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Suárez reitera en Brasil la política antihegemónica de España

Adolfo Suárez, presidente del Gobierno español, afirmó ayer en Brasilia que la política exterior española pretende una creciente ampliación de «nuestra presencia en las áreas de las grandes decisiones» y «en una atmósfera sin hegemonías ni bloques excluyentes». Estas afirmaciones las hizo el presidente Suárez en el curso de la cena oficial que el presidente de Brasil, Joao Figueiredo, le ofreció anoche.El presidente Suárez ha tomado el hilo del discurso del Rey en China sobre la posición de España ante los bloques hegemónicos y ha reafirmado en público esta línea de la política exterior como la de su Gobierno y, por ende, la de Unión de Centro Democrático. La posible asistencia de España a la conferencia cumbre de los no alineados de La Habana, el próximo mes de septiembre (cosa casi confirmada), abrió la pasada semana un debate sobre la política exterior del Gobierno, que alcanzó a las propias filas de UCD y los distintos medios de opinión españoles, que aún siguen enzarzados en la polémica. El presidente Suárez no ha querido permanecer al margen y aprovechó la primera oportunidad para sentar doctrina.

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Suárez: "No aceptamos la hegemonía de un reducido grupo de Estados"

(Viene de primera página)Por ello, la importancia del discurso que Suárez pronunció anoche en la capital de Brasil, con claras alusiones a los bloques hegemónicos, a la independencia de la política exterior hispana y a sus aspiraciones inmediatas: «No aceptamos», dijo Suárez, «que un reducido grupo de Estados pretenda ser dueño del destino político y económico del mundo». Estas palabras dan luz al debate abierto sobre las confusas "líneas maestras" de la política exterior de España y serán, de seguro, diseccionadas por las cancillerías de los principales países del mundo.

No ha sido tan claro el presidente a la hora de pronunciarse en favor del cambio político democrático en Brasil o sobre la necesidad de implantar en estas tierras los derechos humanos. En su discursotan sólo dos tímidas alusiones a ambos temas, de pasada, y escudados en declaraciones anteriores del presídente Figueiredo y en los principios de las Naciones Unidas. Ello desinfla bastante la expectación que ha producido en Brasil la visita del político español, desde hace unos días en las primeras páginas de los diarios con especulaciones sobre si Suárez iba a vender el modelo de transición a la española, interceder por la amnistía política y conversar con la oposición. De todo ello no hay nada hasta el momento, aunque se espera que hoy en Brasilia y mañana en Sao Paulo el presidente converse con los líderes de la oposición, dentro de una discreción y para no provocar recelos del Gobierno en aras de la «no injerencia en los asuntos intemos de los Estados».

En el discurso del presidente surgieron otras cuestiones bilaterales: necesidad de equilibrio de la balanza comercial (que este año puede dar a España un déficit de casi quinientos millones de dólares), facilidades de retorno para los emigrantes y proyección latinoamericana de España con ofrecimiento de colaboración como puente ante las Comunidades Europeas una vez que España ingrese en el Consejo de Ministros de la CEE, mal que le pese a Portugal, que aspira, ante Brasil, a desempeñar una labor similar.

El tema de la CEE y su idea fue recogida con agrado en su discurso por el presidente Figueiredoquien, como gesto de valorar en este país, elogió el proceso democrático español y la persona del señor Suárez, e insistió en las posibilidades de crecimiento de los contactos entre España y Latinoamérica, con mencíón especial al área iberoamericana, que también integra a Portugal.

Viaje de paseo y pocos resultados

Hasta aquí lo que va de interés de esta visita a Brasil del presidente Suárez y de su enorme séquito, después de tres días de estancia en este bello país, dos de los cuales, los primeros, han sido dedicados al placer turístico por las calles y playas de Río de Janeiro. Suárez se bañó en la bahía Carioca, paseó por la noche en las playas y, según la prensa de Río, estuvo en el cabaret Oba Oba, aunque el secretario de Estado para la Información, Josep Mellá, que sí estuvo de folklore, insiste en que Suárez no se perdió en las noches de Río, sino que paseó con sus íntimos colaboradores por la playa de Ipanema.

Es decir que, amén de las declaraciones para la política interior y el reforzamiento de su campaña de imagen internacional, la escala de Brasil no dará mucho más que la esperanza de que España y este país inicien, de verdad, unas relaciones diplomáticas estrechas. Es cierto que en el plano de la cooperación hay proyectos. Para ello dicen que han venido los ministros de Industria y Comercio, señores Bustelo y García Díez -y sus incontables adjuntos-, pero los resultados están aún por ver. De momento sabemos que se refieren a los siguientes temas: Brasil quiere facilidades para el café y España desea vender equipos siderúrgicos, material ferrocarril (locomotoras), navíos, equipos eléctricos y alguna que otra tecnología, así como conseguir acuerdos en materia de pesca. Sobre todo ello habrá que esperar al final de la visita o incluso algunos meses más.

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