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Tribuna
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Reflexiones en torno al Parlamento vasco

A medida que nos acercamos a la fecha de las elecciones al Parlamento vasco, las expectativas y cábalas que en torno a él se vienen produciendo están, a mi juicio, desenfocadas y exageradas. Una masiva presencia policial y ciertos comentarios de aspecto apocalíptico son algunos de los detalles que están ayudando a que, para quienes no vivan directamente estos momentos, las imágenes que se,sugieren no correspondan a la realidad de los hechos. No cometeré la torpeza de decir que no se tomen precauciones, pero los alardes que se vienen haciendo, en lugar de producir el efecto psicológico de seguridad, pueden propiciar que cuajen sentimientos de otra naturaleza. Lo que en la Gran Vía, de Madrid, tiene un significado, en la de Bilbao, por ejemplo, generalmente lo tiene diferente.El pueblo vasco va a realizar el supremo acto democrático, votar, con un sentido de responsabilidad, absoluto. A pesar de tratarse de un domingo, los índices de participación serán, según los sondeos., elevados; muestra evidente de las convicciones del pueblo y de su ilusionado propósito de seguir adelante por la vía democrática y pacífica.

Poner en marcha una institución parlamentaria no es sencillo, aunque en el caso del pueblo vasco no haya quedado perdido el recuerdo de las viejas Juntas Generales. En el nuevo Parlamento se van a sentar desde quienes ideológicamente desearían que no exista hasta quienes pueden propugnar metas más ambiciosas; desde quienes querrán utilizarlo como tribuna para propio lucimiento hasta quienes deseen convertirlo en un instrumento eficaz de gobierno, justicia y paz.

No es ningún secreto que, sobre todo en sus primeras sesiones, habrá quien aprovechará la expectación para lanzar sus más desaforados discursos. Todo esto es parte de una realidad que no puede ignorarse; a quienes estén ya preparando sus plumas para tomar posiciones tremendistas, les rogaría que antes de hacerlo repasen la literatura política de los años cuarenta, por ejemplo. Convendría meditar sobre otros desafueros.

Pero todo esto, con ser real, no es lo importante. Lo que de verdad cuenta es el decidido propósito de muchos vascos de hacer del Parlamento vasco una institución digna y responsable, motor auténtico del desarrollo autonómico.

Dar a conocer cómo vemos el Parlamento vasco quienes por presumible voluntad del pueblo vasco vamos a participar en él, puede ayudar a deshacer un clima artificial de opinión.

Con el Estatuto en lalmano, el Parlamento debe ser la pieza clave de la estructuración democrática de la comunidad autónoma vasca. Ejercerá la potestad legislativa resultante del Estatuto, impulsará y controlará la acción del Gobierno y aprobará los presupuestos. Para ello, las tareas inmediatas deben quedar orientadas a dotarse de su propio reglamento y a articular las disposiciones normativas que determinen la organización del Gobierno, sus atribuciones y relaciones con el Parlamento. El desarrollo de las competencia legislativas requiere que previamente se coloquen las bases institucionales mínimas. Probablemente esta institucionalización tendrá fases, a medida que se desarrolla el Estatuto, pero en cualquier caso, sin dar este paso no pueden ponerse en marcha los poderes autonómicos. Construir inteligentemente estas instituciones, contando con la escasez de medios propia de la crisis económica, consumirá esfuerzos y un cierto tiempo.

Esto no supone la paralización de las actividades parlarnentarias desde el momento que pueden y deben abordarse otras tareas auténticamente importantes. Como ejemplos citaré la determinación de la sede de las instituciones autónomas, la designación del presidente o lendakari del Gobierno vasco y de los senadores de la comunidad autónoma, entre otras.

Hay otras tres actividades que me resultan tan importantes como significativas.

En primer lugar, el debate de todas las cuestiones que suscita la orientación de un grave problema, que tanto se cita en la campaña electoral y que tan escasamente se desarrolla: me refiero a, la reestructuración económica e industrial de Euskadi. Una cuestión tan ambiciosa necesita no tanto de discursos retóricos como de investigación de la realidad auténtica, sus causas y soluciones. Antes de programar éstas y de elegir opciones que puedan quedar plasmadas en recomendaciones al Gobierno vasco o en medidas legislativas, una o varias comisiones deberán escuchar a las partes afectadas y oír sus aspiraciones; deberán constatarlas soluciones y orientaciones que tales problemas reciben en otros lugares; con no menos claridad deberán fijar los recursos de que para ello dispone, la comunidad autónoma y un programa de realización. Si hay algo que históricamente ha perjudicado al empresario y al trabajador vascos han sido los vaivenes de la política económica del Gobierno central. No se puede seguir pensando en hacer algo serio si no serespetan las pautas que se establezcan. Para todas estas tareas, las prácticas de las tomisiones de encuesiá del Senado de Estados Unidos de América pueden ser utilizables.

Independientemente de lo anterior, el Parlamento deberá vigilar las tareas legislativas del Congreso y del Senado, ya que puede darse el supuesto de que la comunidad vasca se vea precisada a utilizar el recurso de inconstitucionalidad, por cuanto que puede haber leyes antiestatutarias.

Si he pormenorizado un poco en estas cuestiones ha sido con la finalidad de que el lector se aperciba de que el Parlamento vasco tiene ante sí trabajos densos e importantes, en los que las fuerzas políticas concurrentes es de esperar que colaboren con la responsabilidad que exige la delicadeza del momento. Hay tareas en las que las necesidades están por encima de las discrepancias.

Por otro lado, poco podrán criticar al Gobierno vasco aquellas fuerzas que apoyando la antipolítica autonómica del poder central (cosa más grave que la política antiautonómica) permitan que aquél se encuentre tan hueco de facultades y medios como lo está ahora el Consejo General Vasco, víctima de la imprudente, ininteligible, inconsciente y oscura trayectoria del Gobierno del Estado, y de otros que no son Gobierno, en esta materia.

Las irritaciones pueden venir por este camino. Si la comisión mixta que debe crearse para encauzar las transferencias se encuentra con los obstruccionismos, silencios y atascos que ha padecido la hoy existente, el Parlamento vasco algo tendrá que hacer si es fiel al pueblo que le ha elegido. Por de pronto, tendrá que ampakar las gestiones del Gobierno autónomo y, si es preciso, ejercitar las facultades de pedir que el Gobierno elabore un proyecto de ley determinado, o remitir al Congreso una proposición de ley, y delegando a dicha Cámara a los miembros del Parlamento vasco encargados de su defensa.

Si el Gobierno de Madrid opta por el camino del silencio, del que tanto gusta, o si las fuerzas políticas que aquí piden y votan una proposición de ley y en Madrid hacen lo contrario, lo único que puedo decir es que hemos entrado por el camino del suicidio político.

La única forma de prevenir una situación así es el ejercicio ininterrumpido de la claridad y la lealtad política. Ignorar las realidades y sustituirlas por las habilidades del consenso y los textos con doble lectura son prácticas que deben desterrarse si de verdad se quiere respetar las autonomías y construir un Estado en el que la personalidad de las nacionalidades y regiones encuentre el respeto que desean y les corresponde, dentro de una distendida y eficaz coordinación.

A los que teman que el Parlamento vasco caiga en la tentación de una frenética «diarrea legislativa» les diré que esta tentación es ajena a la tradición histórica vasca.

Los vascos esperan que las leyes de su Parlamento sean cauce de ese inmenso río que forman los problernas que nos agobian, y no presa que provoque inundaciones.

Michel Unzueta es senador por el Partido Nacionalista Vasco

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