Cuando
en una reunión internacional de historiadores, celebrada en Madrid, se comentó que el profesor Antonio Domínguez Ortiz no ejercía su labor docente en la universidad, sino en un instituto, uno de los asistentes, extranjero, exclamó: «¡Qué suerte tienen ustedes! En mi país no podemos permitirnos esos lujos.»De esta suerte tuvo la culpa algún tribunal de oposiciones incapaz de comprender la valía científica del ilustre historiador andaluz, que hoy cumple setenta años, razón por la que se jubila como catedrático del instituto Beatriz Galindo, de Madrid.
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