Una defensa
Lo hemos visto. Y lo denunciamos. Ante la fachada principal de nuestro Museo del Prado, los niños y los mozalbetes, aprovechando la benignidad de estas tardes otoñales, campan por doquier, trepan hasta los huecos de la fachada que cobijan a La Fortaleza, La Euritmia, La Paz, La Fertilidad, La Simetría, La Magnificencia y otras esculturas simbólicas, se esconden tras sus mantos de piedra, se revuelcan en los cuadros del césped, corren con sus patines por los paseos, sorteando peligrosamente a los transeúntes, se meten con sus bicicletas por entre la hierba y ya, en el colmo de sus hechos vandálicos, convierten a los alrededores del monumento a Velázquez y la fachada del arquitecto Villanueva en improvisado campo de fútbol y, aunque no con balón de reglamento, sí con una gran pelota de goma, le sueltan un chut al mismísimo Velázquez, estatua sedente que presencia desde su pedestal el vandalismo de esta juventud ante nuestro gran museo.¿Remedios? Uno, y muy sencillo: un simple guardia municipal que, paseándose de uno a otro lado, prohiba con su sola presencia estas cosas
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