El alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván,
tiene una especial destreza para mantener en sus manos de profesor voluminosas bandejas de churros, con los que obsequia a sus conciudadanos. La escena pudo ser vista en la noche del pasado miércoles en la calle de la Paloma, en el barrio viejo de Madrid, durante la verbena -deslucida- que celebraron los madrileños de aquella y de otras zonas de la ciudad. El profesor Tierno, que iba con su traje gris y cruzado de siempre, compró doscientas pesetas de churros y los ofreció generosamente a los verbeneros. Se le acabaron pronto, porque la gente estaba ávida de recibir, como pan bendito, dádivas de su alcalde. La novedad no sólo fue ver a Tierno repartiendo esta harina cocida y morena, sino observar al profesor con los brazos fuera de las sobaqueras de su chaqueta. En esa actitud, el alcalde fue luego interpelado. Un ciudadano le dijo: «Don Enrique, ¿puedo llamarle don Enrique?, ¿puede decirme qué ha pasado con el Premio Goya de Pintura?» Instintivamente, el profesor, que parecía menos viejo, pero más pálido, buscó un bolígrafo «Pero éste no me escribe; apunta uno tantas cosas ... » Un secretario, solícito, le hizo llegar otro. «A ver, dígame usted qué es eso del Premio Goya.» «Parece mentira: alcalde de Madrid y no sabe lo que es el Premio Goya.» Ignora uno tantas cosas ... » En un sobre del Ayuntamiento, el edil recibió el encargo. «Ya me enteraré de qué premio es ese.»Sobre la verbena propiamente dicha, el señor Tierno fue implacable: «La gente no lo está pasando todo lo bien que pudiera porque aquí ha fallado algo muy importante: no hay schottis para bailar y eso se nota. A ver si lo arreglo mañana mismo. Y se fue calle abajo, estrechando manos de chulapas a las que conocía literalmente «de toda la vida».
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