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Los sunnitas, contrarios a su vinculación con el régimen de Kabul

Las declaraciones oficiales no responden a la opinión generalizada de los sunnitas afganos, que aun dentro del país se muestran contrarios a la vinculación de la religión con los regímenes prosoviéticos establecidos con la revolución de Taraki, de 1978. En la actualidad, a pesar de los esfuerzos realizados en las últimas semanas para el acercamiento -amnistía de todos los clérigos, día de luto nacional con presencia en la mezquita orando del actual presidente de la revolución-, las diferencias se mantienen ostensiblemente.En la trastienda de un comercio de Kabul, ante bien conocidos testigos, nos hemos entrevistado con varios fieles musulmanes y uno de los más importantes mollah, este último, hombre de gran influencia sobre los sunnitas de Kabul, es radicalmente opuesto a la vinculación con un Gobierno comunista, y señala una y otra vez que «han habido varios cientos de asesinatos, cuya muerte no tenía otro carácter que el religioso y en ningún caso eran políticos. No deseo hablar de Aziz Sadeq, pues "ése" es comunista y, por tanto, no es buen musulmán. Lleva al frente de Jamiat Ul Alamai desde 1978 y no ha evitado muchas muertes; todo lo contrario, creemos que es el culpable de que numerosos fieles fueran asesinados, todo por su inhibición.»

«En el exterior hay mucho enloquecido», nos dice también, «pero están convencidos de que su causa es justa y debe respetárseles hasta sus equivocaciones. Seguir aquí, en Kabul, no supone ninguna cobardía. Ya lo dice el Corán: cuando llegue el momento hay que ver lo que se puede hacer. ¿Cómo vamos a confiar en personajes como el actual presidente, que ha colaborado estrechamente con los anteriores, quienes no se distinguieron precisamente por su favor hacia la religión musulmana?»

«Tenga en cuenta», termina en su declaración, «que la mayoría de los mollah más significativos o han muerto víctimas de un martirio diferente al que ahora la propaganda nos quiere hacer ver o están en el exilio. Tenemos fe. Sabemos que todo pasará. No hay prisa. Algún día podremos volver a conversar y usted recordará estas palabras. La situación no es nueva. Tal vez, diferente; porque hay una nueva táctica, pero sabemos que es necesario cambiar muchas cosas, y a nosotros la cuestión política no nos importa, para que las tradiciones religiosas no se oficialicen y queden convertidas en mero instrumento del Gobierno. La fuerza de la religión musulmana en Afganistán, por sí sola, es muy grande, y, en su momento, tal vez no tardando mucho, se podrá calibrar.»

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