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Las prostitutas de Rotterdam tendrán que trasladarse a barcazas

Soledad Gallego-Díaz

Las prostitutas de Rotterdam (Holanda) tendrán que trasladarse a barcazas flotantes instaladas por el Ayuntamiento en pleno puerto, abandonando los pisos en los que trabajaban hasta el momento.

El Ayuntamiento de Rotterdam, el puerto más importante de Holanda y uno de los más importantes de Europa, quiere que las prostitutas, las casas de citas y las tiendas de sexo desaparezcan de sus calles, pero sin perjudicar por eso el saneado negocio que supone para las arcas municipales, desde hace más de un año. Los pragmáticos concejaies estudian sin desmayo la fórmula maravillosa. Alguna mente prodigiosa ideó la creación de un eros center, moderno supermercado en el que centralizar todos «los servicios», de forma que el cliente no perdiera su valioso tiempo eligiendo la mercancía. El proyecto iba adelante pero no contaron con los protagonistas.

Las mujeres de la vida defienden el valor artesanal de su trabajo

Las prostitutas holandesas conceden un cierto valor artesanal a su trabajo y se negaron en rotundo a instalarse en un merca-Rotterdam erótico. Pero el Ayuntamiento no se dio por vencido ¿Por qué no construir bellos palacitos a la entrada del puerto? ¿No son marineros los principales consumidores? «En el mar, en una barcaza, se encontrarán como en casa.» Y dicho y hecho. Por 31 votos contra siete, el Consejo Municipal aprobó esta semana la instalación de doce barcazas «de amor», que acogerán a unas trescientas prostitutas.El Ayuntamiento de Rotterdam es progresista y racional: cada barcaza tendrá quince habitaciones individuales, un bar, una tienda de libros pornográficos -por supuesto- y una pequeña sala de proyecciones, un servicio íntimo y delicado.

Ejercer la prostitución, pero de forma educada

«No pretendemos centralizar todo el negocio del sexo», declaró un oficial del Ayuntamiento, «ni confinar toda la prostitución a esas barcazas. No. Se trata sólo de llevar allí a las prostitutas o los locales que más ofenden a los residentes habituales de esta ciudad». Es decir, bien está la prostitución, pero de forma educada. Las rameras que ejercen en la calle o en locales ínfirnos, ofenden con su presencia a los vecinos, que también pagan impuestos municipales y que se quejan de peleas, gritos y desagradables espectáculos públicos. El Ayuntamiento ha encontrado la solución perfecta: coquetas barcazas amarradas al muelle para esas trescientas prostitutas molestas. Las otras -hay censadas 1.200, que trabajan en veintiséis sex clubs- podrán seguir ejerciendo en la ciudad, siempre y cuando respeten las normas sociales.

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