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El Ministerio de Agricultura pone en marcha un programa agroenergético

Durante los pasados 12 y 13 de noviembre se reunieron en Barcelona expertos del INIA, del Instituto Nacional de Industria (INI) y de la Generalidad, para tomar las primeras decisiones concretas en torno al mencionado plan. El INI está interesado en sus posibles resultados y va a colaborar directamente en algunos de los proyectos (especialmente prestando su experiencia sobre energía solar); la Generalidad, por su parte, también desarrolla actualmente investigaciones sobre aprovechamiento de aguas residuales domésticas y fangos de las depuradoras.Como primer bloque de medidas que supongan la plasmación de parte del programa, la reunión de Barcelona decidió acciones en materia de energía solar para calefacción, producción y transformación de biomasa, aprovechamiento de residuos, medidas de ahorro energético, protección vegetal y fertilización. En relación a ellos, ya hay concretados veinte protocolos, cuyo presupuesto global alcanzará los veinte millones de pesetas (salarios de personal y costos de infraestructura excluidos); entrarán en vigor en 1980 y la duración de cada uno de ellos será de cuatro años.

La colaboración del INI

Un aspecto interesante del aprovechamiento de la energía solar es su aplicación en agricultura, y concretamente en la calefacción de los invernaderos de cultivos protegidos (hortícolas, ornamentales, etcétera) y en los secaderos.El INIA, en este aspecto, trabajará en estrecha colaboración con el INI, que se ha comprometido a prestar toda su experiencia en materia de paneles solares. España está en condiciones de competir con el resto de los países europeos (hay muchas horas de sol) y se confía en obtener resultados positivos en poco tiempo (la tecnología básica ya existe).

La situación energética actual (el 80% de la energía consumida en España procede del exterior) hace necesario plantear o poner a punto la utilización de nuevos recursos. Según el INIA, la energía solar ofrece una alternativa energética limpia: no contaminante y esencialmente inagotable, características de que carecen las fuentes tradicionales. La energía solar puede ser recogida y convertida en energía útil, con un impacto mínimo sobre el ambiente y sin residuos a eliminar.

En definitiva, la aplicación de energía solar para calefacción de invernaderos y secaderos supondría una economía de combustibles en las zonas donde la calefacción es necesaria; la posibilidad de ampliar el período de producción en zonas hortícolas con problemas de heladas; la viabilidad de adelantar las fechas de plantación en invernaderos de plástico que no usan calefacción; mayor precocidad y calidad del producto, con mejores posibilidades de venta (por tanto, mejores precios), y una plataforma inmejorable para abrir otros cauces de aplicación de esta fuente (refrigeración de invernaderos en el caso de temperaturas excesivamente altas, secado y deshidratado de productos vegetales, desalinización de aguas, etcétera).

El presidente del INIA, Antonio Herrero Alcón, dijo en la presentación del programa (véase EL PAÍS de 29 de septiembre de 1979) que «si España explotara el petróleo verde de que potencialmente dispone, podría ahorrar en pocos años el 10% de la energía total que consume», y eso que en ningún caso deseó ser romántico o sensacionalista. Por ello, sin duda, es el apartado del programa que más interesa a la Administración.

Actualmente ya hay en marcha ocho proyectos de producción de biomasa a partir de cardos, cactus, ágabes, chumberas y algunas otras variedades de plantas, hasta ahora no cultivadas, y sobre las que se está investigando. El INIA está interesado en todas aquellas unidades de plantas que consigan el mayor desarrollo posible con la menor incidencia de los inputs (aguas, fertilizantes ... ). Además, su cultivo es propio de zonas áridas, desérticas o de terrenos que habitualmente no son aprovechables para cultivos convencionales (Canarias, Andalucía, Levante). En este sentido, España también aventaja claramente a la mayoría de los países europeos, que no disponen casi de terrenos baldíos.

Otros proyectos del INIA están encaminados al aprovechamiento de la biomasa forestal (maderas residuales, grandes matorrales, plantas frondosas ... ), para producción de carbón y gas metano. Para ello se crearán pequeñas unidades de transformación, a pie de monte, distribuidas por toda la geografía.

El "árbol-gasolina"

Sin embargo, los mayores esfuerzos de la Administración en lo relativo a la utilización de la biomasa como fuente sustitutiva de energía van encaminados a las «euforbias», variedades vegetales de gran tamaño y tallo carnoso, que producen látex (jugo lechoso, en ocasiones tóxico o venenoso, del que se pueden destilar caucho, alcohol, gutapercha, etcétera); son todos ellos proyectos a medio o largo plazo, pero parecen, sin duda, los de mayor futuro. Actualmente se investiga en la obtención controlada de euforbias, con un peso molecular mucho menor.El premio Nobel norteamericano Melvin Calvin, descubridor del ciclo fotosintético de las plantas, trabaja actualmente en el cultivo y transformación de euforbias, en la esperanza de que ofrezcan un comportamiento paralelo al del caucho (en muy pocos años, y sólo mediante investigación, se ha pasado de un rendimiento de doscientos kilos de caucho por hectárea y año al actual de 8.000 kilos).

Calvin ha aceptado la invitación de venir a España durante el próximo verano, para conocer personalmente su riqueza en euforbias. En su opinión, España es el país del mundo que cuenta con mayor número de variedades, de las que ahora se está realizando un catálogo (en Brasil, por ejemplo, se conocen unas 3.000).

Las esperanzas del eminente científico se centran en la obtención de alcohol barato, por destilación de una serie de cultivos y, a más largo plazo, al cultivo de verdaderos «árboles-gasolina».

Luchas biológicas

Varios proyectos del Instituto están encaminados al ahorro de energía en el tratamiento de plagas, sustituyendo los tradicionales métodos químicos por verdaderas luchas biológicas.Datos facilitados por el propio INIA aseguran que el tratamiento químico de la mosca blanca de los invernaderos (que ataca a casi todos los cultivos) cuesta aproximadamente unas 120.000 pesetas por hectárea y año, para que sea eficaz; por medio de lucha biológica, su costo ha conseguido reducirse actualmente a 33.000 pesetas, cantidad que puede bajar aún más si se comercializa convenientemente el proceso. Y esta relación puede pronunciarse ostensiblemente en otro tipo de plagas.

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