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Música contempóranea en el Palau de Barcelona

El pasado jueves tuvo lugar la presentación del sello de música contemporánea ECM, para lo cual su casa distribuidora, Edigsa, organizó un concierto doble, que contó con la presencia del grupo Azimuth, por un lado, y la de Egberto Gismonti, Charlie Haden y Jean Garbarek, por otro.

El Palau de la Música, sus esculturas de yeso heroico, su alucinante luminaria o los chorreos imprevisibles de color y modernismos desaforados han visto ya muchas cosas y permanecen impasibles. Cancó, jazz, ópera, danza..., todo adquiere en ese recinto-tarta un aroma de respetabilidad y clasicismo que interfiere con la, por otra parte omnipresente, alucinación de su decorado.El público que asistió al concierto no era el rocker miserere ni el militante concienciado. Parecía más bien la expresión de una progresía instalada con los años y que en ese tiempo ha ido afinando también un regusto muy sano, aunque algo frío, por la calidad. Calidad en el vestir, en el leer, en la droga y en la música.

Azimuth es un grupo inglés formado por John Taylor (piano, órgano y secuenciador), Norma Winstone (voces) y Kenny Wheeler (fliscornio y trompeta). Su música, una larga serie de improvisaciones apenas estructuradas, se basa en una tal cantidad de influencias que resulta imposible definirla. Por allí aparecían citas de contemporánea, blues, música religiosa o minimal, que chocaban una y otra vez con la falta de flexibilidad y resuello de Norma Winstone. Cuando ésta se callaba, el trabajo de Taylor, lleno de sensibilidad, o los fraseos entrecortados y expresivos de Wheeler conseguían salvar la barrera de frialdad.

Todo cambió cuando salieron Egberto Gismonti (guitarra y piano), Charlie Haden (bajo) y Jan Garbarek (saxos soprano y tenor). Su actuación fue una de las más bellas y redondas que yo haya escuchado nunca. Mientras Gismonti (brasileño) realizaba con su guitarra una música emparentada muy de cerca con las ragas indias, Haden (inglés) percutía su bajo haciendo la labor rítmica de tabla (tambores indios) y el soporte armónico de la tambura (instrumento de cuerda). Jan Garbarek (sueco) sacaba sonidos pulidos y matizadísimos a su saxo soprano y el conjunto eran oleadas de música en estado casi puro, que, por ejemplo, mostraban cómo se puede hacer un solo de bajo lleno de sentido, tierno y emocionante, sin necesidad de corretear como un paranoico por el mástil. Esta segunda parte fue la mejor muestra de lo que es ECM cuando a su perfección técnica une la vitalidad. Una bellísima música.

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