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Reportaje:

Serranía de Huelva: la carencia de casi todo

Una exposición organizada por el Colegio de Arquitectos en 1976 permitió a muchos onubenses tener noticia por vez primera de la existencia de Castaño del Robledo, el pueblo más alto de la provincia, que une a su condición de ejemplo de arquitectura popular las de ser el primer sitio donde se cultivaron las patatas por estas tierras y el lugar donde ejerciera de párroco el marrano -léase judío converso Benito Arias Montano. Pero hay que darse prisa si se quiere contemplar su magnífico templo neoclásico inacabado o preguntar por el bolchevique genuino que sustituyó, tras la guerra civil, al clásico mahometano en la escultura de Santiago Matamoros.En 1989, si nadie lo remedia, Castaño del Robledo habrá desaparecido con toda su historia y todas sus curiosidades. Ya hoy sólo están habitadas la quinta parte de sus viviendas y los paisanos han cambiado castaños y robles por chimeneas humeantes de Huelva o Barcelona. No están, desde luego, solos: sus vecinos de los otros treinta pueblos de la sierra están sufriendo la misma suerte.

Naturaleza pobre y culpas humanas

No se puede decir que los 58.000 pobladores de la sierra de Huelva hayan sido muy favorecidos por la naturaleza. Su suelo es excesivamente atormentado y abrupto, sus pendientes no permiten un desarrollo agrícola continuado y sólo una ganadería con muchos problemas puede tener asiento fácil en la comarca. Se calcula que es susceptible de uso agrícola únicamente el 15 %de la superficie total, en tanto que la ganadería extensiva y el bosque ocupan el resto. Pero junto a las rémoras naturales hay que colocar las culpas humanas, que, a fin de cuentas, son las que causan los estragos históricos.Para Cristina Narbona y Curro Ferraro, profesores del departamento de Teoría Económica de la Universidad de Sevilla, el problema fundamental de la serranía onubense es la desproporción alarmante entre el precio de los factores de producción y el precio de los productos. En consecuencia, el campo ha dejado de ser rentable.

Por eso, en los últimos diez años se ha producido el abandono progresivo del cereal y los olivares, y hoy no se recogen ni el bornizo ni las zapatas, que antes complementaban la saca del corcho del alcornoque. Y por eso en 1969 había un censo de 51.000 cerdos ibéricos criados con bellota y diez años después el número ha disminuido a 30.000, sin que pueda echársele toda la culpa a la peste africana, siempre peligrosa (ya lo dice el veterinario de Jabugo: «O el ganadero encuentra a las chinches y las moscas o las chinches y las moscas encontrarán al cochino»), pero no determinante de la crisis que sufre la sierra.

«En el campo no se puede vivir», resume la situación Justo López Díaz, alcalde socialista de Encinasola, cuya población es hoy menos de la mitad de la que tenía hace veinticinco años. Con indignación campesina, el alcalde fue relatando a EL PAÍS el rosario de sus agravios: que doscientos agricultores se han arruinado en el pueblo, que se importan garbanzos de México y carne de otros sitios en vez de ayudar al campo español, que había 17.000 cabezas de ganado lanar en Encinasola y hoy no llegan a 7.000, y los dueños, dispuestos a venderlas»; que todavía espera la prometida subvención del Icona para mejorar la finca La Contienda, de propiedad municipal... Y siempre, al fondo de la crisis agraria, se encuentra la política de precios de la Administración.

Déficit de equipamiento

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Por lo que se refiere a comunicaciones, el señor Antonio García calificó de canallesco el acceso de la comarca a Huelva-capital. Los déficit de equipamientos de todas clases completan el panorama de esta serranía deprimida. Faltan médicos y farmacias, y no hay ambulatorios -ahora se está construyendo una residencia en Riotinto, en la sierra norte-, por lo que se producen numerosos casos de parturientas que dan a luz en plena carretera, camino de Huelva. Otros servicios no están mejor cubiertos.Pedro Durán no atribuye todas estas deficiencias a la Administración central; subraya la dejadez o la ignorancia de los propios ayuntamientos, que apenas cobran contribuciones especiales por arreglar con fondos públicos las calles céntricas o se preocupan de hacer pagar a los vecinos las tasas por canalones y no las plusvalías. Entre estas anomalías y la propia legislación centralista configuran unas haciendas municipales ruinosas, en las que el 92% del presupuesto ha de destinarse a gastos de personal.

Difícil alternativa

A la hora de buscar soluciones a esta amplia problemática de subdesarrollo, al primer congreso de la sierra de Huelva, que contó con la ausencia de UCD, repitió una serie de medidas lógicas que, campesinos, alcaldes y estudiosos, han venido exigiendo desde sus respectivas vivencias y enfoques: inversiones de infraestructura, puesta en explotación de los recursos mineros ahora semiabandonados, aprovechamiento de las posibilidades turísticas de la zona...No obstante, el análisis de Narbona y Ferraro, más realista quizá que otros que se hicieron en el congreso, no deja de crear inquietud y desasosiego. Para los dos jóvenes profesores, es muy difícil que el capital privado, imprescindible para salir del marasmo actual, acuda a la comarca en cantidades apreciables, ya que los beneficios siempre serán menores que en el sector industrial. La actual coyuntura del mercado de la carne, que tiende a la baja, y la expectativa de ingreso de España en el Mercado Común, tampoco inspiran optimismo, precisamente.

Las cooperativas, con los mismos problemas que los empresarios

Las posibles asociaciones y cooperativas tienen, hoy por hoy, los mismos problemas que el empresario privado y la agravante de chocar con una mentalidad campesina desconfiada y escaldada de experiencias anteriores. Hay aún otro inconveniente, apuntado por el geógrafo Domingo Avila: la diversidad de calidades en productos como el cerdo, la castaña o el melocotón no permite uniformar su venta y sería origen de disputas entre los campesinos.La vía de salvación propuesta por los profesores sevillanos incluye, sí, la instalación de pequeñas y medianas industrias, pero en el marco de una reconversión económica global que contemple una mayor autonomía serrana, la diversificación de la producción ganadera -ahora superespecializada-, una reforma agraria que parta de establecer la dimensión óptima de las explotaciones en cada área y la creación de un organismo comarcal de coordinación y asesoramiento. Todo ello sin olvidar el esfuerzo inversor y de obras públicas que, efectivamente, se necesita.

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