Técnicos e intelectuales predominan en la nueva ejecutiva socialista
La ejecutiva del PSOE tiene ahora veinticuatro miembros. Es un equipo demasiado grande para que todos trabajen juntos, y además se trata de un conjunto de personas al que se supone bastante homogéneo, en el que predominan técnicos e intelectuales. De ahí que el trabajo vaya a dividirse mucho: las secretarías y vocalías desarrollarán sus tareas sin ponerlas a discusión en la mesa de la ejecutiva (salvo las decisiones de mayor importancia) y cada miembro despachará con el secretario general o el vicesecretario, según la naturaleza de los temas.
Un examen de la lista de nombres revela que la ejecutiva no es un conjunto de ciegos felipistas, aunque sí parece claro que el secretario general puede contar con una amplia mayoría, de quince a dieciocho personas, para todas las decisiones de importancia. Dentro de este grupo, Alfonso Guerra, Javier Solana y Carmen García Bloise constituyen el núcleo motor del PSOE.Acostumbrado a organizar campañas electorales contra Suárez y Carrillo, el sector crítico de su partido ha debido ser para Alfonso Guerra poco más que un paseo militar, aunque para ello haya tenido que trazar una red de pactos y contrapactos que pueden incrementar su desgaste personal de cara a la organización. Pero la eficacia demostrada, unida a su capacidad política y a la larga colaboración con Felipe González, le permiten conservar posiciones relevantes y cultivar esa imagen donde alternan fases tranquilas y frecuentes zapatiestas.
Por su parte, Javier Solana accede a un puesto equiparable al de «jefe de gabinete técnico» del PSOE, y Carmen García Bloise se hace cargo de las tareas orgánicas en un partido sacudido por tan grave crisis. Ambos tienen, respecto de Felipe González, una relación muy estrecha y gran compenetración.
Los hombres de Felipe
Además de los citados, en la ejecutiva del PSOE toman asiento cierto número de personas que pueden ser considerados verdaderos felipistas. Uno de ellos es el presidente del partido, Ramón Rubial, ex presidente del Consejo General Vasco y uno de los hombres con mayor cantidad de cárcel a las espaldas entre los militantes socialistas. Otro es Enrique Múgica, cuya entrada en la ejecutiva atravesó algún que otro momento difícil, aunque las relaciones con el mundo militar y su imagen socialdemócrata han sido apreciadas a la hora de compensar otras imágenes más izquierdistas.Emilio Alonso, poco conocido en el ámbito público, procede de la Federación de Baleares, y sólo era diputado antes de hacerse cargo de las finanzas del PSOE. Algo más conocido es el secretario sindical, Joaquín Almunia, defensor de posturas moderadas -apareció en Madrid junto con los partidarios de las 59 tesis- y bien considerado en la dirección del sindicato socialista, donde ha tenido, durante mucho tiempo, un despacho al lado de Nicolás Redondo.
Del llamado grupo sevillano en la ejecutiva del PSOE queda Guillermo Galeote, encargado ahora de prensa, cuya relación con Felipe González y Alfonso Guerra se remonta a muchos años atrás. Los dos vocales procedentes del antiguo PSP, Donato Fuejo y Pedro Bofill, se encuentran enteramente en la línea de Felipe González. En fin, la presencia de Juan Antonio Barragán, secretario de Juventudes, es considerada como la de un estrecho colaborador de Alfonso Guerra.
Otras aportaciones
Existen otras personas a las que cabe suponer, en función de su trayectoria anterior, no enteramente vinculadas a Felipe González, aunque sí en un grado de acuerdo suficiente como para haber entrado en esta ejecutiva.El profesor José María Maravall, hijo del famoso catedrático e historiador del mismo nombre, y el también profesor Ignacio Sotelo -este último de la Universidad de Berlín, con problemas familiares a causa de su nuevo cargo en Madrid, que le obligará a saltar con frecuencia entre ambas ciudades- cuentan con un prestigio intelectual, dentro de una línea de moderación política, reconocida por todos los sectores del PSOE.
El primero de ellos ha aparecido públicamente como partidario de las 59 tesis -apenas recogidas en la resolución política aprobada-, aunque ha rechazado definirse como «socialdemócrata»; el segundo no es precisamente un marxista acérrimo, aunque sí un hombre conocedor del tema. Sus funciones respectivas serán las de formación y cultura. Cada sector da diferentes interpretaciones a su incorporación: para unos, son un magnífico complemento a un buen equipo; para otros, constituyen las únicas excepciones en una ejecutiva gris.
Desde el punto de vista político tienen mayor significado las incorporaciones del catalán Raimon Obiols y del vasco José María Benegas, el primero por representar la posición más a la izquierda en la ejecutiva, y el segundo por su enfrentamiento personal con Alfonso Guerra. A ellos cabe agregar otra personalidad muy discutida, Gregorio Peces-Barba, con poca suerte como líder y objeto de ataques periódicos por «vaticanista» en el seno del partido, pese a lo cual su competencia como jurista le hace necesario en ciertos temas. Completa este grupo de hombres discutidos la presencia de José Federico de Carvajal, vocal encargado de las relaciones internacionales, bajo la dependencia directa de Felipe González.
Por otra parte, hay que citar al secretario de política sectorial, Ciriaco de Vicente, y a la secretaria de política autonómica, María Izquierdo. El primero de ellos es un parlamentario de cierta brillantez e intensa capacidad de trabajo; la segunda, que ya desempeñaba el cargo de secretaria del Congreso de los Diputados, se ha caracterizado, hasta ahora, por haber mantenido posturas de oposición en el seno del PSOE andaluz.
Profesionalización
A muy grandes rasgos, éste es un órgano donde abundan los profesionales -prácticamente todos-, escasean las personas de extracción obrera -el presidente, Ramón Rubial, y dos de los vocales, Femández Villa y Cigarrán- e incluso hay una curiosa abundancia de científicos: Raimon Obiols, geólogo; Javier Solana, físico; Donato Fuejo y Guillermo Galeote, médicos. Quizá todo ello explique la imagen modernizadora, un punto tecnocrática y con tendencia a la profesionalización política, que emana de la lectura de la lista de nombres.Por otra parte, el sistema de trabajo de la nueva ejecutiva -secretarías que gestionan directamente sus asuntos, despachos con el secretario general o el vicesecretario, discusión en plenos sólo de las grandes líneas y principales decisiones- puede sacrificar el debate político o ideológico a la eficacia en el trabajo y, en definitiva, al cumplimiento de unos objetivos cuyas pautas serán marcadas, normalmente, por las personas que mayor peso tienen en la misma, y que no son otros que Felipe González y Alfonso Guerra, con una dedicación principal de este último a los asuntos parlamentarios.
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