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Carter anuncia un paquete de medidas antiinflacionistas

«Vivimos por encima de nuestras posibilidades», dijo el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, en su discurso antiinflación presentado ante el Congreso. Un presupuesto público equilibrado para 1981, la reducción drástica del crédito, el aumento del precio de la gasolina y un estímulo para el ahorro, son lasprincipales medidas que los consejeros económicos de la Administración Carter proponen para combatir un índice de inflación en EEUU que roza actualmente el 20%, como previsión anual para 1980, incidiendo en un coste del crédito bancario que se eleva al 18,25% en la mayoría de las grandes entidades bancarias norteamericanas.

Durante media hora el presidente Carter trazó frente a los miembros del Congreso y los miembros de su Gobierno el plan que pretende limitar los efectos nefastos de la inflación sobre la economía de EEUU. Los ciudadanos norteamericanos deberán apretarse el cinturón y acostumbrarse a vivir con restricciones crediticias -que afectarán incluso a las tarjetas de crédito- dentro del programa de austeridad anunciado por Carter. «La victoria no será fácil», explicó el presidente, en su intento de convencer a los norteamericanos de que también para EEUU se acabó la época del consumismo sin límites.Calificando su mensaje de «muy serio », Carter explicó en su mensaje radiotelevisado que el programa de reorientación económica se funda en cuatro grandes capítulos. Primero el deseo de presentar para 1981, por vez primera desde 1961, un presupuesto federal «equilibrado». Gracias a una serie de restricciones en la gestión burocrática, límite del gasto federal y otros recortes en el gasto público, Carter parece dispuesto a no gastar más de lo ingresado durante el próximo presupuesto público. Sólo el sector de la Defensa, «incluido nuestro apoyo a la OTAN», dijo Carter, escapa a los recortes de limitación del gasto público.

«Es necesario un esfuerzo coordinado y a largo plazo entre todos los elementos de la sociedad», afirmó Carter, comentando las medidas que tocan a la restricción del crédito privado. Los bancos comerciales recibirán inmediatamente instrucciones para limitar los créditos, excepto en la compra de automóviles, vivienda y aparatos domésticos. Se reducirán también las facilidades para la utilización del crédito, mediante utilización de las populares «tarjetas de crédito». Sin llegar a un control estricto de los precios, se solicitará a las grandes sociedades comerciales que «notifiquen» a la Administración toda variación importante en los precios.

Al margen del discurso de Carter, la Casa Blanca aconsejó una disciplina en aumentos salariales que oscile en subidas que varíen entre el 7,5% y el 9,5%, según sectores y volumen de las empresas.

«Es extravagante el gasto en gasolina», dijo el presidente Carter, entrando en el capítulo energético de las nuevas medidas socioeconómicas. Un impuesto de 4,42 dólares por cada barril de petróleo importado en EEUU es el eje central de las nuevas medidas. Paralelamente, el consumidor deberá pagar diez centavos más de impuesto por cada galón de gasolina. Jimmy Carter recordó que el precio del petróleo se ha doblado en los últimos doce meses y que es imprescindible una política general de ahorro y conservación de la energía. Prometió que los nuevos impuestos, junto con la legislación en vías de aprobación en el Congreso que tasará los «superbeneficios» de las grandes compañías del petróleo, será dinero destinado a investigar nuevas formas de energía. En el plano industrial, Carter dijo que la Administración continuará su programa para que las empresas sustituyan el consumo de petróleo por carbón.

A fin de «revitalizar» la economía de Estados Unidos, Carter pidió a los norteamericanos que aumenten la productividad, promuevan la investigación y ahorren parte de sus salarios, punto este último que parece un tanto utópico en un país donde actualmente es el más bajo de los últimos veinticinco años y supone sólo un promedió del 3% de los salarios, recordó Carter.

Parece evidente que la Administración Carter está dispuesta a luchar contra el «enemigo número uno» de la economía norteamericana, la inflación, aun a costa de incrementar el índice de paro, cifrado actualmente en el 6% de la población activa, que comportarán las medidas de restricciones de crédito propugnadas por el presidente Jimmy Carter. La primera reacción al discurso-programa de Carter fue la de su posible adversario republicano a la presidencia de Estados Unidos, en la elección de noviembre próximo, el ex gobernador de California, Ronald Reagan, quien calificó el discurso de «programa económico de alguien que tiene pánico».

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