Máximo Cajal embajador en Guatemala, regresó a Madrid
Máximo Cajal, embajador de España en Guatemala, llegó a Madrid en la madrugada de ayer y fue inmediatamente internado en el Centro de Quemados de la Cruz Roja Española, donde comenzó a recibir un tratamiento médico de las quemaduras que sufrió durante el incendio y asalto de la sede diplomática española en la capital guatemalteca.
El embajador Cajal -Max, como se le conoce en los medios periodísticos de Madrid, donde dejó muchos amigos cuando ocupó la dirección de la Oficina de Información Diplomática-, sólo pudo conversar durante unos segundos con los informadores que acudieron a recibirle. El embajador pasó directamente, desde el avión, al asiento delantero de una ambulancia que intentaba escapar del asedio periodístico y que el propio Max detuvo para saludarnos unos momentos con las manos vendadas y el cansancio y la preocupación en su cara. Quizá en estos momentos se vieron unas de las primeras sonrisas del embajador que agradecía la presencia de los viejos compañeros del combate periodístico-administrativo. «Qué majos sois, estoy bien, estoy bien», decía Max mientras extendía hacia la ventanilla de la ambulancia sus manos vendadas.Una escena similar se repitió a la entrada del Centro de Quemados, donde los informadores gráficos esperaron su oportunidad. Cajal, en todo momento acompañado de su esposa, Beatriz de Laiglesia, que reflejaba en su rostro el cansancio y la preocupación de los días pasados, sonrió de nuevo para los fotógrafos y pasó inmediatamente a reconocimiento médico. Se habla de posible intervención quirúrgica o de cirugía estética para su piel quemada, pero, sobre todo, se asegura que su salud es buena.
En su habitación del hospital ha comenzado a recibir visitas. En la mañana de ayer conversó unos minutos con el ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, a quien se le echó de menos en el aeropuerto de Barajas y que estuvo represe tado por el subsecretario del departamento, José Joaquín Puig de la Bellacasa. A Barajas acudieron también, con menos sucrte que los informadores, amigos del embajador y compañeros del Ministerio. En el aeropuerto se supo que Cajal había viajado en una camilla instalada en la cola del avión, en compañía de su mujer, del médico del embajador de Estados Unidos en Guatemala y de policías españoles que se trasladaron días antes a Guatemala a velar por su seguridad. Su traslado desde la residencia del embajador americano, donde permaneció viviendo los últimos días, hasta el aeropuerto guatemalteco constítuyó toda una operación digna de una película policíaca.
Hasta el último momento se temió una acción de represalia de los «gorilas» o «supermanes,» de la extrema derecha guatemalteca. Los qúe secuestraron y asesinaron al campesino que sobrevivió al incendio. Los que han quedado ya lejos y no respetaron la inmunidad diplomática ni las vidas de los ocupantes de la embajada de España, los que «pasaban de embajador, de todo y de la madre que los parió», como declaró el propio Max, castizo y con razón, mientras se consumían en su despacho incendiado 39 personas el pasado día 31 de enero.
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