito ante las motivaciones y su resultado musical. Oteador en los paisajes sentimentales y en los sonoros, el compositor nos da, acaso, su música más desolada por cuanto junta patetismo, serenidad y perplejidad. La intencionalidad, más dramática que política, conduce a una respuesta meramente artística.

Como la obra de De Pablo, Juegos, de Bernaola, fue estrenada en el Festival Internacional de Saintes, 1978. Los actuales conceptos del músico vasco aparecen aquí menos estructurados que en la Sinfonía II, pero tan vivos, azogados, luminosos, en el tratamiento orquestal. Pero se trata, en definitiva, de un ejercicio lúdico en el que el compositor juega con la materia sonora y establece un tipo de lenguaje que, sobre sintetizar experiencias anteriores, iba a resultar valedero para creaciones posteriores.

En fin, Cristóbal Halffter se presenta en Mizar, para dos flautas, cuerda y percusión (1977), a través de su aspecto menos violento y de mayores sutilezas sonoras. Siempre he visto en este Halffter detallista, minucioso revalorizador de timbres aislados o combinados, más amigo de los «pianos» que de los fuertes, poéticamente atmosférico y espacial, una vía de grandes posibilidades que, en cualquier caso, contrastan con el autor de Secuencias, algunas Elegías o, por ir a la raíz, de las Invenciones. El virtuosismo de las dos flautas solistas queda impostado en el conjunto de manera que desaparece cualquier voluntarismo exhibicionista al modo de la Fibonacciana. Como es frecuente en Cristóbal, Mizar enmascara tres secciones que, todavía, vienen a ser imágenes de los tres tiempos del concierto tradicional, lo que contribuye a la mejor estructuración de la obra. Mas no vale engañarse: la intencionalidad es otra y gira en torno a ideasacústicas no ya sensibles, sino sensitivas.

Si la audiencia no fue grande, el éxito alcanzó proporciones considerables. En el extranjero Luis de Pablo y Halffier, recogieron los aplausos personalmente Bernaola y González Acilu. El trabajo de Encinar fue, en todo momento, excelente, ya que a sus dotes naturales de músico hay que añadir un sentido de la responsabilidad y una rectitud de criterio capaces de clarificar todas y cada una de las versiones.