Sobre el entierro de Alcalá-Zamora
Don Niceto Alcalá-Zamora, presidente que fuera de la II República española, descansa al fin en tierra de Madrid. Pero, a lo que parece, nuestro Gobierno, haciendo gala de otro gesto cicatero, como cuadra a nuestra incipiente y descafeinada democracia, no ha permitido que el entierro sea público. Así se burla el posible homenaje que muchos hubiéramos querido rendirle. ¿Por qué? También, al parecer, cuestión de protocolo: se le tendrían que haber rendido honores de Jefe de Estado. Pero, ¿es que no lo fue? Además, su figura, ¿no nos pertenece ya a todos?Se oye que se van a repatriar los restos de don Alfonso XIII. ¿Se le rendirán a él esos honores? Me parecería muy bien y lo adecuado. Como, en su día, a Manuel Azaña.
¿No habrá sido quizá miedo del Gobierno a la posible asistencia de don Juan Carlos lo que pesó en su ánimo? Pues si el Rey hubiera estado presente, no creo perdiera adeptos, y, por contra, con ese gesto, que le hubiera honrado, se habría granjeado el respeto y gratitud de los que deseamos la forma republicana de Estado.
Otra ocasión perdida de un gesto hermoso y digno para nuestros gobernantes. Una más. Una nueva gotita de desesperanza. Y hasta de rabia impotente. Y de melancolía. Inevitablemente, algunos españoles nos moriremos un día habiendo echado de menos en nuestra patria multitud de «detalles» que hubieran hecho de España algo más noble.
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