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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Hay espacio para un nuevo partido?

EL NOTABLE aumento del abstercionismo desde junio de 1977 a las elecciones legislativas y municipales de 1979 es tan sólo uno de los indicadores -el más fácil de advertir por su -naturaleza cuantitativa- del progresivo enfriainiento, apatía y desgana que carcome la vida pública española. Y el fenómeno es todavía más significativo y preocupante si se toma en consideración que este año fueron convocados por vez primera, a las urnas los jóvenes mayores de dieciocho años y menores de veintiuno. Los partidos de la izquierda contaban con esa incorporación de nueva savia al cuerpo electoral para mejorar sus posiciones. Sin embargo, sólo los comunistas obtuvieron, a escala nacional, un aumento de votos, en términos absolutos, que se correspondía aproximadamente con su cuota de participación proporcional en el nuevo colectivo juvenil de votantes. No se puede saber, así pues, si su crecimiento se debió a los sufragios de los recién llegados o a desplazamientos dentro del electorado adulto. Parece, en cambio, menos dudoso que el impetuoso crecimiento de Herri Batasuna en el País Vaseo tuviera un importante componente juvenil.¿Cuál es el origen de ese creciente abstencionismo, que afecta también a la juventud en edad de votar? Para algunos, el alejamiento de las urnas sería incluso un signo de salud de las instituciones democráticas, tomadas por paisaje cuasi natural por unos ciudadanos que disfrutan de las libertades concretas y que sólo reparan en la existencia de los derechos políticos cuando la amenaza de una dictadura pone en peligro la posibilidad de ejercitarlos. Pero otros opinan, probablemente con mejores razones, que la vida democrática no es sólo la oportunidad abierta a todos, y sólo aprovechada por algunos, de.participar en la elección de representantes y en la toma de decisiones, sino la trama formada por la efectiva utilización de esos derechos y por la aceptación de responsabilidades en la esfera pública.

De añadidura, el abstencionismo electoral puede ser tanto una manifestación de repliegue egoísta hacia la vida privada como una manera de protestar contra las formas institucionales históricamente cristalizadas para servir de cauce a la participación ciudadana.

Cabe pensar que los «dpsencantados», o parte de ellos, forman una demanda política insatisfecha ante ofertas electorales que no les convencen racionalmente ni les arrastran ernocionalmente. Y también que un sector de los hombres y mujeres que votaron en marzo y en abril por alguna de las opciones disponibles tienen muchas afinidades, en la insatisfacción y el de encanto, con los que no acudieron a las urnas. ¿Serían estos abstencionistas, ya en ejercicio o potenciales, recuperables para la participación política si surgiera en el panorama político español una propuesta distinta de las que hoy ocupan, el espectro de los partidos?

Antes de que los teíescopios de los astrónomos alcanzaran a divisar Plutón, ya los fisicos habían llegado a la conclusión de que tenía que existir ese planeta. Después de las últimas convocatorias electorales, comienza a adivinarse también la existencia de un espacio político no cubierto, o cubierto insuficientemente, por los partidos, y en el que podrían darse cita esos abstencionistas que no encuentran acomodo ni en el centro ni en la, izquierda. Parece que es un hueco parecido al que trata de llenar el Partido Radical de Marco Panella en Italia. Pero las semejanzas de estructura social de España e Italia forzosamente tienen que ser rectificadas por las diferencias derivadas del desarrolo histórico, la cultura política, la instalación de los partidos y el peso de las nacionalidades y regiones en nuestra vida colectiva.

La posibilidad de que ese espacio político efectivamente exista puede afirmarse o negarse de acuerdo con las respuestas que se den a una serie de preguntas. ¿Dónde encuentran ahora lugar los herederos de las tradiciones laicas y del reformismo moral del republicanismo histórico español, virtualmente desaparecidas las oportunidades para un cambio institucional como consecuencia del contenido democrático de la Monarquía de don Juan Carlos? ¿Qué instalación política puede hacer que se sientan cómodos, coherentes consigo mismos y sinceros los profesionales, funcionarios públicos y empleados del sector terciario, tan vigorosamente desarrollado bajo el franquismo? ¿Por qué losjóvenes de clase media se inhiben ante la vida pública? ¿Cuál es la razón de que las mujeres tengan tanta dificultad para ocupar cargos de responsabilidad en las organizaciones partidistas? ¿Dan los ucedistas, los socialistas o los eurocomunistas una respuesta satisfactoria a quienes se interesan por la calidad de vida, la defensa del medio ambiente, la libertadde costumbres, el pensamiento crítico e irrespetuoso, las manifestaciones de la nueva cultura, la limitación del poder (de cualquier forma de poder), las formas directas de democracia, la denuncia de la corrupción, la vigorización de los ámbitos de vida colectiva a escala municipal o de barrio, el laicismo consecuente, la búsqueda de nuevos valores?

Si ese espacio político y electoral existiera, parece probable que sería residual respedo a las grandes ffirmacionés políticas. Sus cultivadores se sentirían distanciados de la izquierda, aun respetándola, por la comprensible dedicación de ésta a proteger los intereses corporativos específicos de una clase obrera a la que, sin embargo, no pertenecen. Protección no pocas veces afincada en la enfermedad del «economicísmo» marxista que ya denunciara el propio Lenin. Del centrismo les alejaría el denso componente confesional y democristiano de ese partido, así como las imborrables vinculaciones de sus principales dirigentes con el anterior régimen y la oligarquía capitalista. Aunque polémicamente equidistantes de centristas, socialistas y comunistas, la lógica de la situación les llevaría casi necesariamente a ocupar un lugar intermedio,entre la UCD y el PSOE. No serían muy numerosos, ni llegarían seguramente a los dos dígitos sus porcentajes electorales, ni tendrían muchos parlamentarios. Pero podrían desbloquear el actual panorama político español, amenazado tanto por el monopartidismo gubernamental como por coaliciones del gobierno contra natura.

Pero aunque la demanda política existiera realmente, tampoco sería seguro que surgiera un partido capaz de satisfacerla convenientemente. Y la empresa estaría condenada al fracaso desde el comienzo si los mimbres de la nueva cesta fueran viejas glorias de la política antifranquista, hoy descolocadas o en paro, y suplentes que calientan el banquillo de los grandes partidos sin que el entrenador llegue a darles la oportunidad de jugar e impacientes por hacerlo. Un equipo segregado por la clase política que hoy conocemos y compuesto por hombres y mujeres para los que lo importante sea «hacer política» y lo secundario «qué política» no dejaría que volviera.a crecer la hierba en ese presunto terreno político que espera a ser ocupado.

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