No se admiten perros
Hace días, dos jóvenes, uno de ellos invidente, acompañados de su perro-guía, entraron en una cafetería de la calle de Julián Romea y el encargado les echó con buenas palabras porque no se admitían perros. Se marcharon sin pronunciar palabra alguna, dando con ello una muestra de buena educación.Testigos mudos, pero no impasibles, de la situación fuimos dos sencillas estudiantes de Periodismo, pues, el hecho nos pareció incalificable.
Sabemos que existe una legislación vigente respecto a la no admisión de animales en locales públicos, pero este caso era una excepción: el perro formaba parte de él mismo; no se trataba del perrito faldero de «fulanita de tal», ni del capricho del niño mimado al que se le antoja tener un perrito, sino de sus propios ojos.
No pretendemos enjuiciar a nadie, nada más lejos de nuestra intención, pero nuestra ética profesional nos ha inducido a hacerlo no solo por esto, sino porque dentro de esta inhumanidad tenemos conciencia de lo que es ser humano. Tampoco queremos hacer demagogia, sino simplemente exponer unos hechos.
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