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Espectáculo tragicómico en el Parlamento italiano por el debate antiterrorista

Juan Arias

Después de la decisión de los radicales de proseguir a la desesperada con el obstruccionismo en el Parlamento italiano, contra la aprobación de las nuevas leyes antiterrorismo, comunistas y socialistas están haciendo todo lo posible para buscar una estrategia común a la hora del doble voto, el de la confianza al Gobierno y a las nuevas leyes. Se trata de un problema político. Los comunistas desearían poder votar contra el Gabinete Cossiga, pero a favor de las nuevas leyes. Los socialistas, al contrario, están divididos por lo que se refiere al voto a las leyes, después de presentar enmiendas importantes encuentran dificultades para votar a favor.

Mientras tanto, el espectáculo del Parlamento es tragicómico. Los radicales siguen adelante aprovechando que el reglamento no fija un límite a las intervenciones para ilustrar conjuntamente las 7.000 enmiendas presentadas. Los observadores siguen el espectáculo casi corno una competición deportiva, mientras los diputados obligados a hacer turnos día y noche para asegurar la presencia requerida por el reglamento están desesperados. Para los turnos de noche, por ejemplo, el Gobierno, que debe tener un cierto número de representantes, ha escogido a los subsecretarios más jóvenes. En la Asamblea, escuchando discursos que van de un mínimo de cuatro a un máximo de diez horas, asisten en total unas veinte personas más los ujieres. El récord absoluto, desde que existe la ley del obstruccionismo, lo ha vencido ayer el diputado radical Tessari, con diez horas y diez minutos, quitándole el récord a Giorgio Almirante, secretario nacional del MSI (neofascista) que, con ocasión de las leyes acerca de las regiones, había hablado durante nueve horas y veinte minutos. Había sido apellidado entonces «vejiga de hierro» porque estos maratones del obstruccionismo no se pueden interrumpir ni para orinar. Tampoco se pueden leer textos escritos. Por eso, en muchos casos, se convierte en un auténtico espectáculo, sobre todo porque deben hablar sólo del tema concreto.En la madrugada de ayer hubo también una nota que pudo ser trágica: la diputada radical Adele Faccio, después de cuatro horas y quince minutos, se cayó desplomada víctima de una crisis cardíaca. Afortunadamente, entre el grupo de turno democristiano había un médico, que la asistió inmediatamente.

Los radicales, acusados por la izquierda de haber impedido que las leyes se aprobaran con algunas enmiendas y criticados duramente por toda la prensa, siguen afirmando que, aun con el riesgo de ser incomprendidos, están defendiendo un deber sagrado de las minorías que deben luchar para no aceptar, sin críticas, las decisiones de una mayoría aplastante, como resulta cuando se ponen de acuerdo democristianos y comunistas.

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