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Los sindicatos británicos tratan de evitar un choque frontal con el Gobierno

El congreso anual de los sindicatos británicos ha aprobado dos mociones, en las que rechaza categóricamente los intentos de reforma sindical propuestos por el Gobierno y condena de forma tajante la politica económica del Gabinete de la primera ministra, Margareth Thatcher.

Sin embargo, hasta hoy, tercer día de reunión, los sindicalistas británicos han evitado cualquier decisión que les lleve a un choque frontal con la Administración.El congreso se inauguró el pasado lunes, en la localidad veraniega de Blackpool, el Benidorm inglés, situada en el mar de Irlanda, al norte de Liverpool, y su clausura está prevista para el próximo viernes. Los delegados representan a los 12.180.000 afiliados a las Trade Unions, lo que equivale aproxima damente al 50% de la población activa británica.

El presidente del TUC, Tom Jackson -la presidencia es rotativa y se renueva anualmente-, lanzó en su discurso de apertura, un ataque demoledor contra la política económica del Gobierno conservador y manifestó que «la utilización del desempleo para curar los males económicos de Gran Bretaña, como pretende el Gobierno, le recuerda el uso de las sanguijuelas,en el siglo XVII». «El resultado es que el paciente no se cura y se queda más débil.»

Los sindicatos acusan al Gobierno de llevar a cabo una política económica trasnochada, y han adoptado el eslogan: «Marchemos hacia los ochenta, y no hacia los treinta.»

Por su parte, el dirigente de la Asociación Nacional de Tipógrafos, Joe Wade, pidió a los sindicatos que se opusieran con todas sus fuerzas a los intentos del Gobierno de «coartar la libertad sindical» y que rechacen las propuestas del ministro de Empleo, James Prior, relativas a los piquetes, a la afiliación sindical cerrada y a las votaciones secretas para decidir posibles acciones industriales.

El Gobierno ha anunciado su intención de presentar a la Cámara de los Comunes sendos proyectos de ley encaminados a restringir el derecho de los huelguistas a organizar piquetes fuera de su lugar habitual de trabajo, a proteger contra el despido a los obreros que no quieran afiliarse a un sindicato y a conseguir que toda huelga esté precedida por una votación secreta entre los trabajadores de una empresa.

Pero, a pesar de que la moción de Wade fue aprobada por unanimidad, los dirigentes sindicales dejaron la puerta abierta al diálogo con el Gobierno sobre este tema. El secretano general adjunto de los sindicatos, Harry Urwin, continuará las conversaciones con el ministro de Empleo después de la clausura del congreso.

La amenaza mayor de un «invierno calíente» proviene de unamoción presentada por el pequeño Sindicato de Trabajadores de la Industria del Mueble, que recibió el inesperado apoyo del poderoso Sindicato de Trabajadores Mecánicos, incluso contra el apoyo de su presidente, Terry Duffy. La moción, que sera puesta a votación en el transcurso de esta semana, pide la celebración de «manifestaciones masivas» contra la política economica del Gobierno. Los líderes sindicales moderados están realizando esfuerzos desesperados para que la moción no sea puesta a votación ante el plenario.

Sin embargo, a pesar de estas escaramuzas, los observadores son unánimes al manifestar que, hasta ahora, el congreso sindical se está desarrollando por cauces bastante moderados. Los líderes sindicales, tras las huelgas del pasado invierno, que tuvieron como resultado directo la elección de un Gobierno conservador, no están muy seguros de la reacción de la base sindical ante una postura demasiado radical.

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