Resonancias racistas

Uno de los detalles más. siniestros que los telespectadores de España pudieron apreciar durante la proyección, el sábado último, de la película sobre la Olimpiada de Berlín de 1936, realizada por Leni Riefenstahl, era la insistencia con que los competidores eran presentados como «el polaco fulano, el japonés mengano, el alemán zutano y el negro americano tal». Que era negro, la película ya lo mostraba. Pero que no hubiera confusión: negro, pero americano; ni tampoco en el otro sentido: americano, pero negro. A Hitler -no le gustaban -ni unos ni otros, y las repetidas victorias de Jesse Owens le supieron muy mal. Todos conocemos la anécdota: Hitler rehusó estrecharle la mano.En EL PAÍS de ayer se habla del horroroso asesinato del señor Cotelo, abogado, según parece, confundido por el señor Mazin, destacado miembro de la comunidad judía de Madrid. Llama la atención la insistencia, de corte típicamente nazi, con que el texto se refiere «al abogado Cotelo y al judío Mazin». Ni ser negro ni ser judío -como tampoco el no serlo- puede servir como rótulo identificador de nadie, a menos de situamos en un contexto racista.

Creo que sus lectores, mi querido no-judío señor. director merecen reflexionar sobre este detalle. Le agradezco su atención y quedo suyo, muy cordialmente.