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Luis Muro: "Pintar es una forma de pensar"

Expone en el Museo de Arte Contemporáneo

Hasta el 13 de enero continúa en el Museo de Arte Contemporáneo la exposición de pinturas de Luis Muro, en la que presenta obra de estos últimos años, concretamente la serie de Bindus, y la última, titulada irónicamente Gran En Pire State.

Luis Muro, un pintor culto, al que, del largo trabajo en el campo conquense le ha quedado cierta parquedad en la expresión y una larga afición al naturismo -los últimos años los ha ocupado en una pintura que buscaba esencias, y para la que ha conocido yerbas y paisajes y tierras- que practica las excelencias del ajo -«aunque sea antisocial»- y el espliego entre otras, prefiere el proceso al resultado, en el arte de pintar, y se declara por «el fenómeno, que se va dando en cada momento del cuadro». «El artista», dijo, «debe aprender a obedecer las exigencias de lo que está ocurriendo en el objeto-pintura, de lo que aparece como alguna forma del estímulo».Si Tom Wolfe podía escribir hace pocos años que la pintura contemporánea funciona a modo de explicación plástica de una teoría, Luis Muro contesta: «Naturalmente, el pintor debe saber lo que quiere hacer, o mejor, qué problemas quiere resolver. Pero yo trato, cada vez más, de liberarme de lo prefijado, porque, en mi caso, esas teorías tan concretas del hecho pictórico me limitaban... Cualquier idea fija obliga al artista a dominar el cuadro, a no dejar que surja lo que me gusta llamar el fenómeno, la ocurrencia, lo que va pasando en el cuadro, estas formas del estímulo que el pintor tiene que obedecer. Así, yo prefiero escuchar ese proceso que es el hecho pintura».

Le comento que esto ya es una teoría, y que acaso la palabra fenómeno remite a lo esencial, a lo que permanece y de lo que el fenómeno es manifestación. «No me parecería una propuesta descaminada la que habla de unas protoformas existentes, repetibles. Lo único que crearíamos entonces serían las formas, debajo de las que habría unos principios que se podrían entender a modo de leyes que rigen de alguna manera difícil de expresar unas estructuras que pueden ser eternas si se quiere, pero que se aparecen con formas distintas.» «La obra de arte es, pues, selección de esos hallazgos, de esas obediencias al fenómeno de esos encuentros afortunados. La obra de arte es esencialmente apariencia ... »

«Naturalmente», sigue Luis Muro, «el tema se puede Ilevar hasta el final: el objeto de arte, la pintura misma se aparece a sí misma, no representa nada, se presenta. Es la presencia de sí misma, no de nada exterior a la pintura».

Todas las artes, todos los lenguajes, son reducibles, según alguna corriente estructuralista, a la lengua hablada. A la pregunta sobre la necesidad del discurso hablado en torno al hecho pictórico, contesta Luis Muro: «Pues yo creo que no, son reducibles, aunque pintar es una forma de pensar. Y si en pintura no se puede hablar de un discurso, sí se puede hacerlo de un proceso... En realidad, de mi propia pintura y de la ajena siento que no tengo nada que decir. Los cuadros son, tienen que ser, mundos de sugerencias, abiertos a distintas lecturas, a distintas interpretaciones. En lo que se refiere a mi obra, además, todos piensan. Yo no vo a interferir ... ; cuanto menos hable, mejor.»

La última pintura de Muro y el hecho mismo de esta exposición son el resultado de una «reconciIiación con el lado negativo de las cosas». «Yo creo», dice Luis Muro, «que esa plaga de la infelicidad crónica de la sociedad tiene su base en el no querer aceptar los aspectos feos o negativos de la vida. Y el aspecto negativo es algo que no está separado de lo positivo: es su otro polo. No hay, pues, bueno ni malo, hay, simplemente». «Yo no soy un pensador ni un filósofo, y cada vez que entro en estos temas me salgo de lo mío, que es pintar. De lo único que hablo es de mi experiencia, y llegar a esta especie de verdad» -"lo que está arriba es igual a lo que está abajo"- «me ha costado», y es un modo de hablar, «algunos años de retiro del mundo del arte, y de reflexión y trabajo solitario ... »

Por último, obedecer al arte es un juego. « Efectivamente », dice Luis Muro, «para mí es muy importante el placer sensual y Iúdico del hecho de pintar, a dos niveles principales, porque tiene más. Uno, el placer que viene del contacto con los materiales, de manejarlos, y ese placer sensible de ver cómo aparecen las cosas, las realidades nuevas, delante de ti, como por magia. El otro es mucho más serio, es el aspecto propiamente Iúdico: esa capacidad de disfrutar jugando con las cosas quizá más serias. Y estas actividades tienen otro aspecto muy importante de terapia y autoeducación: aprendemos, además de agudizar nuestra sensibilidad, la práctica del juego en todos los aspectos de la vida. Aprendemos el hábito de jugar». «Claro», termina Luis Muro, «que esto es subversivo, se hace peligroso en una sociedad que no quiere jugar, que no permite jugar, que impone esas supuestas seriedades. Porque supone una concepción del mundo imposible en este sistema».

El juego y la subversión son dos temas muy viejos en la personalidad pública de Luis Muro. Cuenta precisamente que en los encuentros de Pamplona, planteados en principio como una explosión de arte libre, se planteó, quizá porque sus planteamientos eran más altos, la huida del mundo del arte, la escapada de las galerías. Y poco después se retiró a Cuenca. «Ahora», dice, «sé que todo eso es ilusión. No hay mundos buenos, no hay mundos malos tampoco, y la vida es, simplemente al margen de la valoración que le demos. Bien y mal son las dos vertientes de lo mismo, y lo que está arriba es igual a lo que está abajo, como dicen los viejos maestros».

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