El interés de España y la nueva situación en el Sahara occidental
De la Secretaría de Relaciones Exteriores del PSOE
La República Islámica de Mauritania cometió un error histórico al cambiar totalmente su política sobre el Sahara en 1975 y alinearse en el reparto del territorio con Marruecos. El error cobraba dimensiones particulares si se tiene en cuenta que hacia entonces poco tiempo que Marruecos había reconocido formalmente la existencia del Estado mauritano, existencia obcecadamente negada durante diez años, dado que el expansionismo marroquí reivindicaba no sólo todo el Sahara, sino también el propio territorio mauritano.
La escasa visión política de los dirigentes mauritanos de 1975 supuso el inicio de una desastrosa aventura -de la que hoy el país se desengancha- por un escaso plato de lentejas, la porción de desierto (90.000 kilómetros cuadrados) conocida como Río de Oro por los colonizadores y que, a pesar de su nombre, no tiene ni lo uno ni lo otro. Los fosfatos, en ingentes cantidades, quedaron bajo control marroquí.
Hay, pues, que felicitarse -por el bien de los mauritanos, por el de los pueblos de la zona y por la paz y seguridad internacionales de la misma- de que Mauritania haya firmado el 5 de agosto pasado un acuerdo formal de paz con el Frente Polisario, en virtud del cual dicho país «declara solemnemente que no tiene ni tendrá reivindicaciones territoriales ni otras sobre el Sahara occidental».
Sin embargo, dicho acuerdo y la prepotente invasión militar marroquí de la parte del Sahara ahora abandonada por Mauritania crea una situación nueva en el área, que hay que considerar cuidadosamente y sobre la que España debe definirse. Veamos los principales ingredientes de tal situación y las consecuencias y observaciones que de la misma pueden derivarse:
Ambos hechos -retirada mauritana e invasión marroquí- implican de facto la invalidación del acuerdo tripartito de Madrid sobre el Sahara firmado el 14 de noviembre de 1975 por España, Marruecos y Mauritania. Sus términos han sido alterados por las acciones unilaterales mauritana (tendente a la paz) y marroquí (proclive a la guerra), que, en cualquier caso, se apartan por completo de lo estipulado en el acuerdo. Ello independientemente de que uno de los puntos esenciales del mismo -la prevista autodeterminación de los habitantes del Sahara- no se llevara nunca a cabo, debido a la oposición de los dos Estados invasores, ahora uno solo: Marruecos.
Internacionalización
Quedan a partir de ahora directamente enfrentados Marruecos y el Frente Polisario. En los últimos tiempos todo indica que Hassan II pretende simultáneamente una bilateralización y una internacionalización del conflicto. Bilateralización en el sentido de acrecentar las posibilidades de un choque armado entre Rabat y Argel; internacionalización en el sentido de que, ante ese choque -inmediatamente producido o con el fin de evitarlo en el último instante-, potencia o potencias ajenas al área (muy probablemente Estados Unidos) intervendrían o serían llamadas a intervenir en el mismo.
Esa puede ser la estrategia de Marruecos. La duda estriba en si Hassan la concibe así en la seguridad de que EEUU apoyará hasta el final y el fondo su postura con el fin de consolidar la presencia marroquí en todo el Sahara ocupado -a sabiendas de que tal expansionismo es algo que difícilmente puede tolerar Argelia y, por supuesto, contando con que la actividad guerrillera del Frente Polisario se incrementará al máximo- o bien está convencido de la imposibilidad de mantener sus posiciones de hoy y actúa como lo hace para acaparar bazas de cara a una negociación política que dé solución al conflicto. Sin duda, los próximos días arrojarán luz en esta dirección. Luz que no puede venir de ninguna declaración pública del monarca alauita por muy solemnemente que sea presentada, sino de los entresijos de la política interior de Marruecos y de su relación con EEUU y Francia, cuando se manifiesten abiertamente.
Evidentemente, en el conflicto del Sahara la actitud de EEUU es clave. Es de esperar y suponer (aunque no se pueda garantizar) que esta superpotencia no cometa los mismos errores que con la OLP y el asunto de Oriente Medio. Carter, a pesar de tímidos intentos, no ha asumido todavía la posición realista del diálogo abierto con los palestinos, debido a la enorme fuerza del grupo de presión sionista y proisraelí dentro de su país. El no apoyar activamente ni siquiera la creación de un mini-Estado palestino en coexistencia con el Estado de Israel es un error estratégico que sólo la presión del lobby sionísta norteamericano puede explicar.
