Euskadi: una elección para todos
LAS ELECCIONES de mañana en Alava, Guipúzcoa y Vizcaya para elegir los sesenta diputados del Parlamento vasco (veinte por cada circunscripción) se llevarán a cabo en un ambiente que, cuando menos, es obligado tildar de enrarecido o de confuso. La campaña electoral ha sido feroz. Al elector vasco no se le ha ahorrado el mosaico de arremetidas partidarias de todos contra todos: los nacionalistas, contra los estatistas o sucursalistas; la izquierda abertzale contra el interclasismo peneuvista; Euskadiko Ezkerra, contra los restos de Herri Batasuna; PSE-PSOE, contra el PNV... No ha sido, ciertamente, un espectáculo de edificación política, por más que en una campaña electoral casi todo esté permitido.Esta guerra sucia electoral, en la que todos los partidos en liza han procurado antes robar votos a sus próximos ideológicos, mediante acusaciones e invectivas, que ofrecer programas de trabajo para la legislatura vasca que mañana se vota, ha deparado exabruptos, salidas de tono y alguna que otra barbaridad conceptual. Han estado de más desde las ligerezas del lendakari Garaikoetxea, aludiendo a un 50% de vascos que impedirían con su presencia el paso de las tanquetas, hasta el desliz del presidente Suárez elogiando el valor físico de los militantes de UCD en Euskadi, o las boutades de Telesforo Monzón, reputando a Espartero como el primero de los terroristas en la historia de la violencia en el Norte. En este clima político, es algo más que una anécdota que los trotskistas de LKI-LCR hayan paseado por Euskadi a Bernadette DevIin, un mito venido a menos que hoy carece de solvencia hasta en su Ulster natal.
Así las cosas, hay que resaltar la opinión de un partido como el Comunista (PCE-EPK), que estará en la cola de los resultados, pero que se ha limitado a pedir el voto « ... por introducir un elemento de racionalidad en la situación política vasca, caracterizada, entre otras cosas, por el confusionismo reinante ... ». Los comunistas tienen muy poco que hacer en el futuro Parlamento vasco, y, acaso por ello, quizá hayan sido los únicos en no perder los estribos dialécticos y en decir clara y llanamente lo que piensan.
Al margen de las comparaciones interpartidos en el desarrollo de la campaña, debiera hacerse otra comparación -quizá un punto odiosa, pero ilustrativa- entre el proceso preelectoral que ahora acaba en Euskadi y el que se ha comenzado a desarrollar en Cataluña, o el que se ha llevado a cabo -a otro nivel- en Andalucía. Euskadi puede convertirse por largos años en «el hombre enfermo de España», en el primer problema de este país, si no se alcanza allí una Correlación estable de fuerzas políticas. A este respecto, no toda la culpa del terreno movedizo de la política vasca es achacable a los partidos euskaldunes; la torpeza de UCD, con sus cicaterías en el desarrollo del Estatuto de Guernica, ha contribuido de manera notable a la situación actual. En el tema vasco, Suárez y su Gobierno han ido siempre por detrás de los acontecimientos. Ni una sola vez han tomado la iniciativa, y este carácter defensivo y subsidiario de su papel político en- Euskadi ha terminado por convertirse ya en un verdadero drama para toda España.
Por encima de la gresca preelectoral, la reflexión de la jornada de hoy (no sólo para los vascos) debe fijarse en los siguientes problemas: desarrollo sincero y urgente por ambas partes -Gobierno vasco y Gobierno del Estado- del Estatuto de Autonomía; pacificación del País Vasco mediante medidas políticas pactadas; reestructuración de la industria y reordenación de todo el sistema económico vasco, que genera quiebras empresariales y paro obrero por defectos estructurales, que poco o nada tienen que ver con el terrorismo o la inestabilidad política, y, finalmente, articulación de una sociedad autonómica que ya no es la idílica de Sabino Arana, y que contiene un elevado porcentaje de emigrantes establecidos, tan vascos -hasta para los manuales de ETA militar- como los nativos de generación. inmemorial.
Resulta bastante obvio que las piedras sillares del futuro Parlamento vasco pasan por la economía y el orden público. Si no se logra la pacificación de Euskadi -y la pacificación es todo lo contrario de la represión- y no se palia la situación socio-económica, los cuatro años de la legislatura vasca pueden degenerar en lo que se ha llamado una «diarrea legislativa», que arroje horas extraordinarias sobre el Tribunal de Garantías Constitucionales y acabe enfrentando el autogobierno vasco con el Estado.
Adelantar los resultados de la elección de mañana es harto aventurado. Los sondeos de opinión zigzaguean según los intereses de partido, y ninguno de los emitidos parece fiable, entre otras cosas, porque es difícil hacer una encuesta en un pueblo amedrentado por todos los medios, desconfiado de todo el que pregunta. Lo que no parece descartable es cierto nivel de abstención -creciente en las últimas consultas en el País Vasco-, lógica en una sociedad «castigada» por siete votaciones en tres años y carente de ofertas electorales claras. A tenor de los resultados del pasado 1 de marzo de 1979, cabe prever el triunfo minoritario del PNV (entre diecinueve y veintidós escaños). Seguirían el PSE-PSOE y UCD (de nueve a doce escaños cada partido); Herri Batasuna pudiera quedar por encima de Euskadiko Ezkerra (de ocho a nueve escaños para HB y entre cinco y siete para EE) y entre comunistas, Alianza Popular y ESEI (coalición socialista independiente) podrían repartirse otros tres escaños.
Si estas previsiones se cumplen, el Parlamento vasco tendrá difícil Gobierno. En cualquier caso parece descartable la aspiración hegemónica del PNV, que encuentra muy alto el listón de los 31 diputados para gobernar -como quisiera- en solitario. El PNV será, en cambio, la primera minoría, por lo que puede verse abocado a establecer alianzas que le permitan gobernar. El partido del Gobierno -esto ya parece claro- ha difundido el rumor envenenado de que los peneuvistas habían realizado pactos preelectorales con la izquierda abertzale para erigir un Gobierno ultranacionalista. Esto no se sostiene. Pese a la fracción «ormacista», de tinte independentista, surgida y derrotada en el seno del PNV, éste no es un partido dispuesto a compartir el camino con el marxismo de EE y menos con la amalgama de extremistas de HB.
Quizá entonces no es descartable la intención del PNV de gobernar en minoría y en solitario. Encaje político de bolillos recosido a base de pactos bilaterales con los otros partidos o sobre una negociación global que duplique en Guernica los pactos de la Moncloa.
En cualquier caso habrá que arbitrar alguna fórmula de pacto político en Euskadi, con mayores y más generosas perspectivas que las que nos tiene acostumbrados el cambalacheo de la política madrileña.
Dentro de los errores que se han cometido en el País Vasco por parte de todos, aún cabe que en los treinta días de plazo que tiene el ya inmediato Parlamento vasco para elegir su presidente y zurcir sus pactos, los diputados de Euskadi den ejemplo y lección de estadismo -que nada tiene que ver con el centralismo- y alivien a este país de una inestabilidad política que nunca será localista y que no ya a condicionar las libertades de los vascos y de los restantes españoles que habitan Euskadi, sino que subrayará, para bien o para mal, el futuro democrático de toda la nación. El País Vasco, que históricamente contribuyó a la construcción de España, tiene una vez más que ayudar a una sociedad compleja como la nuestra, que es mayoritariamente solidaria con los agravios del Norte, pero que no es culpable de los mismos.
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