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El sínodo holandés

El episicopado holandés se presenta dividido a la reunión de Roma

Soledad Gallego-Díaz

Los sectores más progresistas de la Iglesia católica holandesa contemplan con enorme preocupación y muy poca esperanza el sínodo de obispos de los Países Bajos que, bajo la presidencia de Juan Pablo lI, se inicia el próximo día 14 en Roma. Nadie espera resultados positivos, especialmente porque existe el convencimiento de que Roma «ha jugado ya sus cartas» y ha adoptado una decisión antes de escuchar a los obispos holandeses. La frustración es el sentimiento más extendido en estos sectores, según los cuales el fracaso del sínodo será una advertencia muy seria para todas las conferencias episcopales de Europa y América. Está en peligro -coinciden varios representantes del sector progresista- el ecumenismo la posibilidad de una Iglesia plural y diversa. En los próximos años. opinan. vamos a ver alejarse de la Iglesia a muchas personas que se sintieron atraídas por el espíritu del Vaticano II.Los problemas de la Iglesia católica de los Países Bajos no son más graves que los de la Iglesia italiana o la estadounidense. Pero tal vez por su carácter de adelantada en el desarrollo de los caminos abiertos por el Vaticano II se ha convertido en el recipiente en el que los elementos de la crisis. iguales en todo el mundo occidental industrializado. han entrado antes en reacción.

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La conferencia episcopal holandesa atraviesa un difícil momento. Integrada por siete obispos. se encuentra radicalmente dividida por obra y gracia de los titulares de las diócesis de Roermond, Jean Baptiste Gijsen, y de Rotterdam, Adrian Simonis, quienes desde hace casi cuatro años se niegan a poner en práctica la colegialidad y actúan por libre, en una dirección profundamente tradicionalista y conservadora, enfrentándose tanto con el cardenal primado y arzobispo de Utrecht, Johannes Willebrands, como con sus compañeros de las diócesis de Hertogenbosch, Breda, Groningue y Haarlem.

Pablo VI, autor de los nombramientos de los dos obispos contestatarios en contra de la opinión del entonces cardenal primado Bernard Alfrinks, ahora retirado de toda actividad pastoral. Tuvo tiempo, antes de morir, para contemplar las consecuencias de su error. Gijsen y Simonis no sólo no han ayudado a equilibrar la conferencia episcopal holandesa. como él pretendía. sino que han contribuido. por el contrario a polarizar aún más las posiciones llevando su enfrentamiento hasta dividir a los fieles.

Aunque ambos pueden ser considerados como muy conservadores es Jean Baptiste Gijsen de 47 años quien mayores ataques recibe desde los sectores progresistas. «Monseñor Simonis. que es también joven. 48 años». explica un jesuita flamenco. «no es tan agresivamente conservador como su colega Gijsen. El obispo de Roermond podría muy bien en cuadrarse en la línea teórica de monseñor Lefébre.»

Leer entre líneas

En Roma Juan Pablo II deberá resolver el problema de la colegiación. Si el obispo Gijsen abandona el sínodo reafirmado en sus posiciones, aunque no haya obtenido el apoyo formal del Papa, la crisis de la Iglesia holandesa podría entrar en picado. Si, por el contrario. monseñor Gijsen fuera reclamado por el Vaticano y alejado de su labor pastoral, los sectores progresistas respirarían tranquilos.

«Lea el documento elaborado por la Santa Sede como orden del día del sínodo holandés. Pero léalo entre líneas», aconseja el padre Otto der Reegen, en su despacho de la conferencia episcopal holandesa en Utrecht. El documento dice: «Existen divergentes puntos de vista en Holanda respecto a la labor de la Iglesia y a la conjunción de las responsabilidades pastorales. Estos puntos de vista, que están frecuentemente enfrentados entre sí. son causa de tensiones y perjudican el trabajo misional de la Iglesia. Se encuentran a todos los niveles y en todos los terrenos de la vida de la Iglesia» afirma el documento. Y prosigue: «El sínodo deberá promover el carácter propio de la Iglesia como comunión.» Roma recuerda que la comunión debe entenderse en cuatro planos: entre los obispos. los sacerdotes y los fieles: entre los mismos obispos; entre las iglesias de cada país. especialmente las vecinas, y entre cada diócesis y Roma. Y recuerda que la Iglesia es «una. santa. católica y apostólica» y que la voz del Papa es «la voz de Pedro». «El Concilio Vaticano II habla de la responsabilidad de todos. por una parte. y de la responsabilidad de la jerarquía. por otra. La aplicación concreta de este enunciado exige una delimitación precisa de competencias.»

