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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La fiebre del oro

ENTRE LA Nochebuena pasada y el 18 de enero, la firme tendencia al alza del oro durante la última década experimentó una aceleración meteórica y superó la cota de los ochocientos dólares la onza. Sin embargo, el pasado día 21 el oro cayó 133 dólares, situándose en 705 dólares, e inició un continuado, aunque suave, descenso. Estas bruscas oscilaciones se deben, obvio es decir, a que el precio del oro se halla determinado por un mercado libre o, si se prefiere, poco intervenido, en el que los mecanismos de la oferta y la demanda, apenas interferidos por los bancos centrales, son los que fijan su cotización. Conviene recordar, en cualquiercaso, que el precio del oro sólo se ha multiplicado por dieciocho desde 1934, frente a 160 veces la plata y cincuenta el platino. Si tornamos como término de comparación un buen salario español de 1934 -250 pesetas mensuales-, resultaría que un salario bajo de 1980, 18.000 pesetas, lo habría multiplicado por 72.La reciente aceleración del precio del oro ha sido consecuencia del comportamiento de la demanda. Esa auténtica avalancha de compradores se debe a una confluencia de factores. En primer lugar, la inflación generalizada en todo el mundo ha producido una pérdida de confianza en las monedas. Después, la banca internacional tiene serias dificultades para reciclar los petrbdólares de la OPEP hacia los países consumidores, que han aumentado sus deudas. y ha perdido estímulos para seguir actuando de interesada intermediaria en el tránsito de dólares desde los países -productores de crudos hacia las naciones consumidoras de petróleo. En tercer lugar, el excedente de liquidez de los socios de la OPEP en dólares, marcos o francos suizos coincide con una falta de confianza en el futuro político y con el temor a la guerra. Resulta lógico que los señores del petróleo prefieran cambiar su oro negro por oro sin más, fácil de almacenar y transportar. También ha influido en las últimas alzas que las poblaciones chinas diseminadas por el Extremo Oriente estén volcando todos sus ahorros en el mercado de Hong Kong, donde hubo días en que el tráfico alcanzó el millón de onzas. Finalmente, la incertidumbre ante la situación internacional y los súbitos temores a una conflagración mundial, tras la crisis de Irán, la ocupación de Af`ganistán y la enfermedad de Tito, han influido, sin duda, en la decisión de los inversores de los demás países de optar por el oro como un activo más seguro, con mayor cobertura ante la inflación mundial, más fácilmente transportable y susceptible de evasión fiscal.

Ante esa subida de precios, la oferta de oro no ha podido reaccionar por la dificultad de aumentar la producción en las explotaciones existentes y de encontrar o abrir otras nuevas que resulten rentables. La extracción de oro en países no comunistas se halla situada en torno a los 32 millones de onzas, de las que casi el 70% corresponden a la Unión Surafricana. No existen estadísticas fiables sobre la producción de la Unión Soviética, pero es seguro que ocupa:el segundo lugar en el ranking Mundial. Las subastas que realizan anualmente el Tesoro americano y el Fondo Monetario Internacional elevan la cantidad total de oro que sale al mercado, excluidas las ventas ocasionales de la Unión Soviética, a unos cincuenta millones de onzas, modesta cantidad si se la compara con los doscientos millones de las reservas americanas, o incluso con las casi quince millones de onzas de las reservas españolas.

Como es sabido, en España el mercado del oro está reservado a los ref inadores y a los joyeros, mientras que los particulares pueden adquirir objetos transformados, pero no lingotes. Así, el oro cuesta en España aproximadamente un 80% más que en Londres, como consecuencia de los márgenes de transformación de los refinadores, del impuesto de lujo a los joyeros y de los márgenes comerciales. Esa mayor fiscalidad del oro, que, en todo caso, es preciso comparar con los pagos en concepto de impuestos sobre la renta y el patrimonio, y las diferencias con el mercado internacional hacen suponer que el contrabando de ese metal va en constante aumento.

En todo caso , como diría el profesor Samuelson, las perturbaciones que está experimentando el mercado del oro son únicamente un espectáculo lateral, que refleja las profundas perturbaciones de la situación internacional. La fiebre del oro no debe ser transformada en su quimera. Porque el futuro de nuestro nivel de precios, del tipo de cambio de nuestra moneda y del nivel y calidad de nuestra vida no se verá afectado seriamente por el buen o mal funcionamiento del oro, sino por nuestra propia capacidad para afrontar la crisis económica con voluntad de mejorar la asignación de nuestros recursos, aumentar nuestra productividad y eficiencia, desarrollar fuentes alternativas de energía, acabar con los despilfarros e intervencionismos perturbadores de la burocracia y dar una respuesta imaginativa y solidaria a la cuestión del galopante desempleo sin desbridar, al tiempo, las riendas de la inflación.

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