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Un impresionante despliegue policial evito incidentes en la manifestación antifascista

La manifestación convocada ayer por todos los partidos de izquierda en protesta por las continuas agresiones fascistas que se vienen sucediendo en Madrid, apenas si reunió a unos 10.000 asistentes, según los organizadores, y 5.000 o 6.000, según la Policía Municipal. El desarrollo de la manifestación contó con la protección de uno de los despliegues de policía más formidables que se recuerdan, e incluso, la sede de Fuerza Nueva, situada en Mejía Lequerica, estuvo totalmente acordonada por la policía durante horas, lo que no impidió que en determinados momentos la tensión alcanzara un grado considerable. Al final, no se registraron incidentes de importancia.

La causa principal en la que coincidían las personas consultadas sobre la escasa resonancia de la convocatoria la constituía, sin duda, las amenazas vertidas días atrás por Fuerza Nueva. «Es indignante que estos fachas hayan estropeado la manifestación», comentaba un joven con pegatina comunista, aunque otros añadían a esta razón posiblemente el escaso despliegue de medios utilizados para anunciar el acto. El caso es que no más de 10.000 personas, como mucho, gritaron ayer por las calles que bordean Malasaña: «Democracia, sí; terrorismo, no; y «Fuerza Nueva, asesina».La manifestación se inició a las 7.30 de la tarde en la plaza del Dos de Mayo, salió por Daoiz hasta San Bernardo y se disolvió al llegar a la glorieta del mismo nombre. Al frente figuraba una gran pancarta roja con la leyenda: «Contra la escalada de la violencia fascista y en defensa de las libertades democráticas», sostenida por personalidades de los principales partidos, entre ellos, Simón Sánchez Montero (PCE), Carmen García Bloise (PSOE), Joaquín Leguina (PSOE) y José Sanromá (PT).

Después venían las representaciones del PCE y PSOE, pidiendo el fin de las zonas nacionales, de las agresiones y atentados contra personas y estamentos sociales. A medida que avanzaba la manifestación, su contenido se iba radicalizando, y tanto las consignas de las pancartas como los eslóganes coreados eran mucho más exigentes que los de quienes iban en cabeza. Los del PTE-ORT pedían la dimisión del Gobierno, «por ser el responsable de lo que sucede». PCE (m-l) y LCR coincidían en la necesidad de organizar la autodefensa popular, y la Liga Obrera Comunista solicitaba la formación de un Gobierno integrado por PCE y PSOE.

La manifestación recorrió el trayecto hasta la glorieta de Bilbao sin incidentes de ningún tipo, aunque se advertía una cierta tensión en el ambiente. Un simple coche mal aparcado y sucio, como si estuviera abandonado, bastó para provocar la alarma en el servicio de orden, que lo inspeccionó detenidamente. Casi cuatrocientas personas componían este servicio, varias de ellas con aparatos de radio que recababan noticias de la cola y los laterales de la manifestación.

En la calle de San Andrés, fuera del itinerario, apareció una pintada roja en la acera cubierta de claveles, en el lugar donde meses atrás murió una muchacha por la explosión de una bomba.

Los momentos de mayor tensión se produjeron al pedir los organizadores la disolución del acto. Los asistentes, congregados alrededor de pancartas ácratas y de partidos extraparlamentarios, se resistían a hacerlo. La glorieta estaba acordonada por un contingente de policía impresionante, y, de repente, un grupo de jévenes reemplazaron los gritos de «Fuerza Nueva, asesina», por los de «Policía, asesina». Los megáfonos del servicio de orden intentaron -y al final consiguieron- acallar estas manifestaciones, en un momento en que, al otro extremo de la glorieta, a unos cuarenta metros, un grupo de veinte jóvenes ultraderechistas gritaban vivas al Ejército, a Cristo Rey y exigían «Policía, mátalos», refiriéndose a sus contrarios ideológicos. Las fuerzas del orden no intervinieron en ningún momento ni dieron señales de nerviosismo, y poco a poco los manifestantes fueron abandonando el lugar, obedeciendo las instrucciones de hacerlo en grupo.

Casi hora y media más tarde de terminado el acto, la policía todavía vigilaba intensamente la zona, y en especial las calles que desembocan en la plaza de Barceló y calle de Mejía Lequerica, todas ellas cortadas y vigiladas, para evitar salidas y entradas del edificio de Fuerza Nueva. En el interior de la sede, y según fuentes de dicho partido, se encontraban unas 4.000 personas que asistían a una fiesta-mitin convocada por Blas Piñar, y que se celebró a pesar de estar expresamente prohibida.

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