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El sínodo holandés

Presentación en Roma del sínodo de la Iglesia holandesa

Juan Arias

El cardenal Willebrands, primado de Holanda y primer presidente delegado papal, dijo ayer presentando el próximo sínodo particular de los obispos de los Países Bajos, que se celebrará en Roma desde el 14 al 26 de este mes: «Los problema planteados hoy en Holanda no son esencialmente diversos de los que se plantean en otros países, sobre todo en Europa y Estados Unidos».

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Esta afirmación la hizo en la conferencia de prensa celebrada ayer mañana en la sala de prensa del Vaticano para presentar el sínodo a los informadores extranjeros e italianos. Desde los tiempos del Concilio o de los cónclaves no se veía aquella sala tan abarrotada.El primado de Holanda dijo que este «interés mundial» se debía tanto a la novedad de este sínodo como a las cuestiones que se iban a tratar. De hecho, se trata de un sínodo inventado por Juan Pablo II, ya que no encaja en ninguna de las tres formas oficiales de sínodos: no es un sínodo general de todos los obispos que se celebra cada tres años, ni un sínodo extraordinario que trata sólo temas urgentes y en el que participan todos los presidentes de las conferencias episcopales, ni tampoco un sínodo especial que se convoca para estudiar un tema que interesa diversas conferencias episcopales. Por eso se le ha llamado sínodo particular, y por lo que se refiere a los temas concretos que este sínodo no podrá dejar de abordar, no cabe duda que se trata de problemas que interesan hoy a toda la Iglesia.

Pero son precisamente estos temas, que los holandeses llaman calientes, los que más asustan aquí en Roma. Y esto porque en Holanda ciertas cosas, como decía un monseñor romano, no sólo se teorizan sino que «se hacen». Por ejemplo, el hecho de la casi abolición de la confesión privada con la desaparición de los confesionarios, la abolición de la adoración a la eucaristía cerrando las iglesias, que se abren sólo para celebrar los sacramentos concedidos a los divorciados, la admisión de los sacerdotes casados en el trabajo pastoral y en la enseñanza de la Teología, la defensa de los homosexuales en la búsqueda de su propia sexualidad, la intercomunión con los protestantes, y también el fuerte sentido de colegialidad en el ámbito de los seglares, que piden cada día mayor responsabilidad dentro de la Iglesia.

Aquí, en Roma, se ha llegado a hablar de «contagio protestante» de los holandeses de una Iglesia «que camina por su cuenta». El cardenal Willebrands ha negado que en el caso de que Roma suspendiera parte de las experiencias ya en marcha, exista el peligro de un cisma.

Está convencido de que la estancia de los obispos holandeses en Roma durante doce días, con la presencia casi constante del Papa, podrá servir para «informar mejor de lo que realmente se está viviendo en Holanda». Ha dicho que «después de quince años de experiencias muy concretas para poner en marcha el Concilio es necesario reflexionar con el Papa lo que ha habido de positivo, pero lo cierto es que de los siete obispos que vienen a Roma sólo cinco están dispuestos a defender abiertamente el nuevo curso holandés, y a éstos se añaden siete cardenales de la curia más el secretario general del sínodo, el obispo checoslovaco Jozef Toinko y el Papa. En caso de votación, los obispos progresistas están en minoría.

Del sínodo en el Vaticano se ha mantenido hasta ayer el más absoluto silencio, hasta el punto de que veinte vaticanistas se fueron los días pasados a Holanda para poder recoger información.

El secretario general del sínodo dijo en la rueda de prensa de ayer que este sínodo será importante «para toda la Iglesia». Pero la impresión que existe en los círculos más avanzados es que los dos puntos cruciales que plantea hoy el catolicismo holandés: diálogo pleno con el cristianismo de la reforma protestante, con todas sus consecuencias, y apertura de la fe al mundo moderno y de la secularización serán los caballos de batalla de la curia romana, que ve en la Iglesia de Holanda un peligro de contagio. Lo cierto es que este sínodo será un verdadero test para este pontificado. Se trata de ver hasta qué punto el Papa está dispuesto a abrir las puertas de la colegialidad y del respeto a las opciones hechas por cada Iglesia particular. El cardenal Willebrands lo dijo ayer con estas importantes palabras: «Nosotros pensamos que la unidad en la diversidad es el problema fundamental del mundo de hoy.»

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