Jan Gehlin: "Los problemas de los escritores se resuelven con imaginación"
Entrevista con el presidente de la Unión de Escritores Suecos
«Con ilusión e imaginación se pueden resolver los problemas de los escritores españoles", dijo a EL PAIS Jan Gehlin, presidente de la Unión de Escritores Suecos, que ha invitado a un grupo de colegas españoles a su reciente asamblea en Estocolmo.
Aunque el tema central de este congreso sindical de escritores era la implantación de un contrato-tipo para las ediciones de libros, se han tocado en él diversos problemas relacionados con las cuatro secciones de la asociación sueca: libros de creación, literatura infantil y juvenil, literatura científica y traducciones. Como todos los años, una comisión extranjera, en este caso española, fue invitada a las sesiones del congreso e informada del funcionamiento de un gremio que en España está bastante desasistido.La Unión de Escritores Suecos cuenta, según dijo a EL PAIS su presidente, con cerca de 2.000 asociados, que reciben de su organismo sindical ayuda económica, asesoría técnica y jurídica y, en fin, la mediación casi obligada entre el escritor y el Estado y sus instituciones. Por la particular organización social y cultural de este país -que, como se sabe, goza de un sistema mixto entre el capitalismo de libre empresa y los servicios socializados-, y especialmente por su servicio de bibliotecas, la Unión de Escritores tiene un papel especialmente sorprendente para los españoles: la administración de los fondos que se derivan del canon de lectura en bibliotecas, y parte de los cuales se destinan a los escritores directamente, mientras otra parte se dirige a la asistencia social del gremio. «En este momento», dijo Jan Gehlin, «y desde 1968, la compensación por lectura en biblioteca es de veintiocho centavos de corona (unas cinco pesetas) por cada Ebro prestado. Por este concepto, la Unión de Escritores recibe anualmente alrededor de treinta millones de coronas» (casi quinientos millones de pesetas).
El escritor sueco recibe de la asociación dieciséis centavos por cada vez que se presta en biblioteca un libro suyo, y el resto de la contribución estatal pasa a un fondo de solidaridad y seguridad social, del que forman parte las ayudas de estudios, becas a jóvenes escritores y pensiones de jubilados que la Unión administra igualmente. Naturalmente, estos ingresos de los escritores son la compensación individual por los servicios colectivos, y están al margen de los ingresos recibidos por derechos de autor, obligatorios en el 16,7% del precio de tapa. «Cada autor», dice Jan Gehlin, «recibe diecisiete céntimos por libro prestado. Un autor profesional -y contamos con unos 180 en estas condiciones- recibe 36.000 coronas anuales, unas 580.000 pesetas. Damos doscientas becas a escritores jóvenes por cinco años y de 24.000 coronas por año, unas 400.000 pesetas, y tenemos doscientas ayudas a jubilados, de 250.000 pesetas anuales. Además, la asociación dispone de un fondo de becas puntuales y de ayudas de emergencia, viajes, bolsas de investigación y otras.»
«Esta», dice Jan Gehlin, «es la parte más espectacular de nuestra intervención, pero, desde luego, no es la única. Nuestra asociación interviene en la elaboración de leyes que conciernen a los escritores, a la libertad de expresión y todas esas cosas. Y también tiene convenios con editoriales que favorecen a los escritores y al mundo del libro. Por otra parte, esta situación de ahora es el fruto de mucho tiempo de lucha, con acciones algo inconvencionales, pero que fueron presionando para ir consiguiendo esta posición. »
«Concretamente en lo que se refiere a los préstamos en bibliotecas», sigue diciendo, «en 1954 se recibían tres centavos por libro, y en 1966 se había conseguido subir sólo a seis. En el año 1968 decidimos que había que hacer algo, así que en la asamblea de otoño de aquel año declaramos la guerra al Estado. Entonces era Olof Palme ministro de Educación; quiere decir que teníamos un ministro que escribía algún libro... El 10 de enero siguiente, en el presupuesto anual, no se decía una sola palabra del aumento del canon de préstamos para los escritores, pese a nuestros panfletos y mítines sobre el tema. Así que tuvimos que hacerle la guerra.»
«La guerra se llamó Acción Bibliotecas. Como en Suecia los socios pueden llevarse de las bibliotecas con su tarjeta de identificación un número indefinido de libros, decidimos mostrarles lo que era una biblioteca vacía. Y vaciamos cuatro en cuatro ciudades distintas: Malmoe, Estocolmo, Gottemburgo y Umeo. Dijimos a todos los miembros que viven en esas ciudades que se presentaran y movilizamos a muchos lectores... Con camiones de mudanzas y por un sistema perfectamente legal, fuimos sacando los libros de las bibliotecas, hasta que se vaciaron completamente. Sólo en la biblioteca de Gottemburgo dejamos un solo libro en un estante, al que, naturalmente, se abalanzaron los periodistas: en una hora habíamos recogido 15.000 libros, sólo en Estocolmo. El libro que quedó en la biblioteca de Gottemburgo era el de Olof Palme: Política: querer decidirse.»
«Al día siguiente hicimos un mitin al que asistieron miles de personas. Se planteaba una especie de guerra electoral entre Palme y yo, y el entonces ministro de Educación se dio cuenta y me llamó a negociar. Conseguimos doce centavos, que era doblar lo que había, y sobre todo, era llamar la atención definitivamente sobre el poder de los escritores. Luego han seguido acciones y luchas, legales e imaginativas, porque conocemos las leyes, y la verdad es que nos hemos portado bastante bien ... » «El sistema, aunque suena un poco raro, ha sido hacer política, jugar con los partidos y con el Gobierno, negociar. Pero es que ese es el segundo paso: el primero es demostrarles que hay que pagar. El segundo, decirles cuánto tienen que pagar...»
«Ustedes, los españoles. están al principio de esta guerra. Y tendrán que ponerle mucha imaginación al tema. Los escritores siempre son peligrosos, siempre le parecen peligrosos al poder.
Babelia
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