El presupuesto británico será el más austero del último decenio
Gran Bretaña se prepara para escuchar mañana, miércoles, el diagnóstico de su salud económica de labios de su ministro de Hacienda, sir Geoffrey Howe, con un pronóstico generalizado de que la austeridad seguirá presidiendo la vida económica británica durante el próximo año fiscal.
La presentación del presupuesto, que cubre el año fiscal 1980-1981 constituye, sin duda, el acontecimiento político más importante de la vida parlamentaria británica, y es siempre aguardado con inusitado interés por todos los sectores de la población, por su incidencia directa en la vida diaria de los habitantes de este país.El actual presupuesto será el segundo que presente el Gobierno conservador de la señora Thatcher desde su victoria electoral en mayo del pasado año, y todos los expertos están de acuerdo en que será «el más duro y austero desde 1972».
El Gobierno conservador abrazó, a poco de su victoria electoral, una política claramente monetarista, en la línea ortodoxa más tradicional del profesor Milton Friedman, que hasta ahora, y como consecuencia, entre otras cosas, de la recesión mundial, no sólo no está dando los resultados apetecidos, sino que no consigue frenar la inflación -objetivo primario de toda política monetarista-, al tiempo que aumenta el desempleo.
La tasa de inflación en el Reino Unido ascendió en 1979 a un 19,2%, principalmente a causa del incremento al doble del impuesto de valor añadido y de un aumento de los salarlos casi cercano al 20%. Por otra parte, el drástico corte de impuestos no ha conseguido el objetivo propuesto de incentivar a los ciudadanos a trabajar más y a correr más riesgos en la creación de nuevos puestos de trabajo, como consecuencia del desorbitado aumento de la tasa de descuento del Banco de Inglaterra, elevada a un récord del 17%.
Con el fin de mantener la masa monetaria bajo control, el Gobierno decidió, de una parte, embarcarse en una reducción del gasto público de 1.500 millones de libras (unos 225.000 millones de pesetas), y de otra, en una limitación del borrowing requirement (necesidades crediticias del sector público), que han producido no sólo una pérdida de popularidad política, sino un descenso en la actividad industrial, principalmente en las obras públicas.
Presupuesto deflacionario
Sin embargo, y a pesar de los pobres resultados del primer año, el Gobierno, según todos los indicios, no sólo no piensa variar su política económica, sino que tiene intención de acentuarla, como único medio de «ver luz al final del túnel». Sus intenciones quedaron claras con la definición rotunda de su pontífice máximo, Margaret Thatcher, quien declaró el fin de semana pasado que «el Gobierno mantendrá su política económica actual, aun a riesgo de perder las próximas elecciones generales».En opinión de un experto, el presupuesto será «salvajemente deflacionario», con el principal énfasis puesto en la contención del crecimiento de la masa monetaria a niveles inferiores a los 9.000 millones de libras (1.350.000 millones de pesetas) y en la continuación de la política de reducción del gasto público, probablemente unos mil millonei de libras (unos 150.000 míllones de pesetas). Igualmente se tratará de relanzar la inversión con la supresión de algunos impuestos y el establecimiento de incentivos.
Como parte del paquete de medidas encaminadas a controlar la masa monetaria, el Gobierno incrementará muy posiblemente los impuestos sobre el tabaco, la gasolina y la bebida, y posiblemente creará un impuesto especial dedicado a gravar los beneficios de las compañías petroleras del mar del Norte y de los bancos.
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