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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Las drogas "blandas", sólo el comienzo

La prohibición del consumo de drogas es tan vieja como la droga misma; sin embargo, el consumo no sólo no se logra evitar, sino que se incrementa en forma alarmante. La prohibición por sí sola ha demostrado su ineficacia en esta faceta de la vida humana, como en todas las demás. Prohibir nunca ha servido de gran cosa y esto creo que no necesita más comentarios. Otra cosa es tratar de educar, mentahzar, aconsejar, pero esto no es lo que me ocupa.Detrás de este problema que es el consumo creciente de la droga, en nuestra cultura occidental hay una tremenda organización industrial, pero, por sobre todo, comercial, una verdadera multinacional de la mafia, cuya ventaja más grande, cuyo aliado más poderoso es la falta de competencia y de regulación oficial de precios, lo cual, a su vez, es consecuencia de la obstinada política de prohibición que se implanta en todos los Estados. En definitiva, son las leyes vigentes quienes contribuyen más fehacientemente a hacer de esto uno de los negocios más lucrativos de la actualidad. La dificultad de promocionar el producto por los medios normales de publicidad se salva con el propio sistema de llegar directamente al cliente, la más de las veces un niño o adolescente, creando grupos de consumo, y explotando la atracción que ejerce sobre el hombre todo lo prohibido y, por qué no, también lo desconocido, que la falta de educación e información de los jóvenes por

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parte de los medios de enseñanza es un factor no menos importante.

Tengo la plena convicción de que mantener esta política de penalización del consumo de drogas, tanto «blandas» como «duras», o incluso aumentar su severidad podrá, en el mejor de los casos, mejorar el problema en algún porcentaje, que seguramente será insignificante y, por supuesto, no solucionará el problema radical y definitivamente. Si cambiamos la política combativa radicalmente en cambio, eliminar la política de prohibición, sin cargos de conciencia, pues, hasta el momento, no ha demostrado servir para mucho, despenalizar el consumo y vender libremente la droga en farmacias, a precios exiguos, sin fines de lucro para nadie, de esta forma se transformará aquel lucrativo negocio en un asunto sin interés económico alguno. A nadie le interesará vender, y mucho menos promocionar el consumo de algo que no deja ganancias. Eliminada así la razón de ser de todo este intrincado asunto, que es el lucro de los inescrupulosos y no el placer de los consumidores, eliminaríamos la principal causa del consumo y que es, a mi modo de ver, el sistema de promoción que estas organizaciones utilizan y que actúa como una bola de nieve, pues cada consumidor se transforma en un nuevo promotor. Esto, a su vez, tendría la enorme ventaja de que siendo el Estado el único proveedor de drogas, podría ejercer cierto control educativo y persuasivo sobre los consumidores, así como prestar a éstos la atención médica que casi siempre necesitan.

Actuar de esta forma, a nivel de Estado, tiene tremendos inconvenientes, pues hay que luchar contra prejuicios y creencias ancestrales (ya tenemos los ejemplos del divorcio y el aborto), pero también contra las organizaciones internacionales que manejan el intrincado y sucio negocio y que, sin ningún lugar a dudas, serán los primeros en oponerse a la despenalización, y, su consecuencia, el Estado como competidor, y esto significa tener que vencer presiones morales y físicas, y un medio más persuasivo y eficaz, el soborno.

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