Aislamiento marroquí
De modo similar -e independientemente de la opinión del Polisario sobre las futuras fronteras de la República Arabe Saharaui Democrática (RASD)-constituiría una segura equivocación política del Departamento de Estado no ya no favorecer el asentamiento del pueblo saharaui en la parte sur del Sahara de la que acaba de desentenderse Mauritania, sino sobre todo, el apoyar, propiciar, tolerar (por ausencia de presión) o simplemente no condenar la ocupación marroquí de tal territorio. Supongo que el galopante aislamiento de Marruecos en Africa, mundo árabe (Siria es ya militantemente prosaharaui), ONU (el comité de los veinticuatro, se ha inclinado por las tesis saharauis), la ausencia de «un Israel» en el Magreb y de un lobby promarroquí de importancia en EEUU contribuirá a abrir los ojos de la diplomacia norteamericana en el caso del Sahara. Y ello no puede significar sino la congelación definitiva de la venta de todo tipo de armas que Rabat pueda utilizar en el territorio, y la puesta en marcha de las presiones políticas y económicas que obliguen al actual régimen marroquí a abandonar sus pretensiones expansionistas y a buscar decididamente la paz.
Finalmente, la posición de España. La coyuntura de estas semanas venideras es la última oportunidad interesante que se nos presenta para enmendar errores pasados (el acuerdo tripartito) y para instrumentar una política exterior coherente respecto de la zona en cuestión. Ante el rápido curso de los acontecimientos no valen medias tintas ni buenas palabras o intenciones. Si bien es verdad que en política exterior nos hallamos condicionados por la potencia hegemónica del bloque en que actualmente nos encontramos (Estados Unidos) también lo esque disponemos de un cierto margen de maniobra. Un ejemplo lo constituye la absurda decisión (por tomarla un Gobierno de UCD, no por ella en sí misma) de que España acuda a la conferencia de los países no alineados, en La Habana. Decisión obviamente contradictoria a causa de la línea geopolítica propugnada por el Gobierno Suárez. Incoherente decisión. Tanto como los discursos del presidente Suárez en el extranjero acerca de una pretendida aspiración «antihegemonista» de la política exterior española. ¿Qué política? Sin embargo, esa decisión, aunque incoherente (o quizá por ello) ha sido «tragada» por EEUU, lo que habría sido imposible de no disponer del grado de maniobra mencionado.
Dignidad y firmeza
Pues bien, utilicemos esa capacidad autónoma en lo que nos es urgente, inmediato y cercano, geográfica o culturalmente. Y no, por ahora, en exagerados viajes a Brasil provistos de enorme y superfluo séquito, incompatibles con nuestros presupuestos y a la postre improductivos. A la vista de los últimos, recientes y nuevos acontecimientos, España debe denunciar el desfasado acuerdo de Madrid, reconocer al Frente Polisario como interlocutor valido, promover acciones diplomáticas y políticas a nivel regional que favorezcan una solución negociada y justa del litigio, hacerse valer ante la potencia hegemónica de turno a estos efectos (lo que nunca hemos hecho y hay medios), asumir un papel de dignidad y firmeza que habrá de ser considerado por Marruecos y Argelia, entablar contactos serios con los representantes de la RASI) de cara al ya seguro futuro de ese país (pesca, cooperación económica futura ... ) y prepararse para actuar ante las instancias internacionales (ONU) en el supuesto de una eventual internacionalización de la guerra, pidiendo en su momento, en caso necesario, la actuación de los órganos competentes de Naciones Unidas que evite, o por lo menos ponga en entredicho, la injerencia de potencias extrañas.
Este es el momento. Es la última oportunidad de poner en marcha en este asunto una política exterior que nunca hemos Hevado a cabo; es el momento de enhebrar una política para el Sahara y una política para Guinea Ecuatorial, donde todo nos puede ser favorable; es la oportunidad de sistematizar una acción exterior decente, congruente, recíprocamente fructífera con esos pueblos, en su interés y en el verdadero interés de España, antes de que sea tarde, antes de que lo hagan otros; por ejemplo, Francia.
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