Los oficiales de Lebuirat preveían la derrota
«Sospechamos presencia rebeldes en los alrededores. Stop. Ataque inminente. Stop. Mandar refuerzos.» Este telegrama, fechado el 23 de agosto, un día antes de la batalla, es el último documento enviado por el mando marroquí de Lebuirat del que se tiene constancia.Después de tres días de viaje por los territorios liberados y el sur de Marruecos, hemos vuelto a los campamentos de refugiados del sur de Argelia. El trayecto de vuelta .ha sido tan apacible como el de ¡da: siempre con tiempo de pararse y tomar el té a la escasa sombra de los tahls (árboles espinosos), que ahora, con las últimas lluvias, se encuentran ligeramente más alegres y frondosos que de costumbre.
Ya en territorio argelino, los polisarios nos muestran los prisioneros y el material capturado en la batalla de Lebuirat. A un lado, sentados en el suelo, se encuentran dos grupos de prisioneros. En el grupo más pequeño están los oficiales y suboficiales marroquíes En el otro, los soldados; enfrente, el material capturado: un blindado, tres cañones, veintiún Land Rover artillados, cuatro camiones, varios cientos de fusiles ametralladores cuatro morteros españoles, fabricados en 1977 por Esperanza y Compañía, Sociedad Anonima, cientos de carnés de identificación del Ejército marroquí, condecoraciones, galones, estrellas y varias cajas de municiones llenas de los documentos encontrados en Lebuirat.
Entre los papeles se halla el pasaporte del capitán Mohamed Azelmat, responsable de la base de Lebuirat, convocado antes del día 24 por sus superiores y recientemente fusilado por los marroquíes, después de la derrota.
El pasaporte es viejo y de él se deduce que el capitán Azelmat era un hombre poco viajero. Sólo lo utilizó del 3 al 15 de mayo de 1971 para visitar Inglaterra.
No se puede saber si la evolución de Azelmat es la habitual en los oficiales marroquíes destinados en el Sahara y sur de Marruecos, pero, en cualquier caso, es significativa.
Entre los documentos que tuvimos la oportunidad de revisar, hay muchos comunicados de Azelmat en los que da cuenta, en tono desesperado, de las dificultades con que se encuentra. Según sus relatos, el material de guerra estaba en mal estado, faltaban municiones y la tropa manifestaba claros síntomas de desmoralización.
Después del segundo y penúltimo ataque polisario del 10 de agosto, hace un apocalíptico relato de la batalla y concluye: «Después de la matanza y debido particularmente a la insuficiencia de armamento y a la inmovilidad de los últimos carros que quedan, hay que señalar que el personal del tercer grupo de blindados (Lebuirat) no es operacional, se encuentra traumatizado y desmoralizado y es previsible una catástrofe de grandes consecuencias en el próximo ataque.»
El 3 de agosto, Azelmat había hecho una descripción del estado de espíritu de la tropa y pedía el relevo de sus hombres: «La gente está cansada después de estar aquí desde hace cuatro años», «los soldados tienen que estar toda la noche despiertos ... »
En la correspondencia del capitán Azelmat abundan también las críticas al mando y la petición de refuerzos. El 16 de agosto transmitía el siguiente mensaje: «Vistos los medios utilizados por el enemigo en los ataques, no se puede mantener más la localidad de Lebuirat. Oficiales, suboficiales y tropas están traumatizados, desmoralizados, manifiestan su mal humor y se niegan a volver a tomar las posiciones iniciales. Algunos civiles amenazan con dejar la ciudad. Una tercera intervención enemiga supondría la toma de la ciudad. »
El 20 de agosto, cuatro días antes de que el Polisario se hiciera definitivamente con Lebuirat, y pocas horas antes de que el capitán Azelmat marchara para Tan-Tan, convocado por las autoridades militares que, semanas después, le mandarían fusilar, Azelmat redactaba uno de sus últimos comunicados. Los tonos son ya más dramáticos que nunca: «Son 1.500 almas y millares de viudas y huérfanos que serán cargados a la conciencia del mando. El comandante de la unidad (el capitán Azelmat se refiere a él mismo) declina completamente su responsabilidad. Ha prometido y mentido mucho a los hombres y no se ha cumplido ninguna promesa. Los innumerables sacrificios realizados no han sido coronados por ningún resultado tangible. »
Hablan los oficiales prisioneros
Hoy el capitán Azelmat está ya muerto, pero, cuarenta kilómetros al sur de Tinduf (Argelia), sobre las arenas del desierto, los oficiales marroquíes, ahora supervivientes y prisioneros, nos cuentan, con gesto sorprendido todavía, por qué el destacamento marroquí de Lebuirat se fue irremisiblemente abajo. Aun a tres semanas de los hechos, los prisioneros parecen perplejos. Abundan los lapsos pintorescos. «Ellos, los marroquíes ... », repiten varias veces antes de rectificar un oficial y un suboficial marroquí.
El teniente Amrani Hassan, veinticinco años, recién salido de la Academia, era la máxima autoridad de Lebuirat el día de la batalla final. Ahora está prisionero. ¿Es cierto que los polisarios mataron a 615 soldados marroquíes? «No sé, no sé cuántos fueron», dice, «pero, en cualquier caso, los muertos fueron muchos. ¿Cómo es posible que no haya tantos muertos si no quedaba material y la gente estaba desmoralizada por la falta de medios y la ilegitimidad de la guerra? ... »
Junto al tiente Hassan está el capitán Ait Cherif Mohamed, de 53 años, capturado en la batalla de Bir Anzaram, el 11 de agosto. Ait Cherif Mohamed es un viejo militar que perteneció al Ejército francés antes de la independencia de Marruecos. Luchó en la liberación de Europa durante la segunda guerra mundial, estuvo en los frentes de Francia y en Cassino (Italia) y se ofreció voluntario para luchar contra los vietnamitas en Dien Bien Fu. Tiene tres condecoraciones: la medalla militar francesa, la Legión de Honor y la cruz de guerra.
«¿Puedo conversar con usted en tanto que oficial del Ejército francés?», le pregunta el veterano periodista René Mauriés, de La Depêche, de Tolouse. «Sí», responde con orgullo el capitán, «pero sepa que debe comenzar diciendo que tengo la medalla militar francesa.»
«Lo que me habéis contado es terrible. ¡Cincuenta y un blindados destruidos en Lebuirat! ¿Lo habéis visto vosotros mismos? Yo nunca vi nada igual... Lebuirat provocará que se conozca la verdad de esta guerra», dice el capitán...
¿Y si el Polisario sigue su ataque y llega a tomar Zak», preguntamos al teniente Hassan. «Entonces», responde de inmediato, «será el final de la presencia marroquí en la zona.»
Entre el grupo de oficiales se encuentran dos brigadas marroquíes de Nador (ciudad situada al norte de Marruecos, a una decena de kilómetros de Melilla). Uno de ellos, Zariouhi Mohamed, 43 años, casado y siete hijos, estuvo en el Ejército español desde 1951 hasta la independencia de Marruecos.
«No; los polisarios no nos han maltratado. Es verdad. Lo malo es que nos aburrimos mucho, pero nos atienden bien. Comemos lo mismo que ellos. Los interrogatorios son breves. "¿Tenéis algo que decir?", nos preguntan... Y si no tienes nada que contarles te dejan en paz... No tienen problemas, les sobra la información sobre cómo funciona nuestro Ejército. »
El sol está en todo lo alto y hace calor. Encendemos unos cigarrillos canarios de una marca que les resulta familiar. «Qué bien se estaría en el café Mettopol, de Melilla», concluye Zariouhi.
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