Respuesta a Llorenç Barber
Llorenç, qué cara tienes. Es muy fácil presentarnos como un público tonto, «un público universitario acostumbrado tanto a la pasividad como a las recetas».... un conglomerado de zotes bien entrenados en una única forma de descifrar lo que vienen a ponerles delante de las narices: la búsqueda del mensaje. Nos presentas como una panda de scouts de parroquia, de chicos serios, sanos, que necesitamos «un mensaje» que nos dé sentido a la vida, como las buenas acciones nos dan sentido a los días. Una panda de profesionales del recuelo de la realidad.Visto en estos términos el rechazo a Zaj, el público lector de EL PAIS simpatizará inmediatamente con un Juan Hidalgo -músico-de-vanguardia-aún-no asimilado, y enfrentado, pobre, a un rebaño de miopes, bonita cosecha de nuestra universidad (no se puede pedir peras al olmo). Y qué más quisiéramos nosotros que haber podido descubrir con Juan Hidalgo algo nuevo a nuestro alrededor.
Era cálido Juan Hidalgo hablando, envuelto en una pompa de promesa de juegos. Con el pelo blanco y seguramente dulce, balanceándose de un recuerdo a otro, cosiendo sin querer una historia mucho más profunda para nosotros que tantas conferencias coherentes y mil veces más concretas, también mil veces más aisladas en sí mismas. (... El hablaba de «tobra abierta»).
Fue entonces el momento de mayor expectación, subiendo de los talones un revoltillo de papelajos que querían convertirse en algo alrededor de Juan Hidalgo. La sospecha del happening latía en el ambiente. Estábamos invitados a un curso de teatro-musical, se admiten recursos pictóricos, poéticos y teatrales, porque esta música es sobre todo tiempo organizado, se cuela por los ojos y por los oídos, valora la gestualidad, utiliza el espacio. Es movimiento dibujando acción, es hacemos conscientes de que nuestros pasos y los de los demás están marcando por su cuenta el tiempo de la partitura gigante que es nuestra vida.
Sin embargo, al entrar el segundo día no sé qué sensación de fraude nos abortó en el estómago. Encima del escenario había la misma silla que el día anterior, con su pie y sus tres ruedas y el mismo tipo delgado pero de tacto suave balanceándose de un recuerdo a otro. Y era Juan Hidalgo, «la figura oficial de los músicos- marginales españoles».... y empezó a calamos una certeza molestísima: que una música-acción, una música tonta como la misma vida, no puede tener figuras, y, sin embargo, resulta que ese tipo era el artista.
Ya nos sentimos ahí mismo amordazados, porque detrás de lo que se decía llovía la certeza de que íbamos a tener que jugar a sus propuestas, que cualquier latido nuestro había empezado a ser una actuación, y era infinitamente doloroso haber dejado de ser los dueños del curso, los que nos íbamos a regalar en el paraninfo, porque ahora había un equipo directivo que nos explicaba el juego, ¡que nos estaba contando la película antes de haberla visto! Fue el día que tú te acercaste a nuestro sitio al final y nos encontraste enzarzados en una pelea, quitándonos la palabra de la boca. Y es que se nos había escapado el curso, nos sentíamos ya necesariamente obligados a oír a Juan Hidalgo como quien oye una clase, y nos resistíamos a tener que quedarnos ya fuera. Pero era a la vez irreparable la urgencia de ser serios y no recibir instrucciones. Todo menos ser dirigidos.
Lloreng, tú viste que qué más hubiéramos querido que haber podido participar, que necesitábamos romper el esquema conferencian-, te-público, que nosotros hemos asumido ya la vida como una cinta de propuestas, como una falda de respuestas alrededor de la cintura. Pero Juan Hidalgo no venía a traernos un contenido para crear. No íbamos a poder inventar fuera de su campo. No nos estaba dando la propuesta para que nosotros la compusiéramos, sino que nos invitaba a bailar las acciones en su propia fiesta.
El tercer día fue el más anodino, cuando Juan Hidalgo llamó a sus amiguetes de entre el público: tú, tú y tú vais a prepararlo. Y era verdad que el happening ya debía de saberse y simplemente nos lo iban a presentar. Ya estaba hecho, no había que empeñarse en inventarlo.
Y el cuarto día, aunque tú dices que «hubo diversidad y calidad entre lo presentado», fue para mis amigos y para mí el más triste. Y qué más quisiéramos que haber sido indiferentes. Pero hay algunos campos en los que no podemos hacer concesiones. Nos negamos a ser pasivos, y es que el problema estaba fuera de nosotros. No era mensaje evitado en cada gesto de Hidalgo, que tú dices que nosotros exigíamos pendiendo por encima de él o asomando por abajo, cualquiera sabe. Era sólo la certeza que nos calaba más y más dentro, raspándonos mucho: esto no puede ser así.... esto ya no es así.
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