En la pared del despacho del padre Der Reegen -chaqueta a cuadros de sport y corbata roja- cuelga un gran cartel anunciando una conferencia del dominico Edward Schillebeeckx, un hereje, según monseñor Gijsen, que se encuentra pendiente de sentencia en la Congregación para la Doctrina de la Fe, ex Santo Oficio. En el salón de conferencias de la sede epíscopal de Utrecht alguien ha olvidado borrar en la pizarra el tema de discusión en la última reunión: Hans Küng. Nadie oculta sus simpatías por el teólogo suizo, a quien Juan Pablo II acaba de retirar la autorización para enseñar Teología Católica.

Los cardenales Siri y Baggio, los más temidos

Juan Pablo II, al que corresponde como obispo de Roma la presidencia del sínodo, primero en la historia de la Iglesia católica que reúne a los obispos de un solo país, ha nombrado presidentes adjuntos al cardenal Willebrands y al recién nombrado arzobispo de MalinasBruselas, el flamenco Godefroy Danneels, hombre de centro, no alineado en el sector integrista. Los obispos holandeses no le temen; piensan, incluso, que su aportación puede ser positiva. Saben muy bien que, en Roma, los problemas no surgirán de esa banda, sino de la curia, de los cardenales romanos que asistirán a las sesiones del sínodo, según se vayan tratando problemas de su. competencia. Las intervenciones de los cardenales Siri y Baggio son las más temidas, habida cuenta de su tradicional oposición a las iniciativas pastorales de la iglesia holandesa.

«En Roma no comprenden absolutamente nada de lo que ocurre aquí. La curia romana, tal y como es, y el Papa, siendo como es Juan Pablo II, están sociológicamente incapacitados para comprender los problemas de la iglesia católica en Holanda», explica un profesor de Nimega, la principal universidad católica de los Países Bajos.

¿Y qué es lo que sucede en la Iglesia holandesa? Lo mismo que en la de todos los países escandinavos o en la de Inglaterra, responde nuestro interlocutor. Pero se habla menos de ellas.

La Iglesia de los Países Bajos ha experimentado en los últimos veinte años una gran transformación. Por lo pronto, de ser los católicos una minoría han pasado, casi de repente, a encontrarse en un nivel de igualdad con los protestantes. Holanda es un país con una población joven, muy interesada en los problemas del Tercer Mundo, con un alto nivel cultural y una gran información diaria. El Vaticano II llegó en un momento muy oportuno: muchos jóvenes holandeses se acercaron a la Iglesia católica y aportaron su dinamismo y creatividad, incluso en dominios tan poco abiertos hasta entonces como la liturgia. Bien, responden los cardenales romanos, pero ¿dónde están las nuevas vocaciones?

En ninguna parte, es cierto. El número de ordenaciones Z disminuido considerablemente, al igual que la práctica en algunos sacramentos, como la eucaristía. En Holanda se ha producido un fenómeno extremadamente complejo e interesante desde el punto de vista de la sociología: ha aumentado el número de hombres y mujeres que estudian teología (en 1978 había 245 alumnos y veintinueve alumnas en las distintas facultades de los Países Bajos, 82 hombres y doce mujeres más que en 1976), ha aumentado el voluntariado laico que se ofrece gratuitamente a trabajar en los programas elaborados por la jerarquía católica para. el Tercer Mundo, ha aumentado la recaudación de dinero para las «misiones»... y ha disminuido el número de personas que quieren ser sacerdotes o monjas. ¿Por qué considerarlo negativamente?, preguntan los sectores progresistas, La Iglesia es también una institución que necesita sacerdotes y monjas, responde la curia romana. El voluntariado laico tiene adherencias protestantes. advierten.

Este es precisamente otro de los puntos claves en el conflicto actual entre Roma y Holanda. En los Países Bajos. como en todos los países de la Europa elel Norte. existe oran número de protestantes. El Vaticano II, con el ecumenismo. permitió que muchos intelectuales católicos se dirigieran a sus hermanos separados «para buscar un diálogo conjunto».

«La Iglesia latina, la Iglesia romana tiene una enorme dificultad para entender este proceso». afirma Jean Kerkhofs. director de Pro Mundi Vita: «no tiene un contacto diario con la comunidad protestante. no hay casi luteranos en Italia o en España.»

Exageraciones

La propia jerarquía eclesiásticas holandesa reconoce por otra parte que también existen exageraciones del oIro lacio. Por ejemplo. entre los católicos de los Países Bajos existe ya un movimiento que pretende la ordenación sacerdotal de los homosexuales. En el contexto actual de la evolución de la lolesia católica. pensar que un homosexual puede ser sacerdote o que la Iglesia puede administrar el sacramento del matrimonio a dos hombres o a dos mujeres es un d Isparate». afirma un portavoz del episcopado holandés.

Agresividad de los fieles ante Roma

El problema más grave no viene, pese a todo, de peticiones de este tipo. Preocupa -más a los obispos holandeses progresistas la agresividad de un sector de sus Fieles hacia Roma y todo cuanto signifique. El fenómeno. aún reducido es especialmente curioso si se tiene en cuenta que en Holanda los protestantes nunca hablan de católicos. sino de «católicos romanos», y que hasta hace muy poco ellos mismos fomentaban esta denominación.

Muchos sacerdotes holandeses reprochan a la Santa Sede que no sepa valorar en su justa medida el ,,ran trabajo que. entre los extrernos. realizan o han realizado personalidades como el cardenal Alfrinks o el cardenal Willebrands.

El prestigio del antiguo cardenal primado se mantiene casi intacto en los sectores más progresistas de la I-lesla holandesa. «Si Alfrinks siquiera siendo el primado el sinodo no se hubiera desarrollado así». comentaba un joven párroco de Utrecht. «No quiero decir que Willebrands no vaya a defender a su hilesia y a sus sacerdotes. pero Alfrinks tenía una personalidad arrolladora y podía ser muy duro en una discusión si se lo proponía.»

Las repercusiones del sínodo holandés alcanzarán a las iglesias de otros muchos países occidentales. Si se cercenan las peculiaridades de la Iglesia de los Países Bajos y no se permite de puertas hacia centro el pluralismo. ¿cómo convencera nadie de la autenticidad del espíritu ecuménico? Esta puede ser la pregunta fundamental que se plantean estos días los católicos progresistas holandeses.

«Si se avecina una época de neointegrismo», resume un teólogo belga, profesor de Lovaina, «las consecuencias pueden ser desastrosas. La frustración que se producirá en miles de personas que se acercaron a la Iglesia institución será irreparable. Una vez que se alejen no habrá modo de volver a aproximarlos.» Y añade: «No se trata de un cisma, por supuesto, pero es terriblemente frustrante echar por la ventana una labor de muchos años, como se ha hecho en el caso de Hans Küng, con algunas de cuyas teorías yo no estoy de acuerdo pero al que pienso que nadie puede quitar su condición de teólogo católico.»

La mujer, sin representación

La primera batalla interna del sínodo la han ganado los cardenales romanos: en la delegación de los Países Bajos, formada por los siete obispos y por dos representantes de las órdenes religiosas, no figurará ninguna mujer, pese a que los holandeses. especialmente combativos en todo lo que pueda suponer una integración más activa de la mujer en la Iglesia. intentaron que una religiosa fuera a Roma a explicar los problemas de sus compañeras.

El sínodo se cerrará probablemente sin que ninguna decisión importante trascienda a la opinión pública. a juicio de los católicos progresistas holandeses. Pero habrá que estar atentos -añaden- porque en los meses siguientes. poco a poco gota a gota. Roma pondrá en marcha pequeñas decisiones que beneficiarán a los sectores más conservadores.